Lewis Capaldi es divertidísimo. En serio: poneos una entrevista random de Lewis y lo más probable es que terminéis soltando una buena carcajada, o muertos de risa. Sus dotes cómicas son hilarantes y su capacidad para reírse de sí mismo (por ejemplo de su síndrome de Tourette) ha producido grandes momentos. En una entrevista le piden que promocione su disco y él, buscando la cámara, contesta: “No perdáis el tiempo. Es una broma total. No parecía posible, pero es incluso peor que el anterior. Compraos el disco de Ed Sheeran”.
Escuchar ‘Broken By Desire to Be Heavenly Sent’ es descubrir que es obligado tomarse las palabras de Lewis literalmente, aunque él las diga de broma. Es curioso que los títulos de sus discos parecen satíricos, porque las canciones van muy, muy, muy en serio. Ni una gota del sentido del humor, el ingenio o la agudeza de Lewis se filtra en las composiciones. Las máximas de la “gran balada pop” se aplica en (casi) todas ellas, sin sorpresas.
El segundo disco de Capaldi es evidentemente continuista de ‘Divinely Uninspired to a Hellish Extent’, en título y espíritu. “Broken By Desire” también hace gala de una falta de inspiración, pues eso, “infernal”. Los mismos autores, como Nick Atkinson o Edd Holloway, están involucrados. Capaldi sigue perdidamente enamorado o canta con el corazón destrozado. Bien, nos pasa a todos.
Y tampoco es que a Capaldi debamos hacerle el mayor de los vacíos sociales: tres de los singles de “Broken By Desire” han sido número 1 en Reino Unido. Una barbaridad. ’Forget You’ sobresale por su sonido animado y liviano, ‘Wish You the Best’ consigue ser algo más que la enésima ‘Someone You Loved’, y ‘Pointless’ demuestra que a Capaldi el sonido 50s de Stephen Sanchez le sienta bien.
El problema es que (casi) todas las canciones de “Broken By Desire” presentan la misma estructura, la misma idea de melodía sensiblera, el mismo desarrollo épico, el mismo apoyo en el piano más azucarado posible, la misma carga de clichés romanticones, del “quizá sea un tonto por enamorarte de ti” (‘Burning’) al “no tengo miedo de morir si es a tu lado” (‘Pointless’). Excepcionalmente, las guitarras de ‘How I’m Feeling Now’ son hijas del brit pop y los teclados de ‘Leave Me Slowly’ remiten a la nostalgia del primer George Michael o del primer Prince.
Pero son eso: excepciones. La mayoría de pistas “Broken By Desire” no se salen del molde y, sobre todo, exhiben una ambición desmedida de alcanzar la punta del Everest del melodramatismo pop, además tomándose a sí mismas tan en serio que no puedes evitar echar de menos que la genial personalidad de Capaldi se haga notar un poco más en las letras. Una canción, por ejemplo, ‘Haven’t You Ever Been In Love Before?’, puede parecer una monada escuchada de manera individual. Todas seguidas se atragantan, te aplastan con un alud emocional del que es imposible salir con vida.
Solo en pequeños destellos la auténtica vulnerabilidad de Capaldi parece atravesar sus nuevas composiciones. Cuando sufre por una relación romántica separada entre Glasgow y Los Ángeles, o cuando observa su falta de autoestima (“me pongo máscaras porque no me gusta la cara que hay debajo”), da la sensación de que Capaldi no se está limitando a interpretar tópico tras tópico sin darles una vuelta. Pero el repertorio de “Broken By Desire” hace una renuncia total a la imaginación.