Descubrir el EP de Depresión Sonora de 2020 fue parecido a encontrar un tesoro secreto. ¿Quién es esta persona que posa de cuclillas con una lata en la cabeza y media sonrisa dibujada en la cara? ¿Por qué es imposible no escuchar sus canciones en bucle? Hoy ‘Ya no hay verano’ se acerca a los 20 millones de reproducciones y otros de sus singles, como ‘Gasolina y mechero’ o ‘Hasta que llegue la muerte’, suman también escuchas millonarias. De hecho, el madrileño Marcos Crespo, que, en concreto, es de Vallecas, tiene más oyentes en América Latina que en España: Ciudad de México, Santiago, Lima y Bogotá son cuatro de las cinco ciudades que más escuchan su música, junto a Madrid.
El sonido de Depresión Sonora, que recuerda al post-punk mecánico de grupos soviéticos como Molchat Doma, y sus letras llenas de hastío vital pero abiertas, también, a la salvación que puede proporcionar el amor, ha encontrado un público, por lo que era cuestión de tiempo que Crespo entregara un álbum que consolidara su propuesta. Lo consigue con su primer largo editado por Sonido Muchacho.
Pero ‘El arte de morir muy despacio’ hace más que confirmar la promesa: es un disco en el que el estilo de Depresión Sonora evoluciona y madura. La fórmula -beats programados, guitarras eléctricas, letras más recitadas que cantadas- se sofistica, por ejemplo, en la incorporación de teclados. Así, el primer single, ‘Veo tan dentro’, deja atrás el sonido claustrofóbico de los epés y empieza a admitir luz y color, mientras la canción aspira a habitar la belleza melancólica y la inmensidad de la música de The Cure o The War on Drugs
, tan idóneas para esta historia sobre un amor con el que Crespo se siente completamente rendido.Que el sonido de Depresión Sonora se eleva en ‘El arte de morir muy despacio’ es evidente en las pistas que separan cada una de las tres partes del disco, pues Crespo presenta un trabajo conceptual que explora diferentes estados emocionales por los que ha pasado. En ‘Parte I: Introducción a la Entropía’ asoman unos teclados raveros y de ‘Parte III: ‘Muerte y Resurrección’ llama la atención su composición casi cinematográfica en su constelación de personajes, historias y reflexiones. Sin embargo, es ‘Parte II: La Abrazo con Fuerza (carta a la soledad)’ la que deja verdaderamente huella cuando, después que Crespo cante que siente una «tristeza inmensa», la canción se desahoga en un final instrumental devastador.
Si la primera parte explora una «inocencia no exenta de mala leche», la segunda aborda «los traumas, la soledad y el odio» y la parte alcanza el poder de «asimilar el camino aprendido» y de «asumir la realidad y valorar lo que tienes alrededor», las canciones ya hablan por sí solas. ‘Bienvenido al caos’ funciona como homenaje a las canciones de Depresión Sonora originales, ‘Voy a explotar‘ es otro single estupendo lleno de ira reprimida («voy a explotar, delito de odio, es personal»), ‘Dónde están mis amigos‘ una emocionante carta de amor a la «familia elegida» y ‘Dos adolescentes y su primer amor’ el gran tesoro a descubrir del largo, escalofriante en la rima «te doy un beso, tiritas de frío, me cuentas tu día, yo el mío» y en su sonido lleno de melancolía.
El compromiso de Depresión Sonora con su sonido en ‘El arte de morir muy despacio’ es tal que, en ocasiones, se echa en falta alguna sorpresa que anime el conjunto, pero Crespo sí tiene sus ases en la manga. La melodía de «por favor no llores» de ‘Fumando en mi funeral’ es una de las más pop que ha escrito, la composición de canciones como ‘Veo tan dentro’ busca una inmensidad inédita hasta ahora, la incorporación de teclados enriquece su propuesta y Depresión Sonora se reserva una sorpresa más evidente para el final. ‘Como todo el mundo’ es su canción más ochentera, más Pretenders, e incluye guitarras acústicas y un estribillo decididamente alegre que anuncia «me voy de casa, quiero ser artista». Está claro que, en el «arte de morir muy despacio», Depresión Sonora solo acaba de nacer.