En su carrera en solitario, Fino Oyonarte nos da la ocasión de conocerle en profundidad. Y no es que el artista detrás de Clovis y Los Eterno no fuera antes cercano para cualquier persona que se haya aproximado a la historia de la música indie de nuestro país. Los oficios de DJ y camarero figuran en su biografía de la Wikipedia, junto a los honores de ser aún el bajista principal de Los Enemigos, haber trabajado con Los Planetas, Lagartija Nick y Mercromina, entre muchos otros, y haber sido responsable de la editorial Libros de Ruido.
Pero lo de sus discos está siendo otra cosa. ‘Sueños y tormentas‘ presentaba en 2018 una influencia cristalina de autores de obras mayúsculas -menos indies- como Paul McCartney, Brian Wilson y Leonard Cohen, algo que se confirma en este segundo álbum llamado ‘Arrecife’ en el que habla de la muerte de sus padres, que se ha producido en este lapso.
Y que los nombres propios, las circunstancias y la portada del disco no te abrumen. La gracia de ‘Arrecife’ es que desprende sobre todas las cosas ganas de vivir. El tema que abre, titulado ‘A tu lado’, nos invita a «olvidar todo lo malo», anticipando que «todo lo bueno se acerca por fin». Otro de los singles principales nos habla de ‘Avanzar’, e incluso una canción tan aparentemente tristona como ‘Tempestad’ propone este texto: «bajo la tempestad no me quiero quedar / ni aguantar un día más / es la hora de vivir el momento como si fuera tu último aliento».
Con más ansia incluso que aquel Fernando Alfaro que moría y resucitaba en ‘La vida es extraña y rara‘ (2011), este es un disco de gratitud dedicado «a la memoria de Beli y Salvador». ‘Amor’ es una loa a una mujer que fue «como un pájaro libre, un espíritu abierto, una mujer especial adelantada a su tiempo».
Incluso cuando a Oyonarte le tiembla el pulso, como en ‘Forma de ser’, en la que comienza diciendo que «no encuentra la manera de calmar la ansiedad», suena bastante triunfal. Y es que la grabación se termina levantando como una producción de los Beach Boys o los Beatles de la segunda mitad de los años 60, en parte gracias a la asitencias de muchos músicos amigos, como César Verdú de León Benavente -que también ha ejercido de co-productor-, Alfonso Luna en la batería y percusión, Caio Bellveser en el bajo eléctrico, Pepe Andreu en fliscorno y trompeta, Victoria Parker en el violín, Phillip A. Peterson en el violonchelo, etcétera.
Es este por tanto en cierta medida también un trabajo grupal, en el que ha tenido la suerte de rodearse de viejos amigos, pues Cristina Plaza hace coros en ‘Tan lejos’ y ‘Entre tú y yo’, y Joaquín Pascual toca en esta y en ‘Embarcadero’; y también de guiris que han llegado a tocar con Lana del Rey o Nada Surf (los mencionados Parker y Peterson, aquí a través de Daniel Lorca).
Pero sobre todo es un trabajo confesional, en el que más que los singles beatlianos nos llegan los cortes influidos por Leonard Cohen y Nick Drake, aunque solo sea porque son nombres menos imitados. Es la mejor manera de acercarnos a un artista que lleva pululando casi cuatro décadas por nuestra historia, y que nos regala en ‘Espejo’ el retrato que nos aguarda a todos, el de alguien «serio y viejo», «tratando de evitar al que está al otro lado del cristal».