Este viernes, en un acto de las fiestas madrileñas del Orgullo, Isabel Pantoja pronunció un discurso en el que, entre mucha ambigüedad, parecía reconocerse públicamente como persona LGBT, tras décadas de rumores sobre sus relaciones con Encarna Sánchez o María del Monte (mucho más clara al respecto en su pregón de hace unas semanas). En un acto de homofobia sin precedentes, Mad Cool contraprogramaba este momento con un grupo (y un bolo) tan hetero como Muse, pero de eso hablaremos luego, porque, aunque doliese, ése no era el peor solape del viernes. Para mí, el solape más doloroso, no ya del viernes, sino de todo el festival, era el que involucraba a Phoebe Bridgers y The War On Drugs, en distintos escenarios a la vez.
Yo elegí Phoebe Bridgers, aunque fui corriendo nada más terminar para ver la traca final de The War On Drugs. Pero no me arrepentí en absoluto: la de Phoebe era una propuesta muy distinta a la de la mayoría de shows del festival, ya fuesen rockeros o poperos. Quien no conectase podía decir que era un concierto aburrido o incluso deprimente comparado con el resto, y no le culpo, pero para quienes disfrutamos de su música, lo que consiguió la californiana fue una atmósfera grupal todo el tiempo que duró su directo.
Las filas más cercanas seguían de pie el recorrido que su cautivadora voz (más aún en vivo) hizo por ‘Punisher’ y ‘Stranger In The Alps’, a la vez que un gran número de personas decidía disfrutarla sentadas tranquilamente (algunos, porro en mano, muy tranquilamente). Unos y otros se levantaron para saltar con ‘Kyoto’ (“ésta va para los padres que haya aquí”, comentó), y para flipar con el cierre catártico de ‘I Know The End’, en el que una casa proyectada iba incendiándose cada vez más y más.
No era la única cinemática cuidada del bolo, en el que las pantallas encajaban a la perfección con la atmósfera creada por Phoebe Bridgers y su banda, y no era el único aspecto de imagen que llamaba la atención. La banda en sí llevaba los trajes de esqueleto con los que identificamos a la autora de ‘Chinese Satellite’, y ella, guitarra en mano, se sumaba a lo darks yendo de negro completo, pantalones, blusa y chaqueta, y dejando ver luego que la blusa se componía de lentejuelas cuya figura asemejaba la del esqueleto. Igual que en el concierto de Bilbao recogido por mi compañero Jordi, Bridgers se acordó aquí también de lo ocurrido con el Tribunal Supremo de EEUU y el aborto, alegrándose de estar “lejos de mi país ahora mismo, porque es todo una mierda”.
Con la esencia de ‘I Know The End’ aún en el aire, llegó el momento de correr si queríamos ver algo de The War On Drugs, a los que se les había permitido algo más de tiempo. Adam Granduciel y compañía tuvieron algo en común con Bridgers además del horario: el suyo también era un concierto a fuego lento donde no importaban tanto los temazos puntuales sino la atmósfera creada durante hora y pico. Aunque solo pudimos ver el tramo final (concretamente llegamos a la mitad de ‘Under The Pressure’), era algo bastante palpable. The War On Drugs es una de las grandes bandas de rock de la actualidad, aunque no tengan la popularidad mainstream de otras, y anoche fue otra ocasión más en la que demostraron por qué.
Mientras Granduciel daba las gracias y presentaba a sus compañeros a ritmo de la intro (alargada para la ocasión) de ‘I Don’t Live Here Anymore‘, se podía ver cómo no necesitaban de grandes estridencias. Bastaba con sus fantásticas melodías, el buen hacer de sus músicos y la prodigiosa voz de Granduciel, que nunca ha ocultado su inspiración en Dylan y Springsteen. Ni falta que hace. Cuando los estadounidenses se despedían con ‘Occasional Rain’ -justo la canción que cierra también su último trabajo-, quedaba la pena por no haber disfrutado del concierto entero, pero también la sensación de que esas tres canciones valían como un concierto entero de grupos más codiciados.
Pero, antes de todo eso, tuvimos la oportunidad de ver a la casi-nominada al Oscar por ‘Licorice Pizza‘ y sus dos hermanas. Coñas aparte, el de HAIM fue otro de los grandes conciertos del día. Las autoras de ‘Women In Music Pt. III’ prescindieron de las colaboraciones que más streams les han dado (‘no body no crime’ de Taylor y ‘Pray to God’ de Calvin Harris) y ofrecieron solo canciones propias. Y pa qué más: solo con una selección de su repertorio les quedó un concierto de lo más apañado. Los momentos vocalmente rarunos -que los hubo- se compensaban de sobra con el talento para los instrumentos de las tres hermanas y, ojo, con su humor y buen rollo.
Porque para sobrevivir a las altas temperaturas viene súper bien tocar en sujetador, pero sobre todo echar mano de las coñas, como cuando fingieron la llamada en directo de un fuckboy que respondía al nombre de “Federico” (juraría que ése fue el nombre). Alana, Este y Danielle se despidieron con el tremendo combo de ‘Summer Girl’ (cómo no), ‘The Wire’ y ‘The Steps’, y probablemente nada más salir del escenario se diesen un agüilla y fuesen a ver también a Phoebe Bridgers.
En ese mismo escenario, pero con un mood completamente distinto, actuaron luego Incubus. La banda californiana no tenía el humor de las HAIM, pero tampoco la presencia y la labia de unos Imagine Dragons/Dan Reynolds y, más allá de algún “thank you, Madrid”, no hubo mucha interacción. Hicieron religiosamente, eso sí, un recorrido por su discografía, sobre todo por los exitosos ‘Make Yourself’ y ‘Morning View’, aunque también hubo espacio para la más reciente ‘Karma Come Back’.
Aunque se animaron un poco más hacia el final, daba la sensación de que, más allá de los fans en las primeras filas, la gran cantidad de público presente estaba allí más por ir esperando a Muse que por verles a ellos, a juzgar por su reacción. Lo contrario le ocurrió a Alt-J: si Incubus pudo beneficiarse (que lo hicieran o no es otro tema) de ser teloneros de Muse, la banda de Joe Newman y Thom Sonny Green tuvo que hacer frente a la absoluta estampida de gente en cuanto terminó ‘Knights of Cydonia’. Teniendo en cuenta además que quizás su estilo no era el mejor para ser programado a las 2 de la mañana, demasiado bien les fue en cuanto a público.
Después del escarmiento vivido el día anterior con gente llegando a su casa 3 horas después de salir de IFEMA debido al caos del transporte, pocos se quedaron hasta el final, pero los que nos quisimos quedar al menos hasta la mitad pudimos escuchar algunas de sus mejores canciones, como ‘Every Other Freckle’ o ‘Tessellate’.
Y llegamos al plato fuerte del día y casi que, con el permiso de Metallica, del festival, porque es posible que Muse sea responsable de un gran porcentaje de las entradas vendidas de este Mad Cool 2022, incluyendo en ello a caras conocidas como la presentadora Mónica Carrillo, las cantantes María Escarmiento y Natalia Lacunza, las actrices Megan Montaner y Silvia Marty y -esto fue especialmente lindo al verle pudiendo disfrutar de conciertos- Chino de Supersubmarina. Volviendo a Muse, siguiendo la épica que siempre les ha caracterizado, y el punto de narrativa distópica especialmente presente en sus últimos discos, la banda salió al escenario con unas máscaras que parecían sacadas de ‘El Juego del Calamar’. Tras ellos, una gran A anarquista en llamas… que luego pasaba a ser W, O, T y P. ‘Will Of The People’, que así se llama su nuevo trabajo, y también la canción con la que abrieron el bolo.
Pero el “más es más” no acababa ahí y, poco después de quitarse las caretas para cantar ‘Hysteria’, aparecía una máscara gigante y fuego que acompañaba a ‘Won’t Stand Down’, el lead single de este disco. La máscara se quedaría en el escenario el resto del tiempo, moviéndose y haciéndonos pensar cómo se las apañan para llevarla de un país a otro en el tour. ¿Tendrán una en cada puerto? ¿Tendrán unas instrucciones de IKEA? No había mucho tiempo para intentar responderte porque, a poco que te descuidabas preguntándote algo de esto, la banda de Matt Bellamy te soltaba otro juego de luces y otro riff excesivo de los que tanto gustan a sus fans y tanto odian sus haters.
No dudaron en dar protagonismo al nuevo disco, aunque aún no esté en la calle, y, además de sus tres singles (los dos mencionados y ‘Compilance’), tocaron ‘Kill Or Be Killed’, inédita pero presente en lo que llevan de gira. Por supuesto no se olvidaron de clásicos como ‘Time Is Running Out’ y, aunque éstas ya no las vimos porque quisimos ver cómo se las apañaban las contraprogramadas Parcels y Rocío Saiz, pudimos saber que por supuesto ‘Uprising’, ‘Supermassive Black Hole’ o ‘Starlight’ también tuvieron su lugar. Con un horario maldito en contra, y sin la oportunidad de ganarse a un target anti-Muse que se había refugiado en Parcels, Rocío Saiz demostró una vez más su madera de superviviente en el precarizado underground nacional.
Agradeciendo una y mil veces a los poquitos allí congregados que asistiésemos a su bolo (“también a los que no me conozcan de nada y hayan entrado al pasar por aquí y pensar ‘pero qué circo es éste’”), Rocío recordó el desigual reparto para las artistas femeninas que ya comentamos por aquí, y reivindicó la importancia para los artistas LGBT de que no solo les llamen para el Orgullo (en nuestro último podcast habla de ello). La madrileña repasó bops de su EP ‘Amor Amargo’ como ‘Si me muero, te habré dicho que te quiero’, ‘La Juventud’ o ‘Nietas del Ruido’, rescató temas de su etapa en Monterrosa como ‘Última Conexión’, y se marcó impagables versiones como la que mezclaba ‘Freed from desire’ con el ‘Atrévete’ de Chenoa, o la final ‘Sobreviviré’ de Mónica Naranjo en la que se colaba ‘Estoy llorando por ti’, y que culminaba con ella lanzándose al público. Habría cuatro, pero allí estaban para cogerla. Y, para una artista que se abre cada vez que se sube al escenario, ese apoyo y esa pasión compartida es esencial.
“¡Seguro que a Muse no les hace tanta ilusión como a mí poder tocar aquí!” bromeó Rocío en un momento, y seguramente a Parcels les pasaría lo mismo. De hecho, dentro de que sus bolos no están pensados para interactuar demasiado con el público, los australianos exudaban alegría al ver a tantas personas bailando sus temas, conscientes de que a pocos metros estaba Matt Bellamy. Louie Swain y compañía parecían estar en la misma rave que su público, y el electropop de temas como ‘Tieduprightnow’ acompañó a los allí presentes como fiesta colorida alternativa a Muse, incluso como lugar donde tomarse un respiro y comer algo antes de volver a meterse en The Loop, como también pudimos ver.