Basta echar un vistazo a cualquier web de reseñas para ver a ‘Separación’ en todas las listas de las mejores series del año. La ficción creada por el debutante Dan Erickson y dirigida por Ben Stiller y Aoife McArdle (conocida por sus videoclips para U2 o Coldplay), se ha convertido en la gran sorpresa de la temporada, en la serie estrella de Apple TV+. ¿Qué tiene ‘Severance’ para haber logrado este aplauso generalizado?
Primero, una premisa argumental irresistible. ‘Separación’ narra la historia de varios empleados de una gran empresa que se han sometido a un procedimiento quirúrgico para separar sus recuerdos de la vida laboral y la personal. Una trama de ciencia ficción distópica muy sugerente que se sustenta en cuatro grandes interrogantes: ¿por qué esos oficinistas han accedido voluntariamente a disociar su mente? ¿Quiénes son fuera de la oficina (solo conocemos al protagonista)? ¿En qué consiste su trabajo? ¿Cuáles son las intenciones de la empresa más allá de conseguir que los problemas personales de sus empleados no afecten a su desempeño profesional?
Segundo, una fabulosa puesta en escena. ‘Separación’ podría haber sido otro thriller más que sigue la estela de ‘Black Mirror’, otra distopía tecnológica y tardocapitalista que no va a ningún lado (como ocurrió con ‘Maniac’), otra intriga de conspiraciones que, partiendo de una buena idea, termina estirándose hasta el aburrimiento. Sin embargo, el trabajo de dirección de Stiller y McArdle ha conseguido transformar un guión con un desarrollo algo rutinario y tópico, en una experiencia visual y dramática enormemente sugestiva.
Los cineastas contraponen dos estilos visuales antitéticos que funcionan como alegoría de la separación mental del protagonista. Por un lado, una oficina laberíntica, de diseño aséptico, minimalista y retrofuturista, tan “limpio” como la mente de sus empleados, filmado por medio de encuadres geométricos y sinuosos trávelin de seguimiento. Por otro, una realidad exterior de luz mortecina, arquitectura anodina y espacios que transmiten soledad y depresión, pero rodada con más cercanía y calidez compositiva.
Tercero, el equilibrio entre los diferentes tonos. ‘Separación’ funciona igual de bien como esquinada comedia de oficina que como intrigante thriller conspirativo, como afilada sátira sociopolítica que como terrorífica fábula de ciencia ficción. Basta un ejemplo: la extraordinaria escena del baile. Una secuencia capaz de unir la comicidad de ‘The Office’ con el horror sociopolítico de Orwell, la angustia existencial de Kafka, y la extrañeza y melancolía de Charlie Kaufman. Sin olvidar otro referente que, quizá no sea directo pero sí generacional, producto del zeitgeist millennial: la estupenda novela de Helen Phillips ‘La hermosa burócrata’.
Y cuarto, los cliffhangers. ‘Separación’ ha usado esta controvertida estrategia narrativa para mantener el interés de los espectadores semana a semana. Yo no soy muy partidario, sobre todo cuando son tan facilones y bruscos que parece que simplemente han cortado una secuencia por la mitad. Pero lo cierto es que han contribuido a generar una gran expectación alrededor de la serie. Obviamente, dado el sabor agridulce que nos deja el final de la temporada, la segunda ya está confirmada.