Regina Spektor sigue siendo una artista influyente, tanto como para que talentos noveles y tan jóvenes como Em Beihold, de 23 años, la consideren su mayor ídolo. Sin embargo, la cantante y compositora ruso-estadounidense no es conocida por revolucionar su sonido disco tras disco. Más bien, escuchar un nuevo trabajo de Spektor es como volver a casa después de un largo tiempo alejado de ella: resulta diferente, pero a la vez familiar. Acogedora, pero extraña.
Vuelve a ser el caso de ‘Home, before and after’. Grabado durante la pandemia en una iglesia convertida en estudio, es el primer disco de Regina que la artista ha grabado completamente sola. John Congleton lo ha producido desde California, y ninguno de ellos ha trabajado mano a mano con la orquesta presente en muchas de las canciones, ubicada en Macedonia. ‘Home, before and after’ es más luminoso que ‘Remember Us to Life’, pero es otro disco de Regina Spektor ni más ni menos.
Lo cual es bueno, en parte. Es bueno porque Regina sigue regalando melodías bonitas y letras enormemente peculiares que la diferencian de la masa muy holgadamente. En ‘Becoming All Alone’ se toma una birra con Dios para entregar una sentida reflexión sobre la soledad, y en ‘Coin’ va pasando una moneda a diferentes personajes, desde un científico a un bebé pasando por el presidente de Estados Unidos, para rumiar sobre el amor, la vida, la edad adulta o la guerra.
No son necesariamente las historias más interesantes de ‘Home, before and after’. ‘Up the Mountain’ es directamente un mundo abierto hecho canción, en que Regina pasa de observar la panorámica de un bosque, a un detalle tan diminuto como el néctar contenido en una flor, mientras sale en busca de «respuestas». Y la odisea de ‘Specetime Fairytale’ es exactamente eso mismo, un cuento sobre el espacio y el tiempo, que Regina puede dedicar a su propio «hijo» o un vástago indeterminado, y que le sirve para reflexionar sobre los citados conceptos o la alterabilidad del universo.
La música de ‘Home, before and after’ provoca menos fascinación. No es que Regina no haya sido capaz de crear canciones históricas como ‘The Call’ o ‘Fidelity’, que también, sino que la producción suena demasiado nítida y aséptica. ‘Becoming All Alone’ es una canción excelente, pero su beat trip-hop la hace sonar anacrónica para mal. ‘One Man’s Prayer’ suena algo sobrecargada de arreglos, y da la sensación que habría funcionado mejor como balada. Y lo más memorable de ‘SugarMan’ es que sus estrofas son idénticas a las de ‘Beautiful’ de Christina Aguilera. El estribillo no suena demasiado inspirado.
Los rimbombantes arreglos de ‘Home, before and after’ son una fantasía en ‘What Might Have Been’ o la épica ‘Spacetime Fairytale’, que aprovecha sabiamente sus nueve minutos de duración, por ejemplo, virando hacia el jazz hacia la mitad de su minutaje. Sin embargo, da la sensación que a las canciones se les quedan un poco grandes tanta parafernalia, y que requerían un trato más íntimo y no tan perfumado. Por eso, quizás, vuelve a ser un regalo disfrutar de su cristalina voz en baladas a piano como ‘Raindrops’, otra de esas canciones viejas de Regina que no terminaban de encontrar su lugar en su discografía (la artista la estrenó en vivo en 2002) y que hoy tienen, por fin, su «hogar».