‘I Say A Little Prayer’, ‘Anyone Who Had a Heart‘, ‘Raindrops Keep Fallin On My Head’, ‘Close to You‘, ‘What’s New Pussycat?’… Lleva un tiempo asumir que todas esas canciones que parecieron estar siempre ahí fueran creadas por la mismas dos manos. Pero fue el caso de Burt Bacharach, fallecido a los 94 años, en su casa de Los Ángeles, por causas naturales. Y es un consuelo saber que uno de los mejores compositores de todos los tiempos ha fallecido en paz. La misma paz que nos ha dado su música a lo largo de tantísimas décadas. Lo cual no quiere decir que su música fuera «tranquila», ni «fácil».
Poco amigo de la etiqueta «easy listening» que se le asoció, Burt Bacharach explicaba que sus canciones, aunque asociables al pop y responsables de vender millones de copias, eran de todo menos «fáciles». Fue un gran conocedor del jazz -le interesaba la bossa nova-, y muy amigo de los cambios de acordes inesperados, como prueba el giro en la segunda mitad de «Raindrops» («But there’s one thing I know…») o su aventurero final a la trompeta. Alteraciones que le venían de manera natural.
Perfeccionista hasta el punto de hacer a Cilla Black grabar 32 tomas de ‘Alfie’, explicaba hace unos años por qué no había grabado nunca con Frank Sinatra. Este le colgó el teléfono porque Bacharach no entendía su manera de grabar: «Él entra en la sala. La banda está lista. Hacen una toma. Dos. Y hecho. No sé cómo pueden hacer eso. Mis canciones no son tan fáciles como las que estaba haciendo Frank». De hecho, su letrista Hal David, fundamental para su obra como os contamos a su muerte en 2012, y Burt nunca llegaron a escribir una canción del tirón, con la excepción de ‘I’ll Never Fall in Love Again’. Las otras docenas se las llevaban a casa y las trabajaban una y otra vez. En la BBC explicaba cómo todo podía empezar con un par de golpes de trompeta, para luego ir añadiendo ritmo, orquesta, arreglos.
Nacido en Kansas City en 1928, Bacharach aprendió a tocar el piano gracias a las clases que le dio su propia madre, que también era pintora. Solía bromear con lo malo que era tocando este instrumento en la banda del instituto, pero todo cambió cuando hizo la mili en Alemania y empezó a trabajar para el cantante Vic Damone. Conoció a Marlene Dietrich en Las Vegas y esta la invitó a tocar con él en Varsovia. Bacharach voló hasta allí y se encontró a la actriz en la pista de aterrizaje entre la nieve con un pañuelo de Dior y una botella de vodka. Fue una apuesta personal de ella y cuando finalmente triunfó, compró 50 copias de un periódico para repartirlas por ahí en plan “os lo dije”.
De vuelta en Estados Unidos, Bacharach conoció a Hal David en el icónico Brill Building de Nueva York, de donde salieron grandes artistas como Carole King. ‘Story of My Life’ fue el primer éxito de músico y letrista en las listas country en 1957. El pop vocal de la inolvidable ‘Magic Momens’ sucedió. Pero sería el descubrimiento de Dionne Warwirck el punto de inflexión, pues ella cantaría muchas de sus canciones más populares, como ‘Walk On By’ o ‘I Say a Little Prayer’. Desde entonces lloverían los éxitos y los números 1. Cuando le preguntaban qué canción ajena le habría gustado escribir, decía que ‘Ain’t No Mountain High Enough’, quizá porque casi todas las demás así de enormes habían salido de su puño y letra.
Burt Bacharach continuó escribiendo bandas sonoras durante los 70 y los 80, por las que recibiría Grammys y Oscars, como el de ‘That’s What Friends Are For’, bajando poco a poco de perfil. Ya no eran los tiempos en que una composición suya sustituía en el número 1 a otra composición suya, pues fue el primer autor que conseguiría este récord en Reino Unido. Pero aún publicaría trabajos interesantes como ‘Painted from Memory’ (1998) para Elvis Costello, y sobre todo fue una referencia absolutamente primordial para gente como Adele, Amy Winehouse o Rumer, con la que llegaría a colaborar.
A pesar de haber sido conocido como autor de grandes clásicos atemporales y bandas sonoras, en los últimos tiempos también realizó una serie de giras en las que llegó a entonar él mismo algunas canciones. A Madrid hace algo más de una década no solo trajo su piano, y varios vocalistas para interpretar temas como «Close to You», sino que él mismo ejerció de cantante en alguna pieza como «Raindrops», portando un modesto look de americana, vaqueros y bambas blancas. Siempre le recordaremos así. Guapo, sonriente, talentoso. El tipo de músico que definitivamente estuvo en este mundo para hacer de él un lugar mejor.