Las canciones de La Buena Vida ya eran nostálgicas cuando sus autores tenían 20 años. Así pues, ¿qué cabía esperar de ellos 30 años después? Deshecho el grupo tras el abandono de la co-líder Irantzu Valencia, la muerte del bajista y co-autor Pedro San Martín, y el penoso maltrato a un catálogo que continúa sin subirse a las plataformas de streaming, lo único que parece quedarnos es Amateur.
En realidad, el tercer co-autor que tuvo el grupo donostiarra, Javier Sánchez, sobrevive ya en la independencia más absoluta a través de AMA. El año pasado publicaron un disco llamado ‘Disociación‘, producido por Joaquín Pascual. Amateur suenan muchísimo más a La Buena Vida, aunque solo sea por la vinculación de los dos miembros que quedan: Mikel Aguirre fue co-líder, voz y autor; Iñaki de Lucas, su más mítico productor.
‘Impasse’ es el segundo disco de Amateur, publicado hasta 7 años después de su debut y 13 años después de aquel accidente de tráfico que traumatizó -si es que no mató- a una escena entera. De aquí a la eternidad, el tiempo vuela, dirían ellos mismos.
La Buena Vida eran tan versátiles como para adaptar a la Velvet, cantar indistintamente sobre bicicletas y los grandes dolores de la vida, descubrir a una generación a Georges Moustaki, sonar a Nick Drake o emular ritmos bossa nova. Ahora que tanto se llevan los ritmos latinos, habría estado bien recuperar esto último, pero Amateur optan por lo que todo el mundo recuerda que era el sonido del grupo, el de su etapa adulta. En joyas como ‘Maneras de quererte’ y en las entrevistas muestran que no han cambiado nada: les obsesiona Neil Young, el último disco que han comprado es el nuevo de los Rolling, el que más anhelan, el nuevo de The Jesus & Mary Chain.
Lo que se traduce en una nueva muestra de pop indie de inspiración sesentera, canción melódica, piano, cuerdas, vientos, una armónica tipo Dylan, medios tiempos y baladas con algún modesto arrebato uptempo, aquí materializado por ‘El marcador’, de tímida -timidísima- vocación social: “de repente soy un pobre desgraciado, de una historia dickensiana en Navidad. Tan desahuciado estoy”.
Es una excepción, si es que lo es en absoluto, porque las letras de Amateur continúan hablándonos del amor que pudo ser y no fue (‘Claro de luna’), del que ocurrió únicamente por accidente por mucho que nos duela (‘Fue una vez’) y del que dejó demasiadas preguntas (‘Jane, dulce Jane’).
Entre algún amago de optimismo con el sello de las composiciones clásicas de Mikel (‘Vendrán días mejores’), las canciones de Amateur nos hacen más pupa cuando parecen una metáfora del trágico destino de La Buena Vida. Un grupo que debería estar en los altares tras haber sido reivindicado por gente como La Oreja de Van Gogh o Amaia, y que permanecerá en el olvido mientras Siesta y los supervivientes de la formación no sepan acordar cómo hacer justicia a su impresionante legado. Es por esto que ‘Duelo sin cumbre’ me suena tan desasosegante. Un tema que nos habla de un “deambular en paz” que aún no ha llegado, de “desandar el camino hacia ningún lugar”, y para el que además han contado con otro gran talento olvidado, Diego Vasallo de Duncan Dhu.
La otra gran colaboración del disco es tan inesperada como Triángulo de Amor Bizarro, ahora compañeros de sello en Mushroom, que pudo reeditar en vinilo los discos de La Buena Vida editados por Sinnamon, y ciertamente Isa Cea hace de Irantzu Valencia. Porque canta, como ella, en masculino, y porque ‘El huerto provenzal’ no es un dúo chico-chica al uso, sino una canción de comeback, ilusionada y propositiva, que trata de animar al público a cantar y bailar. Ojalá Amateur lo consigan desde semejantes anacronismos.