La Sala La Paqui, previamente conocida como Sala But, acogió en Madrid una de esas veladas que rondarán la cabeza de los asistentes durante mucho tiempo. A las 8 de la tarde comenzó su set la cantautora catalano-irlandesa Núria Graham. Con tan solo ella en el escenario y acompañada de un teclado y una guitarra, la artista presentaba sus delicadas composiciones folk creando un espacio íntimo y acogedor. Esta intimidad solo fue interrumpida por los ruidos de quienes fueron llegando progresivamente, algunos mucho más escandalosos de lo que deberían, aunque esto no impidió que canciones como ‘Fire Mountain Oh Sacred Ancient Fountain’, de su último disco, sonaran realmente bonitas. Graham se declaró “tan fan de Weyes Blood como todos los que estábamos allí” y dio las gracias por tener la oportunidad de ser su telonera.
A las 9, Natalie Merling salió junto a su banda con un vestido blanco que, si bien no era el mismo que el de la portada de su último álbum ‘And In The Darkness, Hearts Aglow’, iba muy en consonancia con esa estética. La cantante saludó con un elegante “Good evening” y, acto seguido, comenzaba su espectáculo con ‘It’s Not Just Me, It’s Everybody’, sirviendo de alguna manera como un punto de conexión colectiva. Su clasicismo evocador y su imponente voz, que parece sacada de otra época, contrasta con una presencia en el escenario casi etérea, como de hada mística.
La puesta en escena era discreta pero tremendamente efectiva. Al lado de la batería había un simple candelabro con unas velas (falsas, claro), y detrás de los músicos, un proyector. La atmósfera que crea con esos pocos recursos -y un excelente uso de las luces- es embriagadora. La voz de Merling llegó a cada centímetro de la sala como una brisa cálida, la instrumentación la acogía y se fusionaba con ella con plena delicadeza. Para ‘Children of the Empire’, sacó una guitarra y, de pronto, Weyes Blood ya no era solo una cantante de pop barroco, sino que se transformó en una estrella del country de los años 70.
El público no cantaba desenfrenado sus canciones porque se sentía prácticamente un delito gritar por encima de algo tan bello, pero toda la sala estaba hechizada y entregada a las potentísimas interpretaciones vocales de la artista y al ambiente tan mágico que creó desde el principio.
Merling anunció que viajaríamos un momento al pasado y cantó ‘Diary’, uno de los cortes más destacados de su álbum de 2016 ‘Front Row Seat to Earth’. Por si no estábamos lo suficientemente embelesados, ‘God Turn Me Into a Flower’ nos dejó mudos y temblando. No solo es una de las mejores canciones que Merling ha hecho nunca, sino que en su versión en directo logra hacer de ella una experiencia absolutamente inolvidable.
Antes de comenzar, bromeó con que íbamos a asistir a la premier en España del videoclip de la canción (que ha salido hace una semana), indicando que durante su actuación lo proyectaría en la pantalla que tenía detrás. Así, el vídeo, lleno de imágenes de películas antiguas, se reproducía mientras la voz de Weyes Blood inundaba cada rincón de la sala y permeaba en cada uno de los asistentes creando uno de los momentos más hermosos e hipnóticos imaginables en un concierto. Nada más terminar la canción, sin dejar demasiado espacio, pasó a la siguiente, nada menos que ‘Andromeda’, otro de los grandes pilares de su obra que también sonó espectacular y emocionante.
Además de esos momentos de intensidad, hubo espacio para el humor, especialmente en sus interacciones con el público. Se ha puesto de moda entre los fans de Weyes Blood darle DVDs en los conciertos. El primero de la noche llegó justo después de que recogiese un ramo de flores de un fan. Fue ni más ni menos que ‘Torrente’ de Santiago Segura. Merling la mostró a la audiencia, que se carcajeaba, y preguntó: “is this like the hot shit or what?”. Ojalá la vea y juzgue por sí misma.
Muchos más DVDs llegaron más tarde, cuando la cantante expresamente preguntó si alguien tenía alguno más para ella. Entre ellos: la española y exigente película de autor ‘Finisterre’, ‘Twin Peaks’, ‘La sombra de la duda’ de Hitchcock o ‘Mulholland Drive’. Con esta última contó una anécdota de cuando tenía 12 años y fumó marihuana por primera vez con unos chicos en un arroyo. Se bañaron y después, con la ropa mojada, decidieron meterse al cine fumados a ver una película. Esa película fue ‘Mulholland Drive’, y en sus palabras, su vida no volvió a ser la misma.
Cuando encadenó “Everyday” y “Twin Flame” llamó a esa parte de su set, irónicamente, por supuesto, “el momento rave” e invitó a que la gente bailara hasta darlo todo con los “parapapá” de la primera. En la preciosa ‘Hearts Aglow’, reprodujo la portada de su disco y se le iluminó la luz que tenía debajo del vestido a modo de corazón.
La conmoción llegó una vez más con ‘Movies’, donde volvió a usar el proyector para poner un montaje de películas mientras cantaba creando otro momento de belleza hipnótica que te sacude por dentro como un huracán. Después de esto, la banda se retiró y volvió para ‘Something to Believe In’, donde se hizo una encuesta sobre si creíamos o no en la astrología; y ‘Picture Me Better’, esta última con solo Merling en el escenario, culminando con un momento íntimo y haciendo gala nuevamente de su maravillosa voz. Se despidió agradecida y abandonó el escenario. Y allí nos dejó, con la piel erizada y con nuestros corazones brillando en la oscuridad.