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Tim Burton vuelve a decepcionar con la caótica ‘Bitelchús Bitelchús’

En 1988, tras haber debutado con ‘La gran aventura de Pee-Wee’, un joven Tim Burton estrenaba su segunda película, ‘Bitelchús’, la primera en mostrar realmente el imaginario tétrico que definiría su obra posterior. En ella, una pareja fallecía en un trágico accidente de coche y ambos se convertían en fantasmas primerizos atrapados en su propia casa. La llegada de nuevos inquilinos perturbaba la calma del hogar que habían construido en vida, por lo que su objetivo era intentar echarlos mediante sus recién estrenadas cualidades paranormales con la ayuda del demonio Bitelchús. Sin embargo, Lydia Deetz, la hija gótica de aquella excéntrica familia que acababa de mudarse sí podía verlos y hablar con ellos.

36 años más tarde, Winona Ryder regresa a ese papel que le hizo famosa, ahora convertida en una médium reconocida de la televisión americana y en madre de una hija adolescente. Aún traumatizada por la figura de Bitelchús, su mundo vuelve a tambalearse a raíz de una tragedia familiar que la obligará a reconectar con su pasado con el Más Allá.

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Además de Ryder, Tim Burton reúne a dos de los actores que protagonizaron la película original, Michael Keaton y Catherine O’Hara, e incorpora otros grandes nombres como Willem Dafoe, Jenna Ortega, Monica Bellucci o Justin Theroux. Todos ellos encajan perfectamente en el universo del cineasta, y todos ellos parecen habérselo pasado en grande filmando esta secuela tan gamberra como profundamente caótica. Por desgracia, esa despreocupada alegría que traspasa la pantalla no es suficiente para pasar por alto todas las incongruencias y carencias que la película presenta.

Burton y sus guionistas Alfred Gough, Seth Grahame-Smith y Miles Millar, abren un sinfín de subtramas que no llegan a ninguna parte y que no solo emborronan la trama principal, sino que hacen que esta sea prácticamente invisible. Tras un arranque de lo más confuso, donde se presenta a los mil y un personajes que aparecerán y desaparecerán de la historia sin ton ni son, el filme muestra al fin sus cartas bien pasada la media hora. Esta larguísima introducción sirve para implantar el tono festivo y autorreferencial de la obra, pero su ruidosa exhibición de ideas no tarda en resultar cansina.

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Dentro de este popurrí, destaca la escena en la que una descuartizada Monica Bellucci se reconstruye a sí misma en el que puede considerarse un homenaje tanto a ‘La novia cadáver’ como a la Sally de ‘Pesadilla antes de Navidad’. Más allá de ese atisbo de genio, que funciona para mostrar lo que Burton es capaz de hacer cuando está inspirado (y quizá también para fardar de su despampanante pareja sentimental en la vida real), ese personaje parece un añadido de última hora, pues su existencia no interfiere en absoluto en el camino de ninguno de los protagonistas.

Este problema sirve como ejemplo para toda la película, ya que su guion que nunca tiene claro qué es exactamente lo que quiere contar y parece que sus múltiples subtramas han sido añadidas a base de grapar unas con otras sin orden ni concierto. Por si fuera poco, Burton recurre a un sonrojante deus ex machina para resolverlas todas a la vez. Entre todo ese caos, hay alguna situación y línea de diálogo divertida, pero no lo suficiente como para salvar una película decepcionante, cuyo mayor lastre es su nula lógica interna. A diferencia de la original, donde cada acción y decisión se regía por las reglas impuestas de su particular universo, en ‘Bitelchús, Bitelchús’ prima el “todo vale” por encima de todo.

El encanto de la primera entrega tampoco está en el aspecto visual, que emula la plasticidad artesanal de los ochenta pero que nunca llega a encajar con la digitalización de los medios contemporáneos, pese a alguna esporádica idea visual potente o alguna imagen simpática de los personajes que pueblan el Más Allá. Esta nostálgica e innecesaria secuela de ‘Bitelchús’ no levanta la mala racha artística de Tim Burton, un cineasta capaz de crear mundos e historias fascinantes, pero totalmente estancado en lo que un día fue.

En 1988, tras haber debutado con ‘La gran aventura de Pee-Wee’, un joven Tim Burton estrenaba su segunda película, ‘Bitelchús’, la primera en mostrar realmente el imaginario tétrico que definiría su obra posterior. En ella, una pareja fallecía en un trágico accidente de coche...Tim Burton vuelve a decepcionar con la caótica 'Bitelchús Bitelchús'