Los hermanos Brian y Michael D’Addario conforman uno de los grandes grupos revivalistas de nuestra generación. Y no estoy hablando de los que miran al grunge o al drum&bass de los 90, o al eterno synth-pop ochentero: ya tenemos demasiado de eso, pero muchas gracias. The Lemon Twigs se miran en la década de los 60 y los primeros 70. Les gustan aquellos años más incluso que a Adele. De hecho, este cuarto álbum no es una evolución sino más bien una regresión. El componente glam se ha desvanecido de su música, y prevalecen las composiciones que podrían ser de Burt Bacharach o la primera Carole King.
Su nueva gran obra maestra es ‘Corner of My Eye‘. Por si la sola idea de mirar a alguien con el rabillo del ojo no fuera suficientemente retro, en estos tiempos de absoluto descaro, las armonías vocales son las más celestiales que escuchamos, por lo menos, desde el debut de Fleet Foxes. Una constante en este disco que precisamente se llama ‘Everything Harmony’. Atención al final de ‘In My Head’, una canción más indie pop que podrían haber compuesto The La’s o Teenage Fanclub; o al de ‘Every Day Is the Worst Day of My Life’, un tema cuya letra se recrea en su título y poco más, y precisamente por eso resulta tan cuco. Que no cuqui.
Si en los discos anteriores, la principal crítica que podíamos hacer a The Lemon Twigs es que fueran demasiado raros, que estuvieran demasiado apegados al underground sin motivo, cuando su música estaba gritando «¡CLASICISMO!», ese componente bizarro ha desaparecido casi por completo. Este álbum no es una ópera que cuente la historia de un mono como lo fue ‘Go to School‘, ni cuenta con textos tan extraños como algunos de ‘Songs for the General Public‘, cuyo título parecía irónico cuando nos hablaba de incesto.
En ese sentido, The Lemon Twigs dejan atrás las comparaciones con colegas como Foxygen o MGMT, en favor de otras más universales como los primeros Bee Gees, The Beach Boys o The Beatles. Esto último muy evidenciado por ejemplo en las cuerdas del tema titular. Si a veces nos viene a la mente gente como R.E.M. (sobre todo cuando cantaba Mike Mills) o los mencionados The La’s, es por lo que a estos les inspiraba la música pop de los 60. Algo a lo que The Lemon Twigs no miran con ironía, y por fin lo demuestran. Por eso su público ha dejado de escuchar su antigua obra y ya solo tiene oídos para ‘Everything Harmony’.
Aunque en algún caso aislado, la composición y la producción tampoco es que sea la de Phil Spector, son muchos los temas y los arreglos que nos levantan de la silla, nos emocionan, o ambas cosas a la vez. El disco se abre con una gran canción a la hoguera, ‘When Winter Comes Around’, que nos habla de la caída de la hoja, del invierno, e incorpora una segunda parte con distorsiones y teclados. El aire a salón de baile de ‘What Happens to a Heart’ que tiene gracias a su clavecín, se viene arriba con un estribillo a la altura.
‘Born to Be Lonely’, que empieza como una balada a la trompeta, cambia de ritmo solo para reclamar una cosa tan tontorrona como «No he nacido para estar solo / Necesito un nuevo amor que me mantenga vivo». Y ‘Ghost Run Free’ eleva un disco que lucha por mantenerse arriba durante 48 minutos sin tropezar. Y casi lo consigue. Olvídate de indie o no indie, underground o todo lo contrario, esta canción te gustará si te gustaban las canciones buenas de Sixpence None the Richer. Y eso es un elogio por aquí.