Existen dos maneras de enfrentarse al nuevo disco de Kanye West y Ty Dolla $ign. La primera es juzgarlo antes de tiempo y concluir que es una mierda pinchada en un palo porque Kanye es uno de los artistas que lo firman. Es tremendamente tentador hacer esto por dos válidas razones. Por un lado, el trabajo reciente de Kanye ha sido realmente deficiente. Sus últimos discos, ‘Donda’ y su segunda parte, eran tan excesivos como pobres en ideas. Por otro, la persona de Kanye crea tal antipatía (y él se lo ha ganado a pulso) que alejarse de un lanzamiento de él prácticamente cuenta en el cuidado de la salud mental.
La segunda manera de encararse a ‘VULTURES 1’ es dar a Kanye el beneficio de la duda. Porque después de sus continuas provocaciones, después de sus declaraciones racistas y antisemitas o de sus continuas degradaciones a las mujeres de su vida, lo cual incluye a su ex-mujer, a su mujer actual y a su hija, artísticamente, Kanye puede seguir teniendo algo que decir, como ha seguido teniendo algo que decir en momentos puntuales de sus trabajos anteriores.
Pero ‘VULTURES 1’ lo sigue poniendo muy díficil. Las nuevas canciones de Ye y Ty Dolla llegan llenas de ideas que funcionan y otras que no lo hacen en absoluto. El caos denso, desbocado, del disco va tomando forma con las escuchas, pero cuando observas las canciones en detalle, hacen aguas. La mutante ‘Talking’ es aceptable, pero la presencia de North West en la primera de sus dos partes la arruina. Al final, el sample de James Blake es lo de menos. ‘Burn’ recuerda al primer Kanye, pero dura demasiado poco. ‘Vultures’ evoluciona hacia lo orquestal de manera excitante, pero con la frase “no soy antisemita, me he follado a una zorra judía”, Kanye se retrata de nuevo.
Un acierto de ‘VULTURES 1’ es contar con Ty Dolla $ign, una persona que rapea y canta mucho mejor que Kanye West. Él hace que digerir el beat desfasado tipo 2008 de ‘Do It’ sea posible. Él se queda el mejor gancho en ‘Paid’, una nueva aproximación al house de Chicago que no es ‘Fade’ aunque sus títulos parezcan el mismo. Kanye hace bien repartiendo tareas de producción y, sobre todo, de interpretación con Ty. En este caso, menos Kanye es mejor.
Porque la presencia de Kanye es la peor parte del disco. Sus letras vuelven a ser sonrojantes cuando se enredan en el machismo de siempre (‘Paperwork’), cuando intentan provocar pero solo dan pena (en ‘Problematic’ dice que “no es racismo, es preferencia”) o cuando llegan sumidas en la ilusión de una relevancia inexistente. “Loco, bipolar y antisemita, peo sigo siendo el rey” es una de las últimas frases que escuchamos en el disco. En ‘King’, Kanye sigue siendo el rey, pero solo en su cabeza. Porque en ‘VULTURES 1’ no lo demuestra en absoluto.
Y no lo demuestra porque, todo lo que convirtió a Kanye en un rey en el pasado, ya no existe. La producción de ‘VULTURES 1’ puede ofrecer momentos más o menos interesantes o incluso extremos, como la querencia industrial y agresiva de ‘Paperwork’ o la mutación de ‘Talking’. ‘Beg Forgiveness’ adapta dignamente ‘Gabriel’, una canción de Joe Goddard de Hot Chip (??). Y puede que la familia de Donna Summer esté estudiando demandar a Kanye por el uso no autorizado de ‘I Feel Love’ en ‘Good (Don’t Die)’. Pero esta bonita canción -un Oasis en el desierto- a lo que suena realmente es a los Radiohead de ‘Kid A’: Thom Yorke ya está en comisaría poniendo denuncia.
Pero ni la producción de ‘VULTURES 1’ es ya tan innovadora, ni su diseño tipo “déficit de atención” tan revolucionario, y lo peor es que las canciones que lo componen, aún fundándose en una buena base, nunca terminan de redondearse del todo. Les fallan las patas todo el rato. La primera mitad de ‘VULTURES 1’ es especialmente indigerible. ‘Keys to My Life’, ‘Hoodrat’ o la extremadamente repetitiva ‘Back to Me’ se suceden sin que ni Kanye ni Ty ni ninguno de los artistas involucrados le pongan demasiado esmero rapeando. En ‘Hoodrat’ Kanye canta cualquier melodía sobre la base. El trap de ‘Fuk Sumn’ -con Playboi Carti entre los invitados- divaga sin rumbo.
‘Carnival’, actual número 1 global, vuelve a dar una de cal y otra de arena. Y, sobre todo, demuestra por qué Kanye ya no es el “rey” que fue. En ‘Carnival’ los cantos de hooligan son atractivos. El soundscape, más que carnavalesco, es infernal en el buen sentido. Pero Kanye no ha conseguido autorizar un sample de Ozzy Osbourne, así que ha recurrido a samplearse a sí mismo. En ‘Hell of a Life’ (2010), ye utilizó una porción de ‘Iron Man’ de Black Sabbath y no le ha quedado otra que reciclarla en ‘Carnival’. El resultado, como todo el disco, es el de un caos organizado que, en otra vida, en otro mundo, alguien menos interesado en llevar la contraria porque sí, habría sabido orquestar mejor. O no.