Como ya ocurrió con la anterior ‘Demasiado viejo para morir joven’ (Amazon Prime), la nueva serie de Nicolas Winding Refn se ha estrenado de tapadillo. Cero promoción en Netflix y mucho me temo que, según están las cosas en la compañía californiana, cancelación antes de tiempo. ¿Quién aprueba estos proyectos para luego pasar de ellos? ¿Demasiado radical para Netflix? ¿Qué esperaban que hiciera NWR? ¿‘Stranger Things’? Ojalá me equivoque y haya segunda temporada. De momento, te damos cinco razones para que no te pierdas esta maravilla.
1. Su hipnótica puesta en escena. A la vez que Ryan Gosling pisaba el acelerador en ‘Drive’, Winding Refn echaba el freno de mano en su cine. A partir de esa película, su forma de mover la cámara se fue ralentizando, las secuencias alargando y los movimientos se volvieron más ceremoniosos y elegantes. En ‘Cowboy de Copenhague’ ha llegado a un punto de extrema depuración. Gran parte de su caligrafía visual está elaborada por medio de lentas panorámicas de 360 grados. Una estrategia formal que resulta muy expresiva, de un fascinante magnetismo, y a la vez enormemente inquietante por el contraste que se genera con los ambientes, situaciones y personajes tan sórdidos y perversos que está retratando.
2. Su fascinante envoltorio visual. A NWR se le puede acusar de manierista, de postureo, de formalista chic. En definitiva, de gustarse. Pero no de falta de talento estético ni de inventiva estilística ni de capacidad para componer imágenes de una potencia visual arrolladora. ‘Cowboy de Copenhague’ es un festín de secuencias de una fuerza iconográfica extraordinarias. La secuencia inicial del quinto capítulo con la pantalla partida en horizontal, la fuga narrativa donde se narra el origen de Miu, la lynchiana huida final por carretera (perdida) del primer episodio, la llegada al restaurante chino… La serie está llena de momentos memorables con lo mejor, lo más estimulante, de la imaginería del director danés.
3. La llamativa mezcla de géneros y personajes. Sobre la base de un sustrato de cine negro posmoderno, con proxenetas, traficantes y todo tipo de matones y mafiosos, Winding Refn abre su relato a territorios temáticos sorprendentes. Hay peleas de artes marciales, asesinos en serie (edípicos, como en ‘Solo dios perdona’), fantasmas, “vampiros”, canibalismo, esoterismo… Dramas familiares, rape & revenge, humor esquinado, cine de acción, fantástico… En este sentido, ‘Cowboy de Copenhague’ es el trabajo más lúdico y con vocación comercial de Winding Refn, muy lejos de la extrema radicalidad y violencia de ‘Demasiado viejo para morir joven’.
4. Su perturbadora y estilizada atmósfera de cuento de hadas. ‘Cowboy de Copenhague’ se puede leer así, como un relato fantástico sobre el bien y el mal. La serie está llena de ambientes sórdidos, personajes desagradables y situaciones llenas de crueldad y miseria moral. Un submundo contra el que lucha -a su particular manera- la protagonista, Miu, un personaje tan enigmático como fascinante, mitad santa mística mitad superheroína. A diferencia de otras películas de NWR, aquí la violencia es más psicológica que gráfica, más elíptica que directa, dejando al espectador espacio para completar en su imaginación las escenas más brutales (atención a esa piara de cerdos). En ese sentido, la serie es más inquietante que impactante.
5. La increíble banda sonora de Cliff Martinez. Se encontraron en ‘Drive’ y ya no se han separado nunca más. La música de sintetizador del compositor neoyorquino se ha convertido en parte fundamental del cine de Winding Refn. Es tan característica de sus películas como sus célebres luces de neón. En ‘Cowboy de Copenhague’ comparte créditos con otros viejos conocidos del cine de NWR como Peter Peter y Peter Kyed, y con Julian Winding, el sobrino del director e hijo de la sex symbol ochentera Brigitte Nielsen. La combinación de la electrónica oscura de Cliff Martinez con temas pop estratégicamente situados en la narración para realzar su carácter irónico funciona tan bien como siempre, ayudando a crear atmósferas, potenciando los significados de la narración e inyectando una hipnótica poesía a las imágenes.