Conciertos

3 años esperamos a Michael Kiwanuka… pero valió la pena

Michael Kiwanuka se encuentra estos días en España para realizar una serie de conciertos que anunció en 2019 pero que… en fin, ya sabemos cómo termina esta frase. Han pasado tres años pero quienes han guardado su entrada como oro en paño no han podido en absoluto salir decepcionados de ninguno de sus conciertos. Si ‘KIWANUKA‘ fue uno de los álbumes más brillantes que dejó 2019, tanto como para recibir posteriormente el premio Mercury, el más prestigioso de Reino Unido, que en el pasado ha caído en manos de Portishead o PJ Harvey, su presentación en directo no se queda corta.

Se me ocurren muchos discos que en el formato de directo no se crecen, o incluso no terminan de tener sentido. Con ‘KIWANUKA’, el cantante británico entregó una obra de soul psicodélico compuesta, arreglada y producida con el esmero de un verdadero artesano (en su caso, con la inestimable colaboración del productor Inflo, últimamente ocupado con su proyecto SAULT). Temía que no pudiera hacerlo brillar en vivo, pero estaba equivocado. El artista ha sabido llevar ‘KIWANUKA’ al directo con un sonido excelente, al que verdaderamente no se puede poner ningún pero, mientras las canciones siguen conmoviendo, emocionando, pero también divirtiendo, como el primer día.

El público de la sala Razzmatazz de Barcelona entiende esto desde el minuto cero. Cuando Kiwanuka y, antes que él, sus músicos y coristas salen al escenario, presidido por una proyección que reproduce la imagen de una espiral, y con los instrumentos decorados con flores blancas, el sonido es impecable desde la primera nota. Lo que significa, por ejemplo, que la audiencia está preparada para sumergirse en un silencio sepulcral cuando la música así lo pide, como es el caso de ‘Piano Joint (This Kind of Love)’, la canción de apertura, o más adelante la escalofriante ‘Solid Ground’. En estos momentos, la voz de Kiwanuka, y sus melodías más silenciosas, se convierten básicamente en el centro del universo.

Pero el concierto de Michael Kiwanuka no es una misa. Al menos, no el tipo que conocemos por estos lares. Más bien se parece a un góspel americano, y los momentos de arrebato y éxtasis no faltan. De hecho, abundan, por ejemplo, en el muro de sonido de ‘You Ain’t the Problem‘, donde las coristas suenan como verdaderos ángeles caídos del cielo, mientras el frenesí de los instrumentos eleva la canción a un lugar nuevo; o en la histórica ‘Black Man in a White World‘, donde el público empieza a tocar las palmas a destiempo, luego correctamente al imitar a Kiwanuka, y luego ya como le da la gana, porque el delirio al que llega la canción después es suficiente como para que la perfección no importe.

El show de Kiwanuka se debate entre esos dos estados. Con la intimidad de ‘Home Again‘ se para el mundo, y con la electricidad funk de ‘One More Night’ el público entra en éxtasis. Pero, sobre todo, la emoción de unas melodías preciosas y de unos arreglos espectaculares, manda en la escalofriante ‘Too Hard to Say Goodbye’, donde las coristas vuelven a parecer de otro mundo; y, sobre todo, en ese doble bis inmejorable que conforman ‘Cold Little Heart’ y la final ‘Love and Hate‘. Tres años de espera no pueden valer más la pena: Kiwanuka da exactamente el concierto que esperabas -y necesitabas- de él.

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Publicado por
Jordi Bardají