Música

OT Gala 12: El último baile

Chenoa empezó la noche sola en el escenario. Ese escenario en el que hizo tantas cosas. Ayudó a brillar a sus compañeros (Verónica en ‘Stop’, Gisela en ‘Somebody Else’s Guy’), bajó las escaleras en ‘Lady Marmalade’ como si fuera la madame del burdel, se levantó del taburete en ‘El hombre del piano’ en el momento adecuado y le agarró el pelo a David Bisbal en ‘Escondidos’ como si no hubiera cámaras delante. Cantó ‘Simply The Best’, ‘Maybe This Time’ y ‘Lía’. Hay ganadores de OT con menos de la mitad de actuaciones memorables que ella.

Más de 20 años después, Chenoa volvió a cantar ‘Last Dance’ en ese mismo plató como la Rebecca de Hitchcock cuando soñaba que volvía a Manderley. Su viaje durante estas dos décadas, desde luego, parece sacado de una película. Chenoa empezó su edición como una ganadora y la terminó como una perdedora. Porque fue la mejor estrella de OT1 pero la peor concursante.

Esta semana se ha viralizado en Twitter un vídeo de unas fans que en 2002 aseguraban estar buscando pósters de Chenoa para quemarlos. Se ha usado como ejemplo de que en esa primera edición tan idealizada ya existían los fans tóxicos, pero también sirve como ejemplo de que en 2002 había gente que detestaba a Chenoa. En los foros de Portalmix se leían adjetivos como “sobrada”, “prepotente” o “soberbia”, básicamente porque ella era la única que hablaba como una mujer y no como una niña.

Ya en la gala 0 Carlos Lozano le preguntó si echaba de menos a sus “abuelitos” argentinos y ella levantó una ceja: si hubiera querido llorar por su familia habría ido a ‘Sorpresa sorpresa’. Chenoa no quiso jugar al reality, aunque el reality sí quiso jugar con ella: en la gala 2 repitieron dos veces (dos veces) su rabieta porque no le dejaban meter ningún verso en la letra de ‘Mi música es tu voz’. Quién sabe si ese vídeo se instaló en la cabeza de suficientes espectadores hasta costarle el 1,2% de los votos que la dejaron en cuarta posición.

Chenoa se resistió a entrar en el molde de los concursantes de talent show. Ni se dejaba simplificar, ni intentaba hacerse la graciosa, ni fingía inseguridades o humildad. Y aquella España sencillamente no sabía qué hacer con una mujer tan segura de sí misma. Para resultar agradable había que esforzarse en agradar y ella cometió la imprudencia de esforzarse solo en ser la mejor. Y en un país con una larga tradición de complejos de inferioridad, ganar por accidente siempre ha estado mejor visto que querer ganar. Por eso mucha gente sentía un rechazo irracional hacia Chenoa hasta el punto de que ni siquiera cuando David Bustamante estuvo nominado, dejando así un hueco para el tercer favorito, Chenoa salió en el top 3 de favoritos. Salió Manu Tenorio.

‘Last Dance’ fue quizá su mejor actuación en el concurso. Desde el principio, cuando se desabrochó la chaquetilla, dejó ver su sujetador negro e hizo un gesto para dar permiso a los bailarines a entrar en el plano como si tuviera poderes mágicos. Hasta el final, cuando se cambió el micro de mano por primera vez (un gesto que se acabaría convirtiendo en su seña de identidad). Aquella actuación es un ejemplo de autoridad, control y sentido del espectáculo. Pero no fue suficiente para erigirse como uno de los tres ganadores. Por eso aquel cuarto puesto supo a derrota.

Los fans de OT llevan 20 años intentando compensar con carácter retroactivo la sensación colectiva de que España no estuvo a la altura de Chenoa. En cierto modo, OT sirve para observar la evolución de cómo la sociedad española percibe a las mujeres: cada nueva Chenoa (Beth, Soraya, Natalia Lacunza) ha ido mejorando su resultado porque, ante cada nueva oportunidad de celebrar a una mujer segura de sí misma, España lo ha ido entendiendo mejor. Durante este tiempo la figura de Chenoa ha ido adquiriendo significados: mujer incomprendida, mujer perdedora, mujer soberbia, mujer inspiradora. Pero el público quiere como puede, no como debe, y a menudo la ha tratado con compasión, la cual se ha convertido en lástima, la cual se ha convertido en condescendencia. Y ella siempre se ha rebelado contra la infantilización de su imagen pública. Ha participado de la broma como ha podido, ha intentado ser canónicamente simpática (“y me salió un eccema”, aseguró) y ha aceptado que es un artefacto nostálgico. Así fue como se presentó en el plató de OT el 20 de noviembre: dispuesta a poner todos sus significados al servicio del formato que le dio todo lo bueno y todo lo malo que tiene en su vida.

Si aquella noche en la que quedó cuarta le hubieran dicho todo lo que le iba a pasar habría alucinado, pero seguramente lo que más le habría sorprendido es descubrir que el público la querría exactamente tal y como es. Y que le llamaría cosas como “madre”. Anoche al acabar ‘Last Dance’ levantó el brazo con el micro en el puño y una vez más fue como si todo lo que le ha ocurrido a Chenoa en estos 20 años mereciese la pena. Porque anoche trascendió todo lo que el público piensa de ella y alcanzó un significado más: Chenoa es la prueba de que se puede sobrevivir a OT.

Lucas irrumpió en el escenario más Lucaslucaslucaslucaslucas que nunca. ‘Pillowtalk’ es una canción sobre follar (lo cierto es que cualquier cosa que cante Lucas parece una canción sobre follar, pero en este caso es literal) no solo en el fondo sino también en la forma: el ritmo es perfecto para el sexo, tiene subidas y bajadas de intensidad como los mejores polvos y acaba… pues como tiene que acabar. En la edición más sexual y con los tatuajes más feos de todo OT, ‘Pillowtalk’ fue un colofón que coronó a Lucas como el rey del baile. Él siempre ha sido muy obediente con cada rol que le ha tocado interpretar y anoche no fue una excepción: meneó la pelvis, se humedeció los labios, mantuvo las piernas abiertas durante toda la actuación y no dejó de moverse para subrayar la connotación física de la canción. Lucas ha sabido dejarse cosificar. Se presentó en el escenario como una fantasía erótica femenina (atención a la delicadeza con la que se retiraba la camisa antes de empezar a follarse el aire) porque el programa entendió qué tipo de artista era Lucas incluso antes de que él se diera cuenta y su mayor éxito en el concurso ha sido dejarse moldear. Puede que haya quedado quinto, pero la peluquera que le cortó el pelo en la gala 6 debería recibir 3000 euros en su cuenta no cuenta. Y un premio Princesa de Asturias.

Cuando Lucas nació, los cantantes como él sufrían desprecios homófobos (a pesar de no ser gays) porque que un hombre quisiese ser deseado era percibido como una debilidad, como una mariconada. Pero hoy, en un mundo post-Magic Mike, los hombres más populares buscan la mirada lasciva ajena con descaro y sin pudor. Lejos quedan aquellas actuaciones en las que Bisbal y Bustamante movían las caderas como si estuvieran sufriendo una descarga eléctrica. Anoche Lucas evocó la frase que dice la protagonista de ‘Normal People’ cuando ve a Paul Mescal por primera vez jugando al rugby: “No es que quiera hacer el amor con él, es que me conformaría con verle haciendo el amor”.

En todo momento asomaban por el escote de la camisa los ojos tatuados de su novia, que parecían decir “a mí ya me gustaba cuando llevaba el pelo largo, cerdas”. Como esta semana recibieron la visita de sus familiares, el público ha podido comprobar que no solo los ojos están perfectamente recreados sino que las cejas también. Son esas cejas que parecen estar sospechando 24/7. Lucas colocó la voz muy bien e hizo la que quizá haya sido su mejor actuación en el concurso: consiguió que cada espectador y cada espectadora sintiera una conexión íntima con él. Ese talento puede construir carreras enteras.

Paul Thin despegó hacia su carrera en solitario hace varias galas. Anoche cantó ‘Baby Hello’, otra auténtica cochinada de canción que era como ‘Pillowtalk’ pero sin condón, con olor a porro y solo parcialmente consensuada. Nada de lo que Paul cantó eran realmente palabras, pero dio igual. El tío desafió la gravedad. Dominó los cambios de ritmo, de intensidad y de velocidad como si la canción fuera suya. No tenía energía de follar sino de fiesta, lo cual amortiguó letras tan de agarrarse las perlas como “quieres que te la eche dentro”, “vamoh a chingar después del nap” o “cuando en la cama te mate”. Pero es que Paul puede vender cualquier cosa. Incluso ese look imposible, que podrían ponerse tanto Prince en los 80 como Violeta en la graduación de su hermana pequeña. Corrió, bailó y botó por el escenario como un maniaco mientras entraba y salía por un decorado que parecía, sinceramente, un coño de papel albal gigante (y si esto te parece una vulgaridad, vuelve a leer la letra de ‘Baby Hello’). El éxito de Paul es tomarse completamente en serio todo lo que hace. No hay ironía en él. No hay guiños cómplices. Lo que hay son un hambre y unas ganas de desconcertar al público que solo pueden tener alguien que ha imaginado ese momento muchas veces en la oscuridad de su habitación. Salir en OT no garantiza una carrera pero, pase lo que pase a partir de ahora, el público siente que ya ha visto a Paul Thin dar varios conciertos. Él ha puesto el “triunfo” en Operación Triunfo.

Martin cantó ‘Golden Hour’, un título que Chenoa pronunciaba tan seguido que sonaba a Chiquito de la Calzada diciendo “gromenower”. Cantó bonito una canción bonita que, por otra parte, parece el preludio de una canción que nunca llega. De esas que a los dos minutos dices: “Ah, pero que eso era el estribillo”. Martin la eligió para lucirse vocalmente. Que él crea que su fuerte es la voz es el resultado de un concurso que en ningún momento le ha hecho pensar lo contrario. Pero él se fue contento, que es lo que más le importa a esta edición: tener concursantes felices. Y ninguno ha disfrutado tanto del paseo como Martin. Al terminar, Chenoa le dijo: “Y todo esto con 18 años, que no se te olvide”. Pero tener 18 años significa precisamente no ser consciente de lo que significa tener 18 años.

Fue una pena que Martin no bailase en su actuación final, porque cuando baila cobra vida, pero ‘Golden Hour’ es consecuente con su paso por el programa: es un chaval viviendo su mejor vida al que todo le ha salido bien. Hasta le quedaba fenomenal ese traje blanco que a cualquier otro nos haría parecer Raquel Morillas el día de su boda con Noemí Ungría. Martin es el mismo chico que entró el 20 de noviembre exclamando “Me gusta mi bigote”, pero encima con novio. En su vídeo de resumen dijo abiertamente que se ha enamorado en la academia. Verbalizaba así el primer romance homosexual en las doce ediciones de OT (probabilidades había, dada la alta proporción de concursantes LGTB de esta edición), lo cual es todo un hito para la tele española. Y que nadie se haya dado cuenta de que es la primera vez que ocurre en 22 años es un hito para la sociedad española.

El look de Naiara tenía más tela que nunca y, aun así, seguía yendo en bragas. Anoche se cumplieron 12 lunes consecutivos en los que España le ha visto ese tatuaje de “art” que tiene en el canalillo y que hace que el tatuaje de Lucas levante una ceja cada vez que se le acerca. Se abusa mucho del término “himno” para describir canciones que simplemente son muy populares, pero en el caso de ‘Sobreviviré’ el término se queda corto. Esa canción tiene un poder inexplicable para remover las entrañas de cualquiera que la escuche (adolescentes, señoras, mariquitas, chonis, empresarios, taxistas) y basta con observar la reacción de la gente cada vez que la ponen en una discoteca para comprobarlo. A priori, era una canción perfecta para Naiara: ella desde luego sabe lo que es sobrevivir.

El lucimiento vocal se daba por hecho. La duda era si habría catarsis. Y no la hubo. La estructura del “vestido” (todo lo que ha llevado Naiara en este concurso debe ir entre comillas, porque nada puede considerarse ropa) hacía que ella misma pareciese una montaña humana de la que salía tanto humo que por momentos costaba verla. Parecía Lydia Lozano en aquel episodio en el que ‘Sálvame’ se convirtió en una cámara de gas. El remix poligonero le quedaba bien y los rayos del fondo evidenciaban que Naiara es una fuerza de la naturaleza, pero el conjunto le quedó demasiado… limpio. La voz no se le rompió en ningún momento, ni se despeinó, ni sufrió espasmos. La ventaja de ‘Sobreviviré’ es que permite el lucimiento vocal, la desventaja es que todos hemos visto a Mónica Naranjo cantarla como un animal moribundo, todos sabemos que acaba con una apoteosis vocal (que esta versión no incluyó) y todos podemos imaginar cómo Naiara la cantaría realmente si estuviera en la tarima de una discoteca.

La puesta en escena post-apocalíptica hacía que Naiara pareciese una criatura sobrenatural, cuando ella pide más tierra, más barro y más asfalto. Demasiada expresión corporal de balada. El principal detrimento de esa actuación es que hemos visto todo de lo que Naiara es capaz. Era fácil imaginarse todo lo que podría hacer con ella. ‘Sobreviviré’ es una canción sobre una mujer a la que han machacado tanto que ha perdido la cabeza así que ya no tiene nada que perder y, por lo tanto, es el tipo de mujer más peligroso. Naiara la cantó como una mujer que quiere ganar Operación Triunfo. Aun así cada “sobreviviré” sonó a grito de guerra y, aunque esta batalla Naiara se quedase en las trincheras, ella sabía que había ganado la guerra.

Hablando de lo cual, Ruslana cantó ‘Zombie’ subida a unas trincheras. La escenografía parecía un poco un decorado de Gila, la verdad. El simbolismo estaba ahí, no solo porque ‘Zombie’ es una canción antibelicista sino porque Ruslana es ucraniana, pero el programa optó por no mencionarlo explícitamente. Hay una realidad alternativa en la que Carlos Lozano frió a Ruslana a preguntas sobre Zelenski, pero, afortunadamente, no vivimos en esa realidad porque esa realidad implicaría escuchar los comentarios de Carlos Lozano sobre el look de Ruslana. Es increíble cómo los tiempos cambian, las sociedades evolucionan y las inteligencias artificiales se imponen, pero lo que España entiende por “una chica rockera” lleva inmóvil 40 años: un corsé de cordones, unos guantes de encaje, un crucifijo como el que Sarah Michelle Gellar usaba para guardar la cocaína en ‘Crueles intenciones’ y una falda que imposibilita cualquier movimiento. Para ser el rock una música desatada hay que ver cómo le gusta constreñir a sus chicas.

Lo que hizo Ruslana es un tipo de actuación clásica en OT: esa que te gusta pero que te encantaría que te gustase más. Colocó muy bien los gritos, pero más que cantarla con su voz sonaba a que estaba esforzándose por no imitar a Dolores O’Riordan. Fue la actuación más cinematográfica de la noche, con esos colores de fuego reflejándose en su cara, pero Ruslana parecía demasiado calculada en sus movimientos. Aun así, se notaba que a ella le encanta ese estilo de música. Aunque con cada estribillo crecía la incógnita de cómo demonios van a convertir a Ruslana en una estrella en un mercado musical tan predecible como el español. ¿Será la Olivia Rodrigo española o la nueva Angy Fernández? Descubrirlo será una de las experiencias más curiosas de la era post-OT que empieza hoy.

Valorar las actuaciones de Juanjo resulta tremendamente complicado. No para el jurado, claro, que se ha limitado a repetirle que todo estupendo. Tanto Harry Nilsson como Mariah Carey cantaron ‘Without You’ con un nudo en la garganta y con una voz llorosa, pero Juanjo la cantó como tantos concursantes de talent show la han cantado antes: con el máximo objetivo de lucir su rango vocal. Que es enorme, claro. No ayudó que la versión fuese bastante impersonal (aunque había unos arreglos de pop contemporáneo en la segunda estrofa ciertamente interesantes) y desde luego no ayudó la puesta en escena de gente intentando darle la vuelta al edredón.

¿Qué coño era eso? En serio. Mira que OT ha tenido escenografías esperpénticas, pero lo de Juanjo rozaba el surrealismo dadaísta. ¿Era como una parálisis del sueño? ¿Un homenaje a la escena de ‘Agárralo como puedas’ en la que Leslie Nielsen y Priscilla Presley se enrollaban metidos en condones gigantes? ¿O los fantasmas de los exconcursantes de OT que jamás lograron trascender el concurso y siguen atrapados en ese escenario? Todas esas hipótesis distraían muchísimo de la interpretación de Juanjo porque lo más entretenido de esos tres minutos era tratar de averiguar cuál de esos fantasmas era Pol Soto intentando ser el edredón más S-E-X-Y del escenario.

Buika le dijo que admiraba que se hubiese pasado el concurso “muy muy muy tranquilo” y lo dijo como un halago, pero eso también puede leerse como un perjuicio para Juanjo. El programa no le ha puesto en aprietos en ningún momento. Le ha dado canciones que hacían brillar su voz pero que no contaban una historia, con excepción de ‘El patio’. Y que precisamente ‘El patio’ sea su mejor actuación en las doce galas deja claro que el concurso ha desaprovechado el potencial de Juanjo: es exactamente el mismo artista que entró en noviembre. Ha sido el principal beneficiado/perjudicado de la prudencia que ha caracterizado esta edición, que no ha empujado al vacío a ninguno de los concursantes que no se llamaban Paul o Ruslana y ha preferido que se sintieran cómodos en todas las galas. Pero empujándoles al vacío es como se consiguen momentos como el ‘Eloise’ de Miguel Nández, el ‘Creep’ de Virginia o el ‘Uptown Funk’ de Famous. Nunca hay nada malo que decir sobre Juanjo y lo bueno que hay que decir siempre es lo mismo: canta estupendamente bien. Y eso, de momento, lo coloca a la cabeza de las apuestas de cuál será el primer concursante de OT 2023 en presentarse al Benidorm Fest.

Una vez habían actuado todos los finalistas, Noemí Galera quiso hacerse un selfie con los 16 concursantes. “Os la hago yo”, dijo Chenoa como si estuviera en una despedida de soltera. “No, la tengo que hacer yo”, respondió Noemí como si estuviera en un programa patrocinado por el Google Pixel 8. A Suzette se le encajó la mandíbula según vio acercarse ese móvil. Ese aparatito es su Vietnam. Las caras de Suzette durante toda la gala merecían una pantalla fija: su expresión oscilaba entre el aburrimiento, la media sonrisa descreída y unos ojos en blanco que estaban a punto de dar la vuelta por Tarragona.

[Un inciso/idea de negocio. Durante la presentación de OT en Prime Video, Tinet Rubira explicó que el formato funciona en ciclos de tres ediciones. Y las estadísticas le dan la razón: la primera ilusiona, la segunda se beneficia de la inercia de la primera y la tercera es recibida con agotamiento porque OT exige muchísimo emocionalmente de su audiencia. Para evitar que ocurra esto otra vez, la tercera edición en Prime Video debería ser un all stars que recupere 16 concursantes del pasado. Y Suzette debería ser uno de ellos. En parte porque queremos verla en más actuaciones y en parte porque está a un par de días libres de ir a Fórmula TV a tirar de la manta]

[Inciso 2: En relación a la crónica de la semana pasada, Fórmula TV me ha pedido que aclare que no ponen Cabify a sus invitados]

Martin, Lucas y Juanjo se quedaron fuera del terceto final, lo cual no es tan sorprendente como los porcentajes: un 6%, un 7% y un 13%. Hasta la final no hemos descubierto a cuánto ascendía el apoyo real a Martin y a Juanjo, porque como nunca estuvieron nominados no había manera de saberlo. Mientras se reabrían las votaciones actuaron Lola Índigo (cuyo relato, de primera expulsada a actuar en el Bernabéu, mantiene viva a Suzette) y Ana Mena. Lola Índigo tenía una temática invernal, un poco Elsa de ‘Frozen’ si Elsa no tuviera miedo a la cistitis, y Ana Mena actuó con un rótulo de “voz en directo” al que se les olvidó añadir un “LOL”. Había una pista vocal entera por debajo de lo que cantaba Ana. El look era Britney Spears por arriba y Christina Aguilera por abajo, porque Ana Mena ya ha cruzado ese umbral que atraviesan todas las estrellas del pop femeninas en el que sencillamente dejan de ponerse pantalones. En ese sentido, Naiara lleva 12 semanas de ventaja.

Es curioso ver que en la gala 0 Naiara llevaba más tela encima que toda la que se ha puesto durante el concurso junta. Hay que elegir mejor la canción de la gala 0, porque debe ser una buena carta de presentación pero también una hipotética canción de finalista. Lo de repetir la canción, por cierto, solo tuvo sentido narrativo en OT1: la evolución de todos era abrumadora. Desde entonces, en cada edición impresiona menos ese recurso porque los chavales ya entran con actitud de superestrellas. Especialmente estos que llevan grabándose con el móvil desde que tienen uso de razón.

Paul Thin sí tenía canción de finalista e hizo una versión magnificada de su impresionante actuación de la gala 0, en la que ya estaba todo lo que le ha llevado hasta la final. Se movió como una marioneta de la que tiraban varios hilos en una metáfora emocional que solo le puede quedar bien a él, un artista que no quiere gustar, como la mayoría de las estrellas actuales, sino que quiere impresionar. Ruslana volvió a ser ella misma cuando se puso unos vaqueros para repetir ‘I Love Rock N Roll’, quizá porque la suerte ya estaba echada, y se notó sobre todo porque volvió a tener controlada la posición de su pelo en todo momento. La Ruslana que sabe dónde está su pelo es la mejor Ruslana.

La azafata que traía el sobre apareció trotando sobre el escenario con unos shorts vaqueros, un top vaquero y un cinturón de flecos que a Naiara le habrían puesto a modo de falda. La temática rancho continuó con el azafato, que llevaba una camisa con una franja llena de caballos. Claramente Laka Moda ha entrado en su era country después de ver a Beyoncé en los Grammys. El cometido de estos azafatos era traer unos trofeos de metacrilato idénticos para cada uno de los seis finalistas.

Pero antes…

Sí.

Ella.

Masi entró en el plató advirtiendo de que estaba “muy nerviosa”. ¿Eso quiere decir que la que conocemos era la versión tranquila? Pues sí, anoche puso el “más” en Masi. Tenía un cardenal en el brazo que quizá se debiese a que alguien de producción tiene que agarrarla para que no irrumpa en el plató a mitad de la gala gritando que la formación es muy importante. Chenoa le dijo: “¿Qué nos vienes a contar hoy, Masi?”. Buena pregunta, porque no había nómada favorito. Pero la gala final no habría sido lo mismo sin ella porque, las cosas como son, es una de las figuras más icónicas de la edición. Otra cosa es que haya hecho la publicidad adecuada, porque sinceramente la idea de abrirme una cuenta no cuenta me provoca muchísimo estrés.

Masi le contestó: “Vengo a contaros cositas”. Y para cuando pronunció “cositas” Chenoa ya estaba pidiendo más hielo en su coca-cola zero. Porque no es que se retirase a un lado, es que se largó del plató para que ningún tiro de cámara la pudiera pillar de escorzo ni por casualidad mientras Masi vivía su momento Mejor Llama a Kiko.

Y por fin llegó el momento de coronar a la ganadora. Naiara se llevó el trofeo de metacrilato, el cariño de toda esta gente y 100.000 euros que es exactamente lo que cuesta el Audi más caro del mercado: el Audi E-Tron. Quedará precioso cuando ella añada una K y una A engarzadas en diamantes para que el logo diga “Audi E-Tronka”. Masi apareció con un cheque gigante gritando “¡En tu cuenta no cuenta! ¡En tu cuenta no cuenta!” y probablemente ahora mismo Masi, poseída por el síndrome de Estocolmo, esté corriendo por Las ramblas de Barcelona ofreciéndole la cuenta no cuenta a todo el que se cruza por su camino. Porque mucho cachondeo con Masi, pero ha tenido el trabajo más desagradecido de toda la edición y seguro que se pasa meses despertándose sudorosa en mitad de la noche gritando “¡¡TRES MIL EUROS!!”.

Mientras la elevaban al cielo como a una santa, la primera frase como ganadora de Naiara fue “Cuidado que se me sale una teta”. Y había mucha poesía en ello: es un auténtico milagro que haya llegado a la final sin que se le haya salido ninguna. Ahora Naiara solo tiene que acelerar y pisar a fondo.

Anoche terminó una edición en la que OT ha conseguido lo imposible… otra vez. Muchos de esos concursantes ya han tocado techo. La mayoría nunca volverá a ser tan popular como durante estos tres meses. Pero nadie sabe cuáles se quedarán en notas al pie de la Wikipedia y cuáles acabarán llenando el Bernabéu y cuáles presentando el programa. Ahí radica el misterio de OT y lo que lo hace un programa único: nunca termina del todo. Sus relatos se extienden y a veces se entremezclan, como cuando Aitana canta a dúo con David Bisbal o cuando un concursante versiona a Pablo López. Porque OT es un programa vivo. Tanto, que se devora a sí mismo: todo lo que lo engrandece (la promesa de triunfo, las amistades entre concursantes, el 24 horas, las redes sociales) también contribuye a su destrucción. Pero nunca muere del todo. Eso es imposible mientras el público sienta que forma parte de su vida. Ya lo dijo Chenoa antes de dar por finalizada la edición: larga vida a OT. Ella, más que nadie, sabe de lo que habla.

Gracias por leer.

Galas Anteriores:
Crónica de la Gala 11 de Operación Triunfo: El lugar feliz
Crónica de la Gala 10 de Operación Triunfo: Las ventajas de ser un marginado
Crónica de la Gala 9 de Operación Triunfo: Y cuanto más acelero
Crónica de la Gala 8 de Operación Triunfo: La revolución soviética
Crónica de la Gala 7 de Operación Triunfo: Poligoneo de lujo
Crónica de la Gala 6 de Operación Triunfo: La zona de confort
Crónica de la Gala 5 de Operación Triunfo: Apriétame más fuerte
Crónica de la Gala 4 de Operación Triunfo: La Canción de los Enamorados
Crónica de la Gala 3 de Operación Triunfo: Mariquita el último
Crónica de la Gala 2 de Operación Triunfo: El Efecto Cepeda
Crónica de la Gala 1 de Opetación Triunfo: Los Amigos de Mis Amigas son Mis Amigos

Los comentarios de Disqus están cargando....
Share
Publicado por
Juan Sanguino