Aseguran Alex y Víctor Hernández, hermanos e integrantes de Maestro Espada, que se consideran “intrusos” del folclore porque han decidido explorarlo ahora que ni viven en Murcia -su lugar de origen- ni han mirado nunca a la tradición en sus diferentes proyectos en solitario (Álex Juarez y Rey Lobo). Curiosamente, la historia y su propia genealogía dan una visión diferente, pues el padre de los hermanos Hernández, Gabriel Harnández, era cantautor y su abuelo tocó el laúd en la banda de Maestro Espada, fundador de la primera banda musical de Librillo, región de Murcia donde su abuelo se crió, concretamente en la calle que le dio ese apodo.
Puede que los Hernández se consideren invasores de la tradición, pero lo cierto es que ellos se criaron en Murcia y mamaron su folclore desde pequeños. Y aunque no lo hubieran hecho, ‘Maestro Espada’ seguiría siendo un interesante trabajo de arqueología musical alrededor del folclore murciano, posiblemente uno de los menos exportados del país, y también uno de los más desconocidos.
Cuartillas tradicionales sobre el amor, la muerte y la nostalgia; castañetas, laúdes y panderetas artesanales, malagueñas y jotas murcianas, guiños a la Alhama de Murcia y a la parranda o hasta un sample de Alan Lomax grabado en la región en los años 50, se suceden en un disco que une folclore y electrónica de forma extremadamente medida y a la vez experimental en el sentido literal del término, pues, aunque el disco se gesta durante dos años, también cede paso a la improvisación. Se nota en una producción que, firmada a tres manos por Victor y Alex junto al omnipresente Raül Refree, es tan enriquecedora como deliberadamente excesiva en su atención al detalle e intención disruptiva, de embarrar todo.
A Maestro Espada y Refree su compartida “curiosidad” en el estudio les lleva a distintos lugares unidos por su intención de ir lejos, de excavar hondo. Porque, que de un ritmo construido únicamente sobre un loop vocal nazca una canción tan bonita como ‘Lirio’ tiene mérito. ‘Peretas del Tío Vicente’ hace uso de unas percusiones que miran mucho más lejos, a África. Y sorprende el crescendo típico del post-rock de ‘Mayos’, el corte inicial. Sigur Rós es una de las influencias de Maestro Espada, pero en el álbum se nota sobre todo en su uso de ciertos efectos electrónicos. A los islandeses recuerda la atmósfera de duermevela de la por otro lado plañidera ‘Tres gotas de rocío’.
Pero en el diálogo entre tradición y contemporaneidad de ‘Maestro Espada’ sabe imponerse la inclinación experimental en muchos casos. En los mejores momentos de ‘Maestro Espada’ las canciones son tan certeras que especialmente ‘Murciana’, que une malagueñas y tecno abstracto, y ‘Estrellica’, su canción más escuchada, con su pandereta, percusiones y texturas ambientales, se pueden considerar ya señera del dúo.
En el otro lado, en piezas como ‘Yo en deshacerme’, escrito en base a la metáfora de un amor tan puro y frágil como la nieve; o ‘Granaíco’, sobre el anhelo del hogar, un tema importante en el discurso de Maestro Espada, los efectos de producción son tan abundantes que desbordan las propias canciones. Tan atiborradas de efectos pueden estar algunas composiciones que las voces quedan enterradas, y con ellas las bellas letras y sus historias.
No es una preocupación de Maestro Espada que los textos de su disco de debut, por cierto, escritos por ellos mismos aunque estén basados en obras anteriores, calen menos en las emociones al sonar pasados por diferentes -y ensombrecedores- filtros. Es evidente escuchando por ejemplo ‘La despedía’ que el propósito de Maestro Espada es hacer cosquillas, no conmover de manera fácil. Y si hubieran querido hacer un disco completamente desnudo, lo habrían hecho. Pero joyas escondidas del álbum como ‘Carriles’ demuestran que en ese equilibrio les pueden salir composiciones realmente preciosas: aquí laúd, coros, letra y por supuesto electrónica, conforman otra joya de Maestro Espada.