Escribir que Nacho Casado y Antonio Galvañ, Parade, estaban condenados a encontrarse es un tópico para poder abrir la crítica de su disco en común. Pero en este caso, un tópico muy cierto. Sus postulados musicales no distan demasiado. La bossa nova/jazz a lo Stan Getz con João Gilberto de Nacho Casado se entiende a las mil maravillas con el pop sofisticado de Parade. Y ambos tienen unas voces preciosas.
De su unión sale una obra sentimental al cuadrado: su primer disco en común es hermoso, atemporal, cálido y ligero, una declaración de amor a unas sonoridades, de Bacharach a Mancini, pasando por Jobim y todos los popes de la bossa, con bien de los primeros Everything But the Girl, pero manteniendo la personalidad de los autores.
Aparte del amor a un cierto tipo de música, hay también mucho amor en general en este disco. De hecho, todo él gira en torno a diferentes tipos de amor y de desamor. Nacho Casado ya deja puestas las bases del álbum en la inicial exaltación al enamoramiento que es ‘Siete noches a la semana’. El piano y el contrabajo, tan jazzies, nos remiten a los EBTG más orgánicos. Parade se encarga de la mejor versión del amor en ‘El lindo amor’, llamada a ser una de sus piezas mayores. Una loa al romance tranquilo, al no tóxico, a ritmo del piano de ‘Only Love Can Break Your Heart’ de Neil Young en versión Saint Etienne. Porque ‘El lindo amor’ es su reverso: del amor que te rompe el corazón al que te lo cura.
Casado hace toda una declaración de intenciones en ‘Nueva York, Tokio y Brasil’, de aires brasileños desatadísimos. Como fantasía brasileña, pero pasada por Henry Mancini, es ‘El primero’. Una lamentación de Parade sobre ser el primero… en todo lo malo, pero no en el amor, con una letra tan divertida como sentida. El desamor maduro, ese que desea lo mejor al otro, aparece en ‘Costeau’, con estupendos arreglos de cuerdas y referencias a Family. ‘Clon rezagado’ es el regreso a las historias de ciencia ficción de Galvañ. Muy McCartney. Muy Parade.
Las preciosidades sentimentales se suceden en la clásica ‘Mañana mismo’. O el baladón ‘Verano’ de Nacho, cuya base es un piano donde cabe todo el peso melancólico del otoño plomizo. Cierran con el Parade más Parade con ‘Perdonen pero tengo un trastorno’. Un trastorno que es cantar. Y, aunque el título suene a humorada, es un lamento sobre la incomprensión que sufren los que se alejan de lo “normal”. Pero el trastorno de Parade y Nacho Casado, ese que les empuja a cantar y componer bellas canciones lejos de modas y tendencias, ese no es un trastorno. Es una bendición para nuestros oídos.