Residente se siente “fuera de lugar” en la música. Dice que los artistas que pertenecen al “género urbano” no se pronuncian políticamente y que a día de hoy solo la imagen basta para hacerse popular. Así lo expresa René Pérez en una reciente entrevista con El País en la que el rapero portorriqueño se muestra cansado y apesadumbrado y habla de una posible “depresión” agravada por el reciente suicidio de una amiga violinista. Su nuevo disco, de hecho, se titula con una frase negativa. ‘Las palabras ya no importan’ implica una desaparición. Residente echa de menos algo que ya no existe.
Ese algo es el poder agitador de la palabra, su capacidad para remover conciencias. Residente quiere, o eso da a entender, que la protesta sea mainstream. Y, en ‘Las palabras ya no importan’, René apuesta por la crítica social especialmente (‘Bajo los escombros’ habla de la guerra de Israel y Gaza y cuenta con la voz de la cantante palestina Amal Murkus) y por poner en valor la “honestidad”, por complicada que esta sea, en un disco en el que reflexiona sobre los temas que le preocupan a día de hoy, como las injusticias, el tiempo o la muerte. Aunque, en el aspecto musical, el disco le hace sonar en ocasiones tan desubicado como él mismo dice sentirse.
Sobre esos y otros temas se pronuncia Residente en ‘Las palabras ya no importan’. Lo hace solo o acompañado. La muerte de su amiga inspira ’313’, otra de esas emotivas odiseas que el autor de ‘René’ -aquí relegada a último lugar, pues tiene cuatro años- es capaz de escribir. Sobre unos goteos de piano que remiten a ‘Runaway’ de Kanye West, Residente pone a recitar a Penélope Cruz un texto sobre la vida, la muerte y el cambio. Silvia Pérez Cruz decora la canción con sus florituras vocales. En la divertida ‘Jerga platanera’, René ofrece un divertido glosario de vocabulario boricua acompañado de un beatboxing que habría hecho cosquillas a la Björk de ‘Medúlla’ (2004). Y, a un nivel biográfico, el TDAH de Residente inspira ‘Cerebro’ (“mi cerebro tiene los cables cruzados / tengo el hipotálamo rebelado”), una canción de base grime que invita a Busta Rhymes a soltar barras.
En la intersección entre buena producción y letra social brilla especialmente ‘This is Not America’ con Ibeyi. Publicada en 2022, es una explosiva respuesta al ‘This is America’ de Childish Gambino que incluye una cita directa al artista -de nombre real Donald Glover- y critica el hábito de los estadounidenses de referirse a Estados Unidos con el nombre de un continente entero. Algo que él atribuye a una superioridad que Estados Unidos cree poseer sobre el resto de países vecinos. Pero ‘This is Not America’ es más que eso, porque, entre referencias a “periodistas asesinados” o al narcotráfico, logra ser una canción realmente excitante que se vale de las voces de Ibeyi para redondear ese concepto de canción social de Residente.
En ‘El malestar de la cultura’, sobre una base de piano y coros, Residente afirma -acertadamente- que “la cultura evoluciona”, que “nunca es pura” y que solo “perdura ajustándose a la temperatura”. Pero, en ‘Las palabras ya no importan’, Residente no predica con el ejemplo exactamente. A otra época suena ‘Yo no sé pero sé’ con SFDK y no por su referencia a Joaquín Sabina. La nostalgia es una industria tremendamente rentable hoy en día, pero Residente no le saca partido exactamente en ‘Estilo libre’, que se conforma con reproducir el estilo del hip-hop de los ochenta sonando desfasada y añeja.
Esto es evidente en los flirteos del disco con la tradición y sus pocas concesiones a los sonidos que triunfan hoy entre el público. ‘En talla’ es un bonito son cubano dedicado a Cuba para lo bueno y para lo malo (“cuando compramos en internet no salimos ni en el mapa”), pero los aires tex-mex de ‘Problema cabrón’ no suenan renovados exactamente. Y, cuando Residente juega con la “novelty song” o canción parodia en ‘Quiero ser baladista’, lo que parodia es un tipo de balada que era popular en los 80 y 90. Es como si, para él, solo hubieran pasado 10 años desde aquellas décadas, cuando han pasado 30 y 40. En este sentido, el dancehall de ‘Sin lú’ con Rauw Alejandro es un Oasis en el desierto.
La faceta autobiográfica de ‘Las letras ya no importan’ encauzan el disco gracias a las honestas letras de René. En ‘Ron en el piso’, René analiza de manera directa su propia relevancia dentro de la industria musical y reflexiona sobre su propia muerte («me siento joven pero tengo menos fechas en la agenda»). ‘Las letras ya no importan’ hace honor a su título poniendo todo el valor en unos textos en los que Residente vuelve a volcarse emocional y socialmente. En el aspecto musical, el disco ni siquiera imagina nuevos caminos para el hip-hop y juega sobre seguro, pero, en otros aspectos, René se moja. Más que muchos.