Televisión

‘Yo adicto’: las razones que empujan al alcohol, a las drogas, al sexo compulsivo

La novela autobiográfica de Javier Giner, ‘Yo adicto‘, salió hace ya 3 años, pero ha rulado tanto por ciertos círculos que parece que fue ayer. Tanto una parte de la comunidad LGTBIQ+ -sobre todo la gay, en este caso- como aquella con problemas con el alcohol y otras drogas se vieron reflejadas en el personaje principal. Porque casi nadie habla de ello, pero a ciertas horas es difícil establecer una conversación en ciertas redes sociales con alguien que no esté borracho o drogado, el libro fue un éxito absoluto, por lo que no tardó en anunciarse una adaptación televisiva. Al fin y al cabo, si Giner era conocido por algo, no era por su tarea literaria, sino por sus vídeos, sus primeros pinitos audiovisuales, y su trabajo como jefe de prensa de Almodóvar o Penélope Cruz.

Disney+ ha albergado la serie de 6 episodios, alejada de los mandatos estéticos de El Deseo: esto no es una serie pop, esteta, ni sobrecargada de canciones. Hay una escena notoria con una canción de Manel (que ahora calificaríamos como muy ‘Saltburn’), pero es mucho más llamativo el enorme número de libros que aparecen en plano. Algo que sí puede ser muy Almodóvar, pero no la característica que más le define.

Giner ha elaborado el guión y codirigido el proyecto junto a Elena Trapé, algo más próximo al cine social, pero sin monsergas ni cargas morales. Sobre todo ha respetado la historia de su vida, solo que permitiendo ciertas licencias, de manera que un libro de 500 páginas fluya con agilidad y sin la esclavitud de ceñirse a cada hecho. Algunos detalles del libro no aparecen en la serie y se añaden otros elementos que en la obra original no estaban, pero la esencia es la misma: la de encontrarnos a nosotros mismos para sacarnos del pozo.

El autor no se esconde en sobrenombres o en un enésimo ejercicio absurdo de autoficción que nadie pidió, y ha llamado a su protagonista Javier Giner. El actor Oriol Pla, al que sorprendentemente no conocía previamente, ha realizado un enorme trabajo en su mímesis, resultando, como él, inaguantable y esnob en primera instancia, y tierno y abrazable en la segunda mitad. Y es que, como se recalca en un momento de ‘Yo adicto’, esto no es una historia de buenos o malos, sino que todos tenemos un poco de ambas cosas en nuestro interior.

La historia de ‘Yo adicto’ es la de un joven treintañero que ingresa por voluntad propia en un centro de desintoxicación, primero en plan dominguero, después en condiciones más dramáticas. Su vida no es la más truculenta, no arrastra una infancia de abandono y maltrato, no ha sufrido el peor de los bullyings, ni es el peor bala perdida que sale en la serie, y aun así arrastra una serie de traumas que le han empujado primero a beber, luego a drogarse, y después a tener sexo compulsivo, poniendo en peligro su integridad.

El gran punto que se anota la serie es que a medida que avanza la trama deja de versar sobre adicciones para pasar a analizar las razones que nos empujan a ellas. No se evitan cuestiones como el «chemsex» o los chills, y para eso está el capítulo con Omar Ayuso, quien lleva 2 años hypeando la serie para después aparecer solo unos minutos, pero ese no es el quid de la cuestión. Porque la adicción es el síntoma, y nunca la enfermedad, Giner y Trapé sacan el bisturí para adentrarse en las profundidades de las cosas que nos han hecho daño, aquellos detalles o comentarios aparentemente inofensivos que hicieron del hogar un lugar completamente irrespirable. Por eso el capítulo 5, titulado ‘La familia’, es tan devastador. Tras él, el último, mucho más corto de lo habitual, sabe simplemente a simpático epílogo.

Un inmenso Ramón Barea como padre impasible que lanza dardos que abren heridas incurables, como quien no quiere la cosa, aguanta el chaparrón de Oriol Pla en la que puede ser la escena de su vida. Esa en la que vomita todas las cosas que nunca se dicen en voz alta. Ahí ya no estaremos hablando de G ni de copas de vino, sino de padres que no nos dieron el cariño físico que necesitábamos, ni su aprobación, que inconscientemente nos sembraron la semilla del mal por los pisos que teníamos que comprar y los puestos de trabajo que teníamos que alcanzar. ‘Yo adicto’ es una serie tan dura porque no habla de cosas lejanas, de un drogadicto medio pijo que pasó 4 meses escasos en un centro de detox, sino de las entrañas de lo vivido en el que tenía que ser un lugar seguro y fue en su lugar una fuente inagotable de sufrimiento. No es este el retrato de una familia rara, especialmente disfuncional, que apuntar con el dedo. Es su absoluta normalidad lo que duele tanto contemplar.

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Publicado por
Sebas E. Alonso