Tamino se ha convertido en una de las voces más particulares del panorama internacional, recordando que no todo se fragua entre el Reino Unido y Estados Unidos, ahora menos que nunca. En un momento en que el folclore y el sonido de cada lugar están en la primera plana, el artista de origen medio egipcio medio belga suma un millón de oyentes sobre todo gracias a países como Francia y Turquía. En España agotó entradas cuando presentó su primer álbum ‘Amir‘ y esta semana ha editado el segundo, ‘Sahar’.
El encanto de Tamino se sigue basando en los mismos pilares. Por un lado, la delicadeza de canciones como ‘The Longing’ nos hace preguntarnos por qué casi nadie en el mundo anglosajón está queriendo coger el testigo de autores como Nick Drake, Jeff Buckley o más recientemente Rufus Wainwright. Por otro, producciones como ‘The Flame’, aparte de contar con un toque blues, incorporan el laúd árabe, lo que nos sumerge más bien en sonidos al este del Mediterráneo. Y es que el propio Tamino ha aprendido en este tiempo a tocar este instrumento también llamado «ud», con ayuda de un refugiado sirio que ha conocido en Amberes.
Nos hablan las letras de Tamino de desamor, de desencuentros, también de la fama y de hacernos mayores. “Sé que me entiendes, y me temes / pero créeme / Escondida tu anhelo tan solo crecerá y además te harás mayor”, dice el primer tema ‘The Longing’. ‘The Flame’ recapacita sobre la relación entre el esfuerzo y la recompensa, mientras ‘You Don’t Own Me’ trata de levantar cabeza después de los vicios de una relación posesiva y tóxica. Y ‘The First Disciple’ es el tema que reflexiona sobre la popularidad: «me temo que ninguna cantidad de fama / será capaz de limpiar la vergüenza / de no saber cómo amar a tu único amigo / el que te querrá hasta el final».
En esta búsqueda de sí mismo, a los 25 años de edad, Tamino-Amir Moharam Fouad acierta al introducir ciertos experimentos en el disco. Tras el lamento de ‘You Don’t Own Me’, ‘Fascination’ presenta un punto más pop, con su curiosidad por ver la vida a través de una persona más optimista; e incluso hallamos un punto latino en ‘Cinnamon’. La final ‘My Dearest Friend and Enemy’ alivia igualmente, «soñando con un mundo en el que ninguno de los dos temamos mirar atrás».
Eso sí, por mucho que se agradezca su búsqueda de la luz, su voz está en este mundo para transmitir más bien el pesar. Le sienta muy bien la suma de un contrapunto femenino, en este caso nada menos que la popular Angèle en la tristona ‘Sunflower’, y seguro que será más recordado o distinguido por temas como ‘A Drop of Blood’. Una canción que se sirve de lenguaje bélico y religioso (“holy land”, “sacred dust”, “wars be fought for good”) para reflexionar sobre bullying y violencia. Es en esa descripción decepcionada de que el mundo no termina de transformarse en un lugar mejor sino todo lo contrario, donde el talento de Tamino se expande.