El Premio Ruido, que otorga la prensa musical -la poca que queda y además se molesta en votar-, celebró este jueves su 9ª edición en la Sala Salvaora Brown de Madrid. El antiguo Polana -pleno Chueca- fue el escenario de este evento, protagonizado al fin por las mujeres. La producción fue modesta y esta vez solo actuó una banda: la de la que resultaría ganadora pero se ocultó hábilmente. En otras ocasiones, varios conjuntos pudieron tener sus 10 minutos de exposición. Pero ya sabemos que en la música no está el horno para bollos. Y donde menos en la prensa.
Lo bueno es que el formato «petit comité» consintió que se hablara de cosas más importantes que en otros eventos que parecen marcados por la autocensura, el buen rollo o las marcas.
Si en otras ocasiones el Premio Ruido fue otorgado a Rosalía (2 veces, la 1ª de ellas llegó a actuar, Sala El Sol), Triángulo de Amor Bizarro (2 veces), Niño de Elche, Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, Maria Arnal i Marcel Bagès y Rocío Márquez y Bronquio, esta 9ª edición fue para María José Llergo por ‘Ultrabelleza‘. No fue la única nominada en asistir, también estaban por allí por ejemplo Tulsa, Havalina o Xoel López, pero el set de Llergo estaba preparado para que interpretara 5 canciones tras recoger el galardón. Un poco como el año de Arcade Fire en los Grammy. «No me suelo poner esmoquin, pero me lo he puesto para la ocasión», se le escapó a la triunfadora. Ni el resto de nominados ni los periodistas que votamos sabíamos que iba a serlo.
En su discurso de agradecimiento María José Llergo, que recogió el galardón de mano de Rocío Márquez y Zahara, tuvo unas palabras para las mujeres que le han influido y para el trabajo de composición y producción de mujeres en el estudio: «No estaría recogiendo el premio si vosotras no hubierais allanado el camino con vuestra carrera, vuestra lucha y vuestro ejemplo. Sois referentes para mí. Estoy a punto de llorar. Este premio simboliza más que un premio de la industria. Es una batalla. Que yo esté ganando este premio simboliza que las mujeres tenemos un espacio. Que se nos escucha. Y no se nos escucha por tener una voz bonita que canta lo que otros escriben. Se nos escucha porque tenemos una voz preciosa que canta lo que nos da la gana de decir a nosotras. Para formar mi voz he tenido que escuchar primero la de muchas otras antes. Muchas otras que no tuvieron la suerte de estar premiadas como yo he estado hoy aquí».
Elogió especialmente las cualidades como productora de Zahara, que había sido escogida para presentar la gala, a los 12 nominados. Con sus notas en un atril, tuvo palabras especiales de cariño para la despedida de Havalina, para las mujeres sin referentes por edadismo a través del disco que ha hecho Tulsa, o para el disco de María José Llergo, en el que colabora. Apelando a las históricas palabras de Björk, sobre el machismo en la asunción de créditos, Zahara se preguntó si tenía que poner una cámara en el estudio para demostrar sus cualidades.
Hubo más reflexiones interesantes en su discurso, pese al batiburrillo de ruido de fondo (la prensa musical se reúne poco y había mucho que comentar). Zahara recordó que los que estábamos allí lo estábamos «a pesar de la industria» y por amor al arte. Propuso que periodistas y artistas caminemos juntos porque somos «lo más precario» de toda la cadena. Agradeció a la prensa por ser quien termina de convertir las canciones «en tejido cultural». Pero sobre todo celebró que se entregara un único premio sin subcategorías, con lo que ha costado derribar géneros. Y se entusiasmó por la variedad de los nominados, que en algunas ocasiones, habrían podido caber «en 5 géneros diferentes». «Antes no se podía hacer esto», recordó quizá cuando estaba encasillada como cantautora, o peor, «chica con guitarra».
También dio dos pasos al frente para acercarse al foso y pedir una labor de investigación en la música sobre el #MeToo como la que ha realizado durante meses el diario El País
en torno a Carlos Vermut. La autora de ‘PUTA‘ comenzó criticando que el 44% de los hombres sienta que «se ha llegado muy lejos en la promoción de igualdad y ahora se sienta discriminado». «Nos llaman putas por tener una vida sexual activa. O nos llaman putas y ya está. Los vídeos más vistos en las páginas porno son violaciones en grupo. En 2022 se denunciaron 2870 violaciones en España. Una violación cada 3 horas. Hablamos solo de las denunciadas. No os hacéis una idea de la cantidad de violaciones que están sucediendo ahora mismo y jamás van a ver la luz».Y continuó: «Aprovecho este escenario para pediros 2 cosas a los periodistas que estáis hoy aquí. Casos como el de Vermut en el cine, ahora todo el mundo lo conoce, pero esto no es la excepción. Os pido por favor que investiguéis y ayudéis a sacar a la luz la cantidad de abusos que se han cometido en esta industria. Pero lo segundo que os pido, es que no nos preguntéis a las mujeres. Las mujeres estamos hartas. Bastante hemos tenido con haber sufrido esos abusos. Toca hacerle las preguntas a los hombres. Esos hombres que también estaban allí, viendo cómo se cerraba la puerta de un camerino, sabiendo lo que pasaba dentro y que no dijeron nada. El #MeToo de la música sería maravilloso que empezara con los hombres diciendo: «yo también estuve allí y no dije nada»». Sus palabras fueron recibidas con el aplauso de los asistentes, en ese momento al fin en silencio sepulcral.
El Premio Ruido tiene que lidiar también con objetivos más mundanos, si bien alcanzables: asentarse y tener credibilidad en el propio sector para después trasladársela al público. Anoche se echó de menos a bastantes plumillas referentes para todos. De un lado, la PAM tiene que mejorar su labor reivindicativa, institucional y de comunicación interna. Tomás Mayo, de la Junta Directiva, recordó en su discurso que muchos de los que comenzaron en Periodistas Asociados por la Música como periodistas musicales ya ni siquiera ejercen por la precariedad en el sector y la ausencia de medios. Se han pasado al otro bando, esencialmente el de la promoción o el management.
También es mejorable la dirección artística de un premio para el que muchos no se acuerdan de votar. El premio a Llergo es merecidísimo y cada nominado tenía su razón de ser, pero las ausencias han sido muy notables. Ralphie Choo -tras aparecer en la prensa internacional- y Sen Senra no fueron nominados pese a copar las listas especializadas (¿pero entonces quién ha votado?). También se echan de menos representantes del jazz, el metal, la música urbana o la electrónica. Lo de Jota revisitando el catálogo de Zulueta, con la colaboración de Aramburu, se estudiará en los museos. Arde Bogotá, sin ser precisamente santo de mi devoción, tenían que estar porque ha sido su año. Una nominación a Aitana habría aportado visibilidad al galardón: llamémoslo estrategia. ¿Lola Indigo? ¿Belén Aguilera? Si el disco de Quevedo -el más popular en España de 2023- nos parece tan malo, ¿quizá podemos nominar en su lugar a Morad? ¿A Soto Asa? ¿A Espineli? Una de las reivindicaciones de Zahara también iba por ahí: «hay que escuchar a la juventud y zarandear estructuras». Resolvamos todo esto, seamos al fin el Mercury o los Premios Feroz; sobrevivamos así.