Música

OT Gala 7: Poligoneo de lujo

Cuando Operación Triunfo se estrenó hace 22 años, ser de barrio no era algo de lo que nadie se enorgulleciera particularmente. Estopa todavía era una extravagancia (y jamás se cantaron sus canciones en OT, en parte porque se los consideraba un fenómeno aislado que solo podían sacar adelante ellos). Haber crecido en un barrio no era tanto un emblema de identidad como una circunstancia que te ocurría. Pero les estaba ocurriendo a millones de personas y en 2007 Bigas Luna, ante las críticas de los cinéfilos más elitistas que le acusaban de haberse rebajado intelectualmente con ‘Yo soy la Juani’, advirtió de que el poligoneo no solo era una cultura por derecho propio sino que marcaría la próxima revolución cultural. Nadie le tomó en serio. Cuando OT se estrenó hace 22 años la mejor actuación de la gala 7 fue una versión de Serrat (Lucía). En la gala 7 de anoche, la mejor actuación fue una canción que dice: “Está caliente y al dente la desayuno, esa lady es como Flash a gas va duro”.

En aquella primera edición las canciones más modernas eran de Chayanne o M Clan, pero en la edición actual solo llegarán a la final aquellos concursantes capaces de ametrallar «Que quiero comerte to eso completo, de ese culo me volví un teco” sin bajar la mirada de la vergüenza. Lejos quedan valoraciones como la de Risto Mejide a Sandra, que a menudo ridiculizaban su clase social (“Sigue lavando cabezas en la peluquería”, “Más que cantar en inglés, has cantado con las ingles”), porque si esta edición está dejando algo claro es que la cultura de los márgenes ha asaltado el mainstream definitivamente.

El problema es que los concursantes no son traperos antisistema que han tenido que pasar penurias hasta llegar a lo más alto de Spotify. Ni siquiera son como los concursantes de las primeras ediciones, que tenían callos en las manos de cantar en la calle, en bares vacíos o en orquestas. Los de ahora, como mucho, han cantado en vídeos de Instagram, lo cual no es mejor ni peor pero sí muy distinto. Además, son tan jóvenes que la mayoría no han tenido tiempo de intentar abrirse camino en la música. Para muchos de ellos, OT es su primera intentona. Y se nota. Falta hambre, como le dijo Buika a Juanjo, falta rabia por vengarse de todos los que no creyeron en ellos y faltan agallas para atreverse a jugar al todo o nada. Lo que hay, a cambio, es un programa lleno de gente muy simpática que canta muy bien.

La jurado invitada de la semana fue Rozalén, que animó a los chavales a “disfrutar”. Claro que sí. Y que sean muy amigos de sus amigos. Por otra parte, como si hiciera falta que les animasen a disfrutar. Si se lo están pasando bomba. Chenoa arrancó la noche con su habitual ronda de preguntas retóricas al jurado. “Pablo, ¿veis seis finalistas ya?”. “Es difícil”, respondió él como cada semana, “va cambiando”. Chenoa continuó con Cris Regatero: “¿Tenéis favorito?”. “Cada lunes hay sorpresas”, respondió ella, “cada lunes puede pasar cualquier cosa”. Es normal que estos diálogos resulten anodinos, están ahí para ir entrando en calor, ¿pero no podrían ser un poco más originales? Aunque tampoco hay que pasarse de original, como Buika cuando exclamó “en lenguaje inclusivo”: “Sabrosura para la cabeza y gozadera para la cuerpa”. Claro que si Buika no se ha aprendido el nombre de la mitad de los concursantes en siete galas para qué va a molestarse en entender qué es exactamente el lenguaje inclusivo.

Chenoa llevaba un look de pantalón y top palabra de honor plateados tan reflectantes que si te fijabas bien podías ver reflejada a Rozalén componiendo tres canciones distintas sobre dar un pellizco en el alma en lo que duró la gala. Resulta curioso que Chenoa se vista de 2k fashion cuando ella vivió los 2000 literalmente y antes la habrían encontrado muerta que con un palabra de honor plateado (ni que fuera ella Nika), pero los ciclos de la moda se han acelerado tanto que ahora te da tiempo en una sola vida a ponerte toda la ropa que te dio apuro llevar cuando te tocaba por edad.

“Esto va muy rápido”, señaló Chenoa, “a velocidad de crucero”. ¿Qué crucero va rápido? ¿El de Megalodón? Sin darse cuenta, Chenoa describió a la perfección el desarrollo de esta edición, que efectivamente va a velocidad de crucero: está siendo satisfactoria en líneas generales pero carente de actuaciones descarnadas para la posteridad. En otras ediciones a estas alturas ya habían ocurrido ‘Creep’ de Virginia o ‘La llorona’ de Alba Reche. Claro que, para que eso ocurra, el reparto de temas tiene que salir de su zona de confort y dejar de buscar inspiración en el algoritmo de Spotify.

Chiara desde luego no tiene previsto moverse de su zona de confort. Le va genial ahí acurrucada. En ‘The Climb’ cayó en todos los trucos que los profesores intentan quitarle: los ojos cerrados todo el tiempo, el abuso de la voz ralentizada y el vibrato decorativo y los brazos haciendo aspavientos sin venir a cuento como si estuviera en ‘Lluvia de estrellas’. Cantó la canción, pero no la contó. Luego le dijeron que todo fenomenal, que bravo y que enhorabuena. Así que la semana que viene hará lo mismo. La capacidad de OT para adaptarse a la evolución de la sociedad es incomparable con ningún otro programa de televisión y es uno de los principales motivos por los que sigue tan vivo 22 años después, pero da la sensación de que la actual sensibilidad de la opinión pública ante la salud mental hace que los profesores eviten poner firmes a los concursantes por miedo de que les acusen de hacerles bullying. Porque muchos espectadores de OT creen que llevar la contraria es bullying. Así que esta edición está marcada por la amabilidad, el optimismo y las buenas intenciones. Pero tiene que haber un término medio entre Risto Mejide diciéndole a Israel “La semana pasada te llamé disminuido vocal y hoy te quiero pedir perdón… perdón por lo de vocal” y que Martin Urrutia se pegue las vacaciones que se está pegando a costa de Amazon.

Violeta cantó ‘Blue Lights’ (con un fondo, claro, de luces azules) dándole un rollo casi jazz. La cantó desde un lugar de decepción. Mientras en ‘The Climb’ Chiara parecía una niña que no había vivido ninguna de las dificultades sobre las que cantaba, Violeta parecía una mujer con tres divorcios a sus espaldas que regalaba consejos en plan: “Salvaos vosotros, yo me quedo aquí con estos manguitos que he rellenado de lexatines”. Los looks de Violeta, Chiara y Chenoa tenían tanto plástico metalizado que cuando se sentaron en el sofá parecían una versión yasssificada del cubo de reciclaje amarillo. Menos mal que ninguna se sentó cerca de Ruslana, porque las habría carbonizado con su fuego.

Pocas actuaciones de OT, por no decir ninguna, se la han jugado tanto durante sus primeros segundos como la de ‘Bzrp Music Sessions Vol. 45’ (quién le iba a decir a Chenoa que 22 años después iba a presentar OT y que iba a tener que pronunciar palabras como “Bizarrap” o “Ptazeta”): Paul empezó gruñiendo como un animal y Ruslana le respondió con un delirante “rrrrrrrrr” desde el público (tenía detrás a un grupo de chicas con gafas que parecía que estaban posando para la orla). Si ese arranque salía mal, todo se desmoronaría detrás. Pero salió bien y dio paso a la mejor actuación de la noche y de la edición. Y salió bien porque Ruslana y Paul no tienen miedo a hacer el ridículo. Eso es lo que le hace falta a esta edición: sentido del riesgo.

Ambos entendieron que su actuación requería comedia, pero a la vez se la tomaron muy en serio. Abrazaron una actitud de flipados con semejante chulería que en cualquier momento podrían ganar un Grammy Latino o atracar a Pablo Rouss. También entendieron que la canción requería un choque de piezas constante: ninguna nota, ninguna dicción y ningún paso debía ser igual que el anterior. De repente rapeaban, de repente iban a cámara lenta, de repente gritaban. La canción era suya. Ruslana se paseó cerca del jurado mientras un bailarín le ponía el culo en la cara a Buika (ella ni se inmutó, porque Buika solo te va a dar memes cuando a ella le salga del coño) y revolucionó cada centímetro de ese plató con la energía vacilona de las Spice Girls en el vídeo de ‘Wannabe’ si las Spice Girls acabasen de salir de la cárcel.

Ruslana estuvo makinera, sobreactuada y barroca. En ningún momento pareció estar contando los pasos. Sencillamente estaba ahí, presente, y consiguió que pareciera que le salía de manera natural algo que sin duda es resultado de muchas horas de trabajo. Cuando dijo “Flow”, parecía que la canción estaba siguiendo sus órdenes. Y cuando gritó “De Canarias a Graná” se convirtió en la ganadora de OT2023. Un triunfo que se debe a que Ruslana es, con mucha diferencia, la concursante más excitante de la edición. La que más ganas tiene todo el mundo de ver actuar cada lunes después de encadenar ‘Salvaje’, ‘SloMo’, ‘I Put A Spell On You’ y ‘Criminal’. La visita de Aitana reveló que Ruslana duerme en la misma cama que ella hace seis años. Así que ya pueden ir calentándole el Bernabeu.

En su visita, por cierto, Aitana decidió hablar con acento español para aconsejarles a los chicos que se fueran a Los Ángeles a componer sus propias canciones. Así de fácil. Como si Los Ángeles estuviera en Parla. Y qué manía con componer sus propias canciones. ¿Qué tienen los artistas actuales en contra de ser simplemente buenos vocalistas? Edith Piaf, Frank Sinatra, Barbra Streisand, Whitney Houston o Julio Iglesias jamás necesitaron componer para emocionar a generaciones enteras. Si bien es cierto que la industria musical actual no permite que surjan compositores (antes se vendían tantos discos que un compositor podía vivir de las canciones no-single y así ganar tiempo para componer hits, hoy las canciones se componen mediante engranajes de fábrica), pero la mayoría de cantantes de OT han sepultado su carrera en cuanto han decidido que también eran compositores. El momento más entrañable de la visita fue cuando Aitana dijo que Amaia y ella eran muy traviesas y que estaban para que les hicieran un reality. Eh… ya os lo hicieron, Aitana.

Con ‘La nave del olvido’, Juanjo hizo la mejor actuación de la historia de La voz. Para alguien que lleva toda su vida intentando salir en televisión, Juanjo no parece particularmente ilusionado de estar ahí. Una frase tan cursi, tan patética y tan triste como “espera un poco, un poquito más” (antes de dejarme) pedía desesperación, horterismo y raphaelismo, pero Juanjo las cantó todas igual. Vocalmente perfecto, sí, pero no interpretando la letra. Solo interpreta para el encuadre de la cámara.

La escenografía de ‘Sweet But Psycho’ fue la mejor de la noche: dos paredes rosas acolchadas como si Naiara y Bea estuvieran en el manicomio de ‘Barbie

‘. Pero cada una estaba en una actuación distinta. Mientras Naiara se restregaba contra su pared como si fuera el torso de Rafa Mora, Bea cantaba con cara de pánico genuino a morir aplastada en directo. Naiara no supo adaptarse a la canción y se empeñó en abrirse constantemente la americana (para ella esa americana oversize es un burka) en plan “no os vayáis a olvidar de estas mamis”. Bea, por su parte, llevaba un traje que la odiaba. Iban tan diferentes que parecían una madre y una hija que habían ido a El diario de Patricia a limar sus diferencias.

Faltó energía, faltó gracia y faltó coreografía. En el caso de Bea, parecía estar deseando que se acabase la canción. Y los bailarines no ayudaban: en esta edición el cuerpo de baile es tan eléctrico que sus acrobacias hacían que Bea y Naiara pareciesen las señoras de la limpieza del manicomio. Anoche el concurso trató a Naiara como lleva siete galas tratando a Bea y ambas se vieron superadas por unas armonías extrañísimas que además quedaban dispersas por culpa de las voces pregrabadas que hacían que costase distinguir cuándo cantaba cada una. El flequillo de Naiara le hacía parecer la prima de Cris Regatero que estudia ADE, pero al menos intentaba atraer la atención al resto de su cuerpo. Bea, simplemente, vive disociada. Es como si todavía siguiera pensando en qué salió mal en ‘Peces de ciudad’. Hay una realidad alternativa en la que Bea conmocionó al público en aquella gala 4 y en esa realidad alternativa Bea lo está petando semana tras semana. Pero es que mentalmente se quedó ahi, sentada al piano con los hombros encogidos. Al terminar, Chenoa las recibió diciendo “queens del baile y del psycho”, confirmando que a estas alturas ya se limita a decir palabras según le vienen. Chenoa le preguntó a Bea si le apetecía volver a cantar en solitario y Buika sin duda pensó: “Tranquila Mimi, la semana que viene te toca”.

Los vídeos de Naiara ensayando su pronunciación recordaron a los mejores momentos de David Bisbal o Manu Carrasco chapurreando en inglés, porque en España nos gusta mucho reírnos de la gente que pronuncia mal en ingés y también de la gente que lo pronuncia bien. En España es muy difícil ganar. Ese momento de Naiara estudiando llamó la atención porque en esta edición los vídeos se centran exclusivamente en los ensayos musicales. Vale que no hace falta hacer como en otras ediciones y ponerles vídeos de sus ataques de pánico justo antes de salir a cantar, pero lo cierto es que los espectadores que no ven el 24 horas o los vídeos que se viralizan en redes, es decir, los espectadores cuyo consumo de OT se limita a las galas, no están conociendo apenas a los concursantes.

Martin cantó ‘Tenía tanto que darte’ subido a una luna gigante como un niño en el Imaginarium. La actuación parecía sacada de Telepasión pero sin el encanto kitsch. Su look consistía en una americana, una falda y unos pantalones. ¿Por qué no dejarle solo la falda? Con tantas capas parecía una fregona con bigote. Seguro que su actuación les encantó a los gays de 45 años que tienen un tatuaje de El principito, pero lo cierto es que esta semana los profesores dejaron que Martin se relajara (es que hablaron sobre el tema abiertamente y todo), llegaron a asegurarle que “estaba genial de actitud” y al final tanta relajación se notó. Es como si se sintieran mal por haberle hecho ensayar tanto para Alors On Dance’. ¿Por qué iba a esforzarse Martin si se pasaron toda la semana diciéndole que lo estaba haciendo genial? En su actuación hubo cero riesgo, cero intención y demasiados trucos manidos: ¿A qué venía su media sonrisa de siempre en una canción tan amarga? ¿Por qué alargaba las notas, cuando la canción pide notas cortas, para lucir una voz que, por cierto, no tiene? ¿Por qué demonios estaba tan contento mientras cantaba sobre una tragedia? Pues porque es Martin. Y eso, aparentemente, será suficiente para llevarle a la final sin despeinarse.

Y encima después llegó Álvaro Mayo. Una versión voguing de ‘Please Don’t Go’ era su momento para dar un puñetazo encima de la mesa, pero el estilismo intentó sabotearle por todos los medios. No solo llevaba una americana que no se pondría ni Maialen, sino que, además, le alisaron el pelo con la raya en medio, quizá con la intención de que pareciera Nick Carter de Backstreet Boys pero dejándole como a Luismi de Compañeros. ¿Por qué a él no intentan ponerle sexy? ¿Por qué no le animan a que encuentre su propio sexy? El voguing inicial fue la bomba, pero prometió una actuación explosiva que nunca llegaría. El resultado fue una actuación de momentos. Cuando hacía voguing cobraba vida y, en cierto modo, hacía historia en OT (un programa en el que Javián se quejó cuando le pusieron una camiseta ajustada con una flor que “no le representaba”): en cuestión de segundos, Álvaro llevó al concurso a cotas inéditas. Pero, de nuevo, el cuerpo de baile era tan extraordinario que evidenciaba las carencias de Álvaro, que además no se lo termina de creer. La iluminación también le jugó en contra porque hacía imposible ver dónde estaba mirando y parecía Milhouse sin gafas. Y él no acertó al apostar por su característica actitud sonriente para una canción que pedía servir coño. Álvaro, en su lugar, se conformó con servir chochete.

En ‘Todo de ti’, volvió el Lucas de ‘Acalorado’: encorvado, perdido en el escenario y con miedo a parecer demasiado heterosexual. Está muy bien querer ser modernos, pero darles a los concursantes canciones urbanas que solo existen gracias al autotune es una auténtica putada. Es como pedirle a alguien que toque la 9ª sinfonía de Beethoven con cacerolas. Más que ‘Todo de ti’ de Rauw Alejandro, el conjunto parecía ‘Don’t Stop The Music’ de Rosa López. Bajar ese medio tono le quitó garra a la actuación, porque esa canción solo pedía chulería y ellos se empeñaron en cantarla en serio. Tampoco ayudó que Lucas tuviera que cantarle “ese bikini se ve fenomenal” a una bailarina que iba vestida de la colección de otoño de Zara Trafa. Hay muchísimas canciones en el mundo compuestas para un dúo, es decir, concebidas para dos cantantes que se canten uno al otro. ¿Por qué se empeñan en darles canciones que solo funcionan en solista como ‘Sweet But Psycho’ o ‘Todo de ti’ a dúos? La actuación de Cris y Lucas solo sirvió para que la de Paul y Ruslana pareciera aún mejor.


Esta semana a Chiara le cortaron el pelo igual que a Violeta y parecían gemelas. Cuando Chenoa anunció que Chiara se quedaba, la imagen parecía un remake de ‘Tú a Boston y yo a California’ solo que titulado “Yo a la academia y tú a tu puta casa”. Violeta tenía la cara perfecta, la voz perfecta y el rollo perfecto. Pero no fue suficiente. Nunca fue suficiente. Violeta murió ahogada por la excelencia de su propia gala 0. Cada edición tiene un concursante que lo tiene todo en teoría para llegar a lo más alto pero que no termina de rematar (Naím Thomas, Vega, Nur, Ricky Merino, Marta Sangó) y ese perfil es imprescindible para OT. Ese perfil demuestra que no existe una fórmula, que se puede ser un concursante perfecto pero no conectar con la audiencia. Que hay un factor de magia inexplicable pero innegable que hace que OT siga generando emociones únicas entre el público.

Chanel claramente se ha ido a Los Ángeles a componer sus propias canciones. Para su actuación en OT eligió ‘Agua’, una balada que denota que Chanel se ha visto poseída por el “síndrome Marta Sánchez” (el complejo de creer que si no cantas baladas no te van a tomar en serio), pero que le ha llegado demasiado pronto en su carrera. Una tiene que saber cuál es su lugar y el lugar de Chanel no es ser Brequette.

Si la balada de Chanel dejó a la audiencia algo entumecida, la irrupción de Masi (lo más parecido que existe a una lata de Red Bull humana) ya se encargó de alterar los biorritmos del plató. Masi dio paso a un vídeo de ella misma acompañando a los nómadas favoritos (Martin, Álvaro y Violeta) a ver el musical ‘Los productores’ de Ángel Llàcer y Manu Guix. Vale que Masi hable como si estuviera jugando a la patata caliente del Grand Prix, pero el montaje del vídeo no le hizo ningún favor: puso tres frases seguidas en las que ella empezaba con “pues chicos”, lo cual da la impresión de que Masi no escucha, solo espera su turno para hablar otra vez. “¿Quieres seguir dedicándote al teatro musical?”, le pregunta a Martin. “Claro que sí”, responde ella misma, “tú vas a conseguir todo lo que te dé la gana”. Y, visto lo visto, tiene toda la razón.

Estamos en la gala 7 y el hecho de que Chenoa se aleje varios metros de Masi cada vez que anuncia el nómada favorito no puede ser casualidad. La teoría que circula en internet (es decir, que lo vi en un tuit anoche) es que una mención a ING con Chenoa en el plano cuesta mucho más dinero que una mención a ING solo con Masi. En ese caso, bravo por Chenoa. Si esta industria va a tratarte como un producto, al menos véndete caro.

Los favoritos fueron Juanjo, Lucas y Ruslana. Juanjo ganó con un porcentaje arrollador y, según las encuestas, Martin ha caído cinco puestos. Porque esta edición lo del favorito no es indicativo alguno: cada semana los fans se organizan para que vayan saliendo todos. Lo dicho, esta es la edición de las buenas intenciones: las de los fans, las de los profesores y las de los alumnos. Y eso es algo precioso. Incluso aunque tanto mimo repercuta en el resultado de las actuaciones.

Buika arrancó sus valoraciones diciéndole a Juanjo “cariño mío que te como todas tus cosas negras”, lo cual confirma que a Buika le han bastado siete galas para convertirse en su propia parodia. La tele hace esas cosas. “Y yo a ti”, le respondió Juanjo, sin saber qué demonios estaba diciendo. Buika le dijo que va “tan sobrado” que no ha “transmitido nada” y que “si te acomodas se te duerme el tigre”. Lo cierto es que todos están bastante acomodados y, de hecho, las actuaciones de anoche fueron reformulaciones del potencial que ya vimos en la gala 0 (la Ruslana de ‘I Love Rock N’ Roll’, el Martin de ‘Somewhere Only We Know’, el Álvaro de ‘…Baby One More Time’), pero si Juanjo se acomoda (algo normal: es un chaval de 20 años) son los profesores los que deben encontrar la manera de espabilarlo.

Los nominados fueron Lucas, Cris, Martin y Bea. Los profesores salvaron a Lucas “por su evolución” (Naiara no pudo disimular su cara de “hoy ceno caliente”) y los compañeros a Martin, porque quién no va a querer salvar a Martin. Al final, todos se abrazaron dando saltos, animados por el ruido que hacía su bisutería. Alguien compró una caja de collares de plástico del Shein al inicio de la edición y la están amortizando pero bien. Es probable que haya una persona al lado del escenario con un saco lleno de abalorios que les va poniendo según salen a plató: “para Lucas… estas perlas”, “para Paul… un colgantito”, “para Álvaro… todo lo demás”. La bisutería queda muy bonita, qué duda cabe, ¿pero tiene valor? Sentimental, en todo caso. Para muchos eso es más que suficiente. Pero ya va siendo hora de que los diamantes en bruto alcancen todo su esplendor.

Galas Anteriores:
Crónica de la Gala 5 de Operación Triunfo: La zona de confort
Crónica de la Gala 5 de Operación Triunfo: Apriétame más fuerte
Crónica de la Gala 4 de Operación Triunfo: La Canción de los Enamorados
Crónica de la Gala 3 de Operación Triunfo: Mariquita el último
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Crónica de la Gala 1 de Opetación Triunfo: Los Amigos de Mis Amigas son Mis Amigos

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Publicado por
Juan Sanguino