A veces es difícil dilucidar cuánta influencia ejercen los fans en el trabajo de un artista. ¿A nadie más le parece que Florence + the Machine se ha creído totalmente el personaje que sus fans creen que es? Lykke Li me da la misma sensación. No sale del pozo. Sus canciones siguen apelando a la tristeza y a la miseria como en los tiempos de ‘Wounded Rhymes’. Por el camino se ha perdido la frescura de su debut, que ella odia, pero que sigue en nuestros corazones.
Lykke Li probó algo distinto en ‘so sad so sexy’, su álbum de 2018. Sus canciones sonaban igual de miserables, pero incorporaban ritmos de trap. En ‘EYEYE’, la cantante sueca despoja su música de artificio y nos presenta sus composiciones más desnudas hasta la fecha. Tanto que se componen de guitarra eléctrica, voz y unos pocos elementos más. La tristeza provocada por el desamor sigue imperando, pero Lykke Li ahora nos la transmite a través de un micrófono barato. Su intención ha sido capturar una sensación de intimidad parecida a cuando escuchas «una nota de voz puesto de LSD». Por eso las ha ambientado con grabaciones de campo, y lo largo del álbum escuchamos el sonido del viento o el canto de los grillos. Compartimos con Lykke su soledad.
‘EYEYE’ es el disco de Lykke Li más lo-fi desde el primero. Melódicamente, las canciones son lacrimógenas y viscerales. También suenan completamente abatidas por el desamor. Impera una estética noir, sombría y lúgubre, especialmente en piezas tan «lynchianas» como ‘NO HOTEL’ o la tremebunda ‘OVER’, cuyas percusiones nos llevan directamente a un capítulo de ‘Twin Peaks‘. Las guitarras suenan como sumergidas en agua, como en la bella ‘YOU DON’T GO AWAY’, y cuando entran los sintetizadores es para nublarnos la vista y movernos a cámara lenta, como en ‘CAROUSEL’, que incorpora una melodía como de feria que no puede sonar más nostálgica.
Las nuevas canciones de Lykke Li son bonitas y ellas las canta con toda la personalidad que le caracteriza, con ese tono nasal que se mueve entre el drama y la apatía. Sin embargo, las melodías realmente no son tan ambiciosas como las de ‘I Never Learn’. Más bien se echa en falta que Lykke juguetee más con ellas. Que les dé alguna vuelta. En su estado actual suenan algo planas. Conmueve ‘HAPPY HURTS’ y ‘HIGHWAY TO YOUR HEART’ gana gracias a su producción más ornamentada y mágica, pero ‘5D’ o la final ‘ü&i’ acusan cierto agotamiento de la fórmula. Lykke Li nos puede haber entregado su disco más improvisado. En su caso, sus músculos melódicos han perdido fuerza, y resulta difícil conectar o empatizar con el drama que transmiten las canciones.
A lo que contribuyen claramente unas letras abundantes en clichés. Y ahí es donde entra la idea que Lykke Li parece estar interpretando un personaje, el que sus fans supuestamente esperan de ella. Y no solo porque ‘5D’ o ‘ü&i’ incluyan referencias explícitas a sentirse dentro de una película, y nos hagan recordar aquel rumor que emparejaba a la sueca con Brad Pitt (a ambos les une una amistad). En realidad el modo en que Lykke transmite su tristeza en canciones como ‘OVER’, donde la encontramos sola pidiendo un chupito tras otro, no es todo lo imaginativa que podría ser. Parece la idea de lo que es estar triste. Y ‘EYEYE’ transmite esta misma sensación en su totalidad.