Cine

Cómo Little Richard combatió el racismo y la homofobia a través del rock n’ roll

Si hay un género que se ha visto beneficiado por la irrupción de las plataformas de streaming en nuestra forma de consumir cine y series, es el documental. Particularmente, los true crime y los biográficos. Dentro de este último grupo, se sitúa ‘Little Richard: I Am Everything’, que se estrena en cines antes de ir a parar al catálogo de HBO Max. La película, dirigida por Lisa Cortes, explora la influencia de Little Richard y las dificultades a las que tuvo que enfrentarse siendo negro y gay en una sociedad extremadamente conservadora y marcada por la segregación racial.

Richard no solamente inventó y consolidó el rock and roll, sino que fue un claro ejemplo de visibilidad LGTB cuando no había ningún tipo de visibilidad y un referente imprescindible para la libertad de las generaciones venideras. Aunque desgraciadamente, este estatus no lo alcanzó en su época de mayor esplendor comercial y artístico. De hecho, la industria musical hizo todo lo posible por que este nuevo sonido, que tenía sus raíces en el gospel y en innovadores músicos negros como Sister Rosetta Tharpe, fuese atribuido a artistas blancos como Elvis Presley o Pat Boone, cuyas versiones de ‘Tutti Frutti’ de Little Richard vendieron más copias que la original. Precisamente esta canción sirve como el ejemplo perfecto para ilustrar la mentalidad transgresora de su autor: cuando la presentó por primera vez en público, la letra hablaba de manera bastante explícita de sexo anal.

El documental muestra a Richard como alguien tremendamente adelantado a su tiempo, pero también muy marcado por el rechazo a lo diferente de la sociedad en la que se crió. Su educación ultra religiosa a menudo le hizo recular sobre si lo que estaba haciendo realmente estaba bien o si era ética su manera de comportarse y mostrarse al mundo. Este continuo conflicto marca al completo su vida personal y profesional, pero el artista, como si tuviese algo que le llamaba dentro de él, siempre volvía a su personalidad extravagante, su energía arrolladora en el escenario y su actitud irreverente ante la vida.

En este aspecto, Lisa Cortes le rinde un sentido homenaje, ensalzado por diversas entrevistas de artistas, musicólogos y periodistas negros que resaltan la importancia crucial que tuvo la figura de Little Richard tanto en la música como en la sociedad, y en concreto en ámbitos LGTB. En los años 50, él ya era todo un icono queer, aunque evidentemente ni él mismo lo sabía, ni los que lo veían y se veían reflejados en él sabían identificarlo. El mismísimo John Waters, que también participa en la película, comenta el impacto que le causaron en su infancia las canciones y las actuaciones de Richard. Pero su influencia va mucho más allá de orientaciones sexuales y se refleja de manera directa en la música y actitud de Mick Jagger o Paul McCartney, que, como ellos mismos reconocen en el documental, consideran a Little Richard como una especie de mentor.

Son estas conversaciones, llenas de admiración y cariño, y las siempre impredecibles declaraciones de Richard sacadas de entrevistas en vídeo de archivo, los mejores momentos de ‘Little Richard: I Am Everything’, un film que siempre juega sobre seguro y que no se desmarca nunca de las convenciones establecidas del medio. Cortes no propone un retrato innovador, sino que recurre a un efectivo -todo hay que decirlo- didactismo para retratar los conflictos raciales y de libertad sexual que sufrió el artista a lo largo de su carrera. «I Am Everything» sí es un documento sincero, que funciona para homenajear a Little Richard y acercar su figura a aquellos que no estén familiarizados con su vital importancia en la música y en los derechos LGTB.

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Publicado por
Fernando García