Conocimos a Westerman allá por 2020 con los singles de presentación de ‘Your Hero is Not Dead’, su disco de debut. En realidad, Westerman venía publicando temas desde hacía unos pocos años, pero en el año de la pandemia su single ‘Confirmation’ (publicado a principios de 2018) fue agraciado por el algoritmo y, convertido en su mayor éxito (doblando las escuchas del resto de sus singles), Westerman lo recuperó en su primer álbum, eso sí, en una versión remozada igual de valiosa.
El buen gusto de Westerman para las melodías era patente en ‘Confirmation’ y otros temas como ‘Blue Comanche’ o ‘Waiting on Design’ que lograban ser igual de adictivos que cualquier hit de pop comercial fabricado en un laboratorio. Sin embargo, el confinamiento hizo mella en Will Westerman y su nuevo disco, ‘An Inbuilt Fault’, no es exactamente continuista.
Confinado, triste y solo, Westerman ha hecho un disco de folk expresionista que prioriza la textura a la canción. Su sensibilidad melódica, su personal voz y su afición a experimentar con sonidos y estructuras sigue presente en las canciones de ‘An Inbuilt Fault’, pero el disco funciona ahora mejor como un todo. Sobresalen dos cosas: por un lado, el sonido “terrenal”, orgánico del álbum y, por otro, la producción de James Krivchenia, que, como un disco de Big Thief (banda de la que es integrante), te sumerge en un bosque de sonoridades folk en el que todo instrumento suena con enorme claridad.
El sonido puede ser carnal y visceral, como el de ‘Give’, que abre el álbum poniendo todo el músculo sónico sobre la mesa. La instrumentación de ‘An Inbuilt Fault’, rica, se compone de guitarras acústicas, eléctricas, piano, bajo, violín, trombón, voces autodobladas y, sobre todo, diferentes percusiones que se hacen notar en esta pista y en otras como ‘CSI: Petrolana’, donde también entran sintetizadores. En ‘I, Catallus’, el familiar soft-pop de Westerman se electrifica, en ‘Take’ la exquisitez de los arreglos -con aires jazz- da lugar a un pequeño espectáculo para los oídos, y en ‘A Lens Turning’ la base rítmica se alegra contrarrestando la incertidumbre de la letra.
Porque ahora las historias de Westerman nos llegan preocupadas por el devenir del ser humano y hablan de la pérdida de la identidad, de la complicada vida en Atenas, Grecia, donde vive, o de las dificultades de la vida moderna. Entre desarrollos y jams instrumentales exquisitos se cuelan referencias veladas a Donald Trump en ‘Idol; RE-Run’ o reflexiones sobre la terapia en ‘Help Didn’t Help at All’, en la que Westerman plantea que la “ayuda no me ha servido de nada”, dibujando un escenario de cierta desazón que, en el disco, sí se deja “ayudar” por la extraña belleza de la música.