Trece añazos hacía que Bret Easton Ellis no publicaba una novela. Trece años en los que ha publicado sus memorias gruñonas ‘Blanco’ (Random House), no ha parado de azotar a la cultura woke y el neopuritanismo en las redes, ha intentado (infructuosamente) levantar su debut como director de cine, ha escrito varios guiones -destacando el de la fallida ‘The Canyons’ (2013), con un Paul Schrader en horas bajas y una Lindsay Lohan terminal-, ha dirigido la (inadvertida) serie ‘The Deleted’ (2016) y ha editado ‘The Shards’, un podcast de ficción que es el origen de su última novela.
‘Los destrozos’ (Random House) ha sido una sorpresa. Easton Ellis parecía un autor del “pasado”, un señor cascarrabias de la generación X (un poco como Chuck Palahniuk) a quien el cambio de siglo y de los tiempos no había sentado demasiado bien (la acogida de sus últimas novelas, ‘Lunar Park’ y ‘Suites imperiales’, no fue muy entusiasta que digamos).
Por eso, cuando leí la sinopsis de su nueva novela –la historia de una pandilla de niños ricos californianos en su último año de instituto (1981), que verán cómo su mundo se trastoca con la llegada de un nuevo alumno, tan guapo como misterioso, y la aparición de un asesino en serie- me temí lo peor: ¿un regreso a los 80, a los pijos de ‘Menos que cero’ y la violencia asesina de ‘American Psycho’? ¿Otra explotación nostálgica ochentera para hacer caja?
Pues no. ‘Los destrozos’ está ambientada en los 80, sí. Y está protagonizada por jóvenes blancos privilegiados de Los Angeles, también. Hay mucho lujo, muchas drogas, mucho sexo explícito, ultraviolencia. Hay canciones icónicas (‘Vienna’, de Ultravox), películas emblemáticas (‘El resplandor’), libros (Joan Didion), marcas de artículos caros. Y hay un psicópata asesino, el “Arrastrero”, y una secta mansoniana haciendo de las suyas por las zonas residenciales del Valle de San Fernando. Y hay nostalgia. Muchísima.
Pero ‘Los destrozos’ no está escrita de manera complaciente. Como suele ser habitual en las obras de Ellis, la trama es mínima. Lo que le interesa al autor es el estilo, la atmósfera, la recreación de un tiempo, de una clase social, de un zeitgeist determinado, de un estado de ánimo. Aquí juega magistralmente con los temas y géneros. Mezcla la autoficción (está narrada por un escritor llamado Bret que recuerda su adolescencia, cuando estaba escribiendo ‘Menos que cero’), la novela de aprendizaje, el drama de instituto, la sátira social, el relato de misterio, el terror slasher, el erotismo, la metaficción…
Articulada por medio de un gran flashback, la novela está narrada a través de un magnético monólogo interior, una primera persona (poco fiable) que relata su progresiva bajada a los infiernos. Un doloroso y paranoico viaje con perturbador misterio al fondo (la trama noir es la que “tira” de la novela, la que hace que pasemos páginas como si estuviéramos leyendo al Stephen King de los 80), impulsado por la represión emocional (homosexual), la soledad familiar, el tedio existencial y la angustia vital. Un camino de iniciación que es también un homenaje de Ellis, a la manera de Tarantino en ‘Érase una vez en… Hollywood’ (2019), a la ciudad de Los Angeles de su juventud.
Los derechos de la novela los ha comprado HBO para hacer una serie (son casi 700 páginas). Y parece que la adaptación la va a dirigir Luca Guadagnino, quien ya realizó para la plataforma la serie ‘We Are Who We Are’ (2020). ¿Hará un destrozo, como con el remake de ‘Suspiria’ (2018), o una maravilla como la adaptación de ‘Hasta los huesos: Bones and All’ (2022)?