Con poco más de 20 años -nació en 2003-, Judeline llega a su álbum debut convertida en una revelación dispuesta a trascender nuestras fronteras. Como antes Bad Gyal, su sello no es Universal, sino Interscope. El mismo de Lady Gaga. Ya hace varios años que comenzamos a escuchar hablar de Judeline, y el camino a este ‘Bodhiria’ ha dejado por el camino clásicos excluidos de este debut, como ‘Zahara‘ o ‘2+1‘, así como colaboraciones con Tainy y Dellafuente.
Para dar forma a este álbum la excusa es conceptual, mientras su sonido, tan identificativo, se mantiene. La voz de Judeline es gatuna y susurrante; su música, un R&B pasado por el filtro electrónico de un James Blake o una FKA twigs. La artista acierta al no salirse nunca de esos cánones estéticos, para contarnos la historia de Angel-a, su alter ego en este álbum de 12 pistas y 30 minutos.
La separación y el miedo a ser olvidada marcan las letras. “Bodhiria” representa un «no lugar» desde el que observa a su amado pero sin estar con él. Para desarrollarlo, influida por su origen en Caños de Meca (Cádiz), se sirve de vocablos en caló (“Undebel”), de origen árabe como “habibi”, más referencias religiosas como “INRI” (“Jesús Nazareno, Rey de los Judíos” en latín) y lorquianas (‘luna roja’, sobre los celos).
El último tema, llamado ‘Es Dios bueno o solo es poderoso’, concluye: “Quise estar donde más se brillaba y allí sola me quedé”. En medio de un álbum que suena tan introspectivo y casi siempre torturado por la renuncia al amor, cabe el humor hecho canción, como el que nos hace sonreír en ‘BRUJERIA!’: “Estoy loca, estoy haciendo brujería / Uh-oh-oh, uh-oh-oh, uh-ah”.
‘Bodhiria’ es ante todo un álbum muy bien acabado, de producción exquisita con Tuiste y Mayo a la cabeza, junto a otros nombres más circunstanciales como rusowsky, Ralphie Choo, Rob Biesel (SZA) o Drummie. Estos dos, junto a los omnipresentes Tuiste, Mayo y la propia Judeline logran resultados tan sofisticados como ‘mangata’, digna de la Björk más pop. El buen gusto topa en cambio en ocasiones con un tono demasiado monocorde que habría agradecido algún hit más.
Contra esa cierta monotonía lidian la aparición del folklore venezolano en la alegre y rítmica ‘JOROPO’ (el padre de Judeline es de este país), el flamenco (‘4angelitos’, con sus referencias a ‘Las cosas del querer’); o el propio rusowsky, que sin prisa ninguna por entregar su propio debut se pasa por el tema llamado ‘Heavenly’. Son ‘INRI’ y la acústica ‘zarcillos de plata’, ya conocidas, la joya de una corona que no tiene por qué mostrar su máximo brillo tan pronto como ya. Recordemos que el primer disco de Rosalía fue ‘Los Ángeles’, lo que vino luego y lo que tardó en llegar. ¿Quizá desde la pandemia le pedimos a los artistas ser los más grandes demasiado pronto?