«El tiempo no me puede tocar» es la frase más sarcástica de la carrera de Father John Misty, y es la que elige para poner fin a su sexto disco, ‘Mahashmashana’: un brillante trabajo sobre la relación de lo divino y lo mundano que apunta constantemente a resolver algunas de las dudas más esenciales de la existencia humana. Las canciones, además, son tan descomunales como los temas que tratan.
‘Pure Comedy’ era el disco más ambicioso de Josh Tillman hasta la fecha. Se trataba de un proyecto que giraba totalmente en torno a los pensamientos del cantante respecto a la sociedad moderna y todos sus recovecos, funcionando más como diatriba que como reflexión. Ahora, en ‘Mahashmashana’, se quita a sí mismo de la ecuación. Más o menos.
El propio FJM cuenta que si ‘Chloë and the Next 20th Century’ era un «experimento sobre lo que ocurre cuando me borro de mi trabajo», este LP se trata de «un trabajo sobre borrarme a mí mismo». De hecho, la canción más autobiográfica del disco, ‘Josh Tillman and The Accidental Dose’, habla sobre cómo casi pierde la cabeza con las microdosis de LSD.
El significado de mahashmashana, del sánscrito, es «gran crematorio». En el hinduismo, la reencarnación es un ciclo infinito y, por lo tanto, indeseable. Se cree que la incineración puede romper este ciclo y ayudar al sujeto a alcanzar el nirvana. Básicamente, lo que Father John Misty está diciendo es que está un poco cansado de estar aquí, de hacer «el baile del cuerpo», como canta en el tema titular.
En este, el artista de 43 años se pregunta si la vida humana es un complot de Dios para «enriquecer a los gilipollas», desafía a la mismísima creación argumentando que «quizás» un día sea capaz de «producir un hombre feliz» y se mofa de la religión, como siempre suele hacer, afirmando que «una mentira perfecta puede vivir para siempre».
‘Chloë’ predijo el camino musical del álbum, con esos arreglos que perseguían el Hollywood dorado, pero este lo eleva a su nivel más maximalista. ‘Mahashmashana’ es una epopeya orquestal de 9 minutos que evoca inmediatamente a las grabaciones de Phil Spector, con una melodía tan clásica como reconfortante, y que esconde nuevos detalles en cada estribillo. Ya es uno de los mejores cortes de su carrera. Tillman ha vuelto a fichar a Drew Erickson (Lana del Rey, Mitski, Weyes Blood…) como arreglista y su música nunca había sonado tan saciante.
El acompañamiento de ‘Mental Health’ es precioso, de crooner puro, y tiene un build up que te coge totalmente desprevenido. A la vez, es una canción que solo FJM podría haber escrito. No es el primero que tiene una opinión así respecto al tema, pero sí es el que mejor lo ha reflejado. Describe la identidad como «una sombra blanca como la leche» y se pregunta si realmente estamos tan mal como nos dicen, asegurando que «la locura es indispensable para el verdadero desempeño del alma».
Sí es verdad que la compresión brutal de tantos instrumentos no funciona tan bien en ‘Screamland’, cuyo estribillo suena un pelín saturado de más, hasta el punto de no saber muy bien qué estás escuchando. El sonido orientado al pop, que seguro que pretendía ser una broma, y el ultra abrupto final, hace que no funcione tan bien como el resto de temas.
‘She Cleans Up’ y ‘Josh Tillman and The Accidental Dose’ también se alejan del estilo clásico y orquestal del resto de canciones. La primera es un banger de rock sucio y salvaje, mientras que la segunda intercala stacattos de violines con una balada de blues. Inevitablemente, recuerda a ‘The Night Josh Tillman Came To Our Apt’, tanto en su título como en sus toques de humor. «Ella puso ‘Astral Weeks’, dijo que le encantaba el jazz y me guiñó un ojo», canta con sorna.
Las preguntas que se hace Tillman durante el disco no desembocan en la religión, en la sociedad, en el capitalismo o en las casualidades. Nada condiciona nuestra existencia tanto como el tiempo, que ni se gana, ni se elige, pero sí se puede perder. En el primer single del disco, ‘I Guess Time Just Makes Fools Of Us All», FJM nos detalla de una forma magistral las diferentes formas que tiene el tiempo de hacernos quedar como unos imbéciles. Empezando por la primera y más importante: desde que nacemos, somos sentenciados a morir. Es una de las muchas verdades universales (e incómodas) que Father John Misty lanza en la canción. «Nuestros cuerpos desnudos van a juicio / Solo por reírnos de la broma», canta en las primeras líneas. Es un tren de pensamiento constante, con un épico acompañamiento de funk y disco. Por eso, cuando en ‘Summer’s Gone’ se arrepiente de haber tirado el tiempo, o de haber deseado que pase, no le queda más remedio que negar lo innegable. Es inevitable. El tiempo nos tocará a todos.