A James Ford le debemos la producción de muchos discos que no hemos olvidado (‘AM’ de Arctic Monkeys), que nunca olvidaremos (‘What’s Your Pleasure?’ de Jessie Ware) o que sí hemos olvidado un poquito (‘Myths of the Near Future’ de Klaxons, ganador del Mercury Prize). Su excelente trabajo con The Last Shadow Puppets, Florence + the Machine o Foals le ha llevado al Olimpo de la producción musical y hasta leyendas como Depeche Mode o ahora Pet Shop Boys han contado con él. ¿Alguien recuerda que, además de todo esto, Ford es integrante de Simian Mobile Disco?
Curiosamente, el único de todos estos nombres que tiene una mínima relevancia en el contexto de ‘The Hum’ es Simian Mobile Disco: con Jim Shaw, su compañero de dúo, enfermo, y sin posibilidad de salir de gira, Ford ha cogido el toro por los cuernos, se ha construido un estudio en la buhardilla de su casa y ha grabado un disco él solo, sin colaboraciones, con la música que simplemente le “ha salido” de dentro.
Esa música no tiene nada que ver con la de los artistas con los que Ford ha trabajado o con la del grupo que le dio a conocer. En ‘The Hum’ Ford visita directamente otro planeta y él mismo crea la música que le gusta escuchar por placer, cuando no está produciendo a las estrellas, como nos explica en una entrevista: aquí hay mucho de Brian Eno solo o con Robert Fripp, de Can, de Soft Machine, de la escena de Canterbury. Y más cosas hay porque el disco es rico en sonidos e influencias: Ford toca hasta 18 instrumentos en él. Tan personal es ‘The Hum’ que James Ellis Ford lo firma con su nombre completo.
Con un equipo instrumental que incluye diferentes teclados y sintetizadores y otros instrumentos como la flauta, el violoncello, el saxofón tenor, el clarinete bajo, el dulcémele y varios instrumentos vibráfonos parecidos al gong o al cuenco tibetano, además del típico conjunto de guitarra, bajo y batería, Ford entrega un disco que es toda una excursión sonora, además grabada en analógico, que se presta a degustarse poco a poco, y que le sirve para volcar en las letras sus preocupaciones sobre el futuro de la humanidad o la muerte.
El baile de flautas de ‘Pillow Village’, una de las pistas más incluidas por el prog, es uno de los primeros momentos destacados. Pink Floyd son una influencia evidente en ‘I Never Wanted Anything’, aunque quizá ellos no habrían escrito una canción de amor paternal que roza lo cursi cuando Ford canta sobre levantarse y dar de comer a los pájaros porque “a veces no necesitas más que eso”. Si nada de esto parece un lanzamiento de Warp Records, la mejor canción del disco, ‘Squeaky Wheel’, incorpora un dulcimer picado y podría ser de Brian Eno, otra de las grandes influencias del álbum.
El uso de los instrumentos en ‘The Hum’ rara vez es virtuoso (el propio Ford lo reconoce) y él no es un vocalista especialmente dotado, pero lo bueno de ‘The Hum’ es que el viaje nunca cae en el tedio. Ahí aportan mucho las canciones que más sorprenden por sus influencias: ‘The Yips’ se anima con un groove robusto a lo Can y, sobre todo, con una seductora melodía oriental inspirada en el catálogo de Habibi Funk. La mujer de Ford es medio palestina y Ford ha querido dedicarle un momento en el álbum. ‘Caterpillar’, por su lado, es una bestia de funk rock que eleva el disco definitivamente con la entrada de una sorprendente melodía de órgano.
Con piezas más ambientales como el drone de ‘Tape Loop #7’ (todo una alfombra mágica auditiva) o ‘Emptiness’, Ford completa un estupendo trabajo de exploración sonora, uno en el que, con gran sensibilidad, el británico investiga los atípicos sonidos con los que se ha criado. Él cuenta que de niño era un poco «outsider» y que su padre le compró una copia de ‘Bleach’ de Nirvana para que se pusiera un poco al día, pero en ‘The Hum’ a Ford no le hace falta seguir ningún camino más que el suyo propio.