Lucinda Williams sufrió un ictus en noviembre de 2020. Como secuela, la movilidad del lado izquierdo de su cuerpo quedó comprometida, lo que le impedía tocar la guitarra. Pero Lucinda no se amilanó. Reemprendió su gira inmediatamente. Publicó su autobiografía ‘No compartas con nadie los secretos que te conté’ (Editorial Liburuak editorial). De este magma vital -autobiografía, las ansias de volver a salir a la carretera, la enfermedad, el encierro pandémico, la depresión siempre acechando- surge ‘Stories from a Rock N Roll Heart’.
Lucinda, más que recordar historias o anécdotas concretas, certifica su personalidad y sus anhelos: el de ser cantante, el tocar como forma de vida, el afán de superación. Un resumen de su ser, de su sentir. ‘Stories From a Rock N Roll Heart’ gira básicamente sobre el deseo de volver a tocar, sobre la música que le llena. Y lo plasma en un disco de buen rock ‘n roll clásico norteamericano, sin epítetos añadidos, sin reversos ni dobleces, sota caballo y rey. Nada original. Pero con la fuerza, la convicción y personalidad que les imprime Lucinda, con su voz de ahora rasposa pero igualmente apasionada y junto con el poderío instrumental de la banda, lo sube a otro nivel, lo eleva.
La inicial ‘Let’s Get the Band Back Together’ marca el tono. Es un clásico de “carretera”, con la banda sonando como si estuviera tocando en un garito, mientras Lucinda anima al grupo a ponerse en marcha, a pesar de todas las vicisitudes. Es un tema que recuerda tanto a los Rolling Stones como a los Faces. Y si en algún momento Lucinda remite a Bruce Springsteen, ¿por qué no invitarlo, a él y Patti Scialfa, en ‘New York Come Back’? Entre todos, consiguen un tiro de pura energía propio del Bruce más optimista.
El brío domina el álbum, pero también hay lugar para la nostalgia en ‘Last Call for the Truth’ o en ‘Jukebox’, con la participación de Angel Olsen. Es una bonita oda casi country a un bar que tiene el mejor jukebox de la ciudad. Allí Lucinda alivia sus penas, doblemente prisionera por las secuelas del ictus y las restricciones del COVID: “Gracias al bar de la esquina, tan cerca que no necesito coche (…) Y ahora sé cómo calmar mi corazón solitario con Patsy Cline y Muddy Waters”.
Poco le dura la nostalgia a Lucinda, ya que enseguida regresa a la energía springstiniana en ‘Stolen Moments’, donde la banda imprime un estupendo desenfreno instrumental. Y para certificar todo este poderío, Springsteen y Scialfa regresan en ‘Rock N Roll Heart’, la canción-insignia del disco: un bonito himno sobre descubrir el poder de la música. También hay sitio para la reivindicación en el amargo blues ‘This Is Not My Town’, con Margo Price. Así, el álbum discurre de manera clásica y ardorosa. Sólo en ‘Hum’s Liquor’ pesa demasiado la sensación de estar escuchando algo ya manido.
El último tramo es donde asoma la Lucinda crepuscular, donde se escurre toda su melancolía, el anhelo de volver a la carretera, a tocar, a componer. ‘Where the Song will Find Me’ tiene un hermoso estribillo elevado por esa voz algo estropeada, pero doliente y emocionada de Lucinda. Y cierra con la declaración de principios ‘Never Gonna Fade Away’: Lucinda muestra su vulnerabilidad, su lucha contra la depresión, la enfermedad y las circunstancias adversas, pero también su coraje. Nada logrará parar su corazón de rock ‘n roll.