Ethel Cain es una de esas artistas con la que es fácil confundir persona y personaje. Su nombre de pila público es Hayden Silas Anhedönia, es decir, es improbable que sea real («anhedonia» es un término psicológico que alude a la incapacidad para experimentar placer) y su alias artístico se compone de dos nombres vinculados a la Biblia como son «noble» y «Caín». A día de hoy vive en una casa de la Alabama rural. No es una pop star al uso ni pretende serlo.
La estética del gótico americano (el llamado «Southern gothic«) y la religión forman dos de las bases del proyecto de Ethel Cain, que la artista pretende expandir con más discos, libros e incluso películas. Ethel Cain no es solo un personaje, es una saga. Un universo. Y dentro de este universo, Ethel Cain es la protagonista de ‘Preacher’s Daughter’, la primera entrega de una trilogía de álbumes que pretende narrar la historia de tres generaciones de mujeres.
El contexto en el cual se desarrolla la historia es la América profunda. El año es 1991. El padre de Ethel, el pastor más querido del pueblo, muere cuando ella cuenta tan solo 10 años. Una década después, Ethel se desencanta con la idea del sueño Americano cuando un vecino de su edad se suicida. Dispuesta a cambiar de vida, huye de casa y se enamora de un hombre que resulta ser caníbal y la asesina.
La vida de Hayden informa necesariamente la historia de ‘Preacher’s Daughter’. La artista se cría en el seno de una familia profundamente religiosa en un conservador pueblo de Florida, y vive una infancia «simple» hasta que, en la adolescencia, descubre que es gay y sufre el rechazo de sus convecinos. En torno a los 20 años, Hayden sale del armario como mujer trans y empieza a crear música coral experimental a través de los alias White Silas y Atlas. Finalmente se decanta por el de Ethel Cain porque representa la «intersección entre mis experiencias en el profundamente religioso sur de Estados Unidos y mis sueños por un Oeste americano salvaje y libre».
Las ideas de Hayden sobre la América profunda, el sueño americano, y sus experiencias con el lado oscuro de la religión o el abuso sexual, quedan plasmadas en un disco épico, que supera la hora de duración, y que Ethel compone y produce ella sola en su casa. Todas las canciones están bañadas en un reverb eclesiástico, muchas de ellas superan los seis minutos de duración, las baterías pretenden hacer vibrar a las montañas, y los diversos solos de guitarra eléctrica que se escuchan en ‘Preacher’s Daughter’ nos recuerdan que este no es un disco hecho para los tiempos de hoy.
‘Preacher’s Daughter’ trae a la mente discos como ‘Born in the U.S.A.’ de Bruce Springsteen o ‘Ultraviolence’ de Lana Del Rey, también el espíritu de Florence Welch sobrevuela las melodías porque precisamente Florence es la artista que empuja a Ethel Cain a crear música cuando escucha una canción de ella por primera vez en internet. El álbum habita los mundos del dream-pop, el rock gótico, el rock de estadios y el slowcore, entre otros, y lo hace sin que los códigos del pop comercial le interesen a Ethel lo más mínimo. La artista está fichada en Prescription Songs, la editorial de Dr. Luke, pero ella dice que cuando firmó no sabía a quien pertenecía el sello ni pretendía buscarlo porque «en la pandemia no estaba en condiciones de rechazar dinero». Hoy habla de Dr. Luke en términos no demasiado halagüeños. Y es clara: «no necesito a Dr. Luke para crear mi música, pero es que no necesito a nadie».
En ‘Preacher’s Daughter’, Ethel Cain se basta y se sobra para levantar una obra enorme en envergadura y calado emocional. Muchas de las canciones más emotivas que escucharás este año se encuentran en este disco. Sumida en una profunda soledad, Ethel recuerda con nostalgia un amor pasado en ‘A House in Nebraska’, uno de varios títulos ultra-americanos que contiene el elepé. En ‘Western Nights’ pone los pelos de punta su composición a piano y su historia sobre otro amor pasado que era violento con ella. ‘Hard Times’ relata los abusos sexuales que sufre de pequeña a manos de su padre, a quien se dirige para expresar que «estoy harta de que sigas atada a mí». En el melancólico country de ‘Thoroughfare’ conoce a Isaiah, quien será su último amor. Y ‘Sun Bleached Flies’ encoge el corazón hacia el final de la secuencia con una melodía sobrecogedora que apela a la iglesia y a Dios solo para concluir: «Dios te ama pero no lo suficiente como para salvarte».
La protagonista de ‘Preacher’s Daughter’ termina descuartizada, y sus restos conservados en una nevera. En la rockera ‘Strangers’, la última pista del álbum, de influencias metaleras y grunge, Ethel transmite desde el más allá un último mensaje de amor a su madre.
‘Preacher’s Daughter’ puede ser un trabajo difícil de digerir, poco estomagante, y lo es especialmente en sus momentos más crudos y oscuros, como el doom metal de ‘Ptolemaea’ que, entre susurros diabólicos y el zumbido de moscas, recuerda a cosas tan grotescas como la película ‘Begotten’. Por supuesto, el fondo de todo esto es que ‘Preacher’s Daughter’ es un disco necesariamente incómodo y espeluznante, tanto como esa distorsión de cinta de casete que se escucha en una de las pistas instrumentales. ‘Gibson Girl’, el primer single, es un tema sensual pero también siniestro que remite a la PJ Harvey más pantanosa, y ‘American Teenager’, el single POP del álbum, narra un suicidio, y traslada a un sonido muy Taylor Swift onda ‘1989’ una historia de decepción profunda con el sueño americano.
‘Preacher’s Daughter’ es otra obra de arte morbosa dedicada a la peor cara de América. No es la primera ni será la última. Sin embargo, en el disco ante todo se sobrepone un talento descomunal para escribir canciones capaces de encoger el alma y ponerte un dudo en la garganta. Si no te emocionas con ‘Preacher’s Daughter’ debe ser porque estás congelado en una nevera.