Los discos de Lagartija Nick hace décadas que reivindican figuras y artistas españoles. Desde el seminal ‘Omega’ con Enrique Morente. O sirven para realizar tremendas obras temáticas, ya sea alrededor de la guerra como ‘Los cielos cabizbajos‘ o sobre la pérdida y la memoria histórica (‘Crimen, sabotaje y creación’). Su curiosidad y sus ánimos de expandirse no parecen tener fin. Esta vez el protagonista es Luis Buñuel. El proyecto viene de lejos. El festival de Cine de Albacete, Abycine, les encargó en 2017 musicar películas de Buñuel. Cinco o seis años después, retomaron el proyecto.
‘El perro andaluz’ no es un tratado exhaustivo sobre la obra y vida de Buñuel. Este disco recoge poemas de Buñuel de los años 20, una faceta poco conocida del director maño. Son poemas surrealistas, muy visuales, llenos de imágenes poderosas, en crudo. Lagartija Nick adaptan los versos directamente, apenas sin modificaciones. Para tanto lujo lírico hacía falta otro lujo sónico: el que otorga la producción de El Extintor (David Soler y Marcel Bagés) y las mezclas de Jake Aron (el productor de Manel). Entre todos conciben una producción expansiva, algo grandilocuente (en el buen sentido) y de sonido excelso. Y muy pop: la particular abrasión de Lagartija Nick se dulcifica y nos ofrecen un pop de orfebrería, casi barroco, muy orientado hacia la psicodelia de los sesenta. Y presenta (no sé si voluntaria o involuntariamente) también homenaje a otros maños ilustres: El Niño Gusano.
‘Palacio de Hielo’, la canción inicial, ya es un arrebato muy en la línea de, precisamente, El Niño Gusano. Los fantasmagóricos textos de Buñuel son difíciles de encajar en apariencia, pero Arias lo consigue sin apenas pestañear: “Los charcos formaban un dominó decapitado de edificios de los que uno es el torreón que me contaron en la infancia de una sola ventana tan alta como los ojos de madre cuando se inclinan sobre la cuna”, canta después de una introducción a base de un órgano tipo Hammond, que da paso a una tormenta, a una sucesión in crescendo de bárbaras imágenes que culmina con una descarga final. Así logran una hermosa pieza de pop psicodélico.
Psicodelia que aumenta en ‘Una jirafa/Undécima mancha’, donde saben sacar petróleo de delicada manera. En las canciones hay pocos estribillos, al seguir la estructura de los escritos de Buñuel. Pero los pocos que hay son gloriosos, como en ‘Me gustaría para mí (Las libélulas)’, donde Lagartija Nick nos ciegan con una introducción épica entre fuentes de sintetizadores y la batería de Eric Jiménez, avasalladora, para calmarse aparentemente antes de romper en ese fabuloso “Para que se reproduzcan las libélulas/¡Me gustaría para mí!”. O piezas tan pizpiretas como ‘Bacanal’ (¡aunque debiera llamarse San Bartolomé!), casi Smiths por momentos, pero muy El Niño Gusano también.
La apoteosis “gusanil” son ‘Poisoir Blanco’, con su fanfarria circense, ‘No me parece ni bien ni mal’ y ‘Al meternos en el lecho’. En esta última brilla su puente hecho de sintetizadores mágicos y estrellitas en que todo: instrumentos, letras, quiebros melódicos, incluso la voz de Arias, remeda a la banda zaragozana, para cerrar con un quiebro jotero de lo más folklórico y divertido. Y sirve, además de para añorar a Sergio Algora, para comprobar hasta qué punto él mismo bebió también de la fuente de Buñuel.
Pero no solo cantan a Buñuel. También él pone su propia voz. En ‘Pájaro de angustia’ lo escuchamos hablando de música y entonando un para-pa-pa de jazz, que los Lagartija Nick usan como leitmotiv en un tema amenazador, que oscila entre los trenzados de guitarras más tradicionales, lo épico y el folclor. En ’20 sueños’, la pieza más experimental y surrealista de todo el álbum, Buñuel relata 20 sueños, 20 pesadillas recurrentes, mientras sus palabras se envuelven con un celofán alucinado como colofón y cierre. ‘El perro andaluz’ no solo funciona como homenaje a Buñuel. Fuera de él, es uno de los discos más pop, redondos, accesibles y emocionantes que han parido Lagartija Nick.
Lagartija Nick actúan este viernes 24 de marzo en La 2 de Apolo.