Existen pocas historias con la relevancia cultural de ‘El mago de Oz’. Desde la publicación del libro infantil de Lyman Frank Baum en 1900, ha sido adaptada a la pantalla en innumerables ocasiones, la más célebre en la película de Víctor Flemming en 1939, y su impacto en el imaginario popular es inmenso. El viaje de Dorothy para descubrir lo que se esconde tras el arcoíris se ha convertido en todo un referente para el colectivo LGBTQ+ y para cualquiera que no cumpla con los cánones sociales establecidos. En 2003, la historia se revitalizó gracias al musical ‘Wicked’, de Stephen Schwartz, basado en la novela ‘Wicked: Memorias de una bruja mala’, de Gregory Maguire publicada en 1995. La obra fue todo un éxito, logrando diez nominaciones a los Tony y manteniéndose en cartel durante años.
Ahora llega su versión cinematográfica, con Cynthia Erivo y Ariana Grande, dos de las voces más espectaculares de Broadway y de la música pop, respectivamente. La primera interpreta a Elphaba, una joven que ha sentido el continuo rechazo del mundo, incluido el de su familia, por nacer con la piel verde; la segunda es Glinda, una chica popular y extremadamente privilegiada. Ambas se conocen en la universidad, donde Elphaba destaca inmediatamente por sus inusuales poderes mágicos que aún no es capaz de controlar. La obra juega con la dicotomía del bien y el mal a ojos de la sociedad, y se centra en el viaje interior de su protagonista para encontrarse a sí misma y lograr sentirse cómoda en su propia piel.
‘Wicked’, que ha sido un gran éxito de taquilla, llega en un momento idóneo para su éxito. Es puro cine de evasión y entretenimiento en tiempos oscuros: el triunfo de Trump en Estados Unidos pone en peligro los derechos de poblaciones vulnerables, Rusia amenaza con iniciar una guerra mundial, Israel continúa bombardeando Palestina. La película demuestra que, en cualquier época, la tierra de Oz siempre funcionará como un refugio contra el despiadado mundo real.
No obstante, esta adaptación cinematográfica no está exenta de problemas. El principal y el más grave de todos está precisamente en esa ansia capitalista por exprimir al máximo cualquier éxito. El musical original estaba dividido en dos actos y duraba aproximadamente dos horas y media, mientras que la película finaliza con el primer acto a las dos horas y cuarenta minutos, dejando la historia abierta hasta el año que viene cuando se estrene la secuela. Esta expansión no se traduce en una mayor exploración del universo creado, sino más bien en un lastre. No hay justificación para los infinitos diálogos excesivamente explicativos que preceden a los números musicales. En este género, las canciones están para expresar los sentimientos de los personajes, sustituyendo así a los diálogos. Tener ambas cosas es reiterativo e innecesario.
El aspecto visual también es decepcionante en muchos frentes. Sobre todo teniendo como referencia la película de Flemming, donde el Technicolor brillaba con una fuerza radiante. Aquí todo es digital hasta el agotamiento, y la paleta cromática mucho más apagada de lo que debería, impidiendo transmitir la magia de Oz. Gran parte de la culpa es de su director, Jon M. Chu, quien no solo no saca partido de la historia ni de los números musicales, sino que los entorpece mediante un montaje lleno de cortes que impide a la película respirar, sobre todo, durante las canciones (especialmente flagrante es el caso de ‘Defying Gravity’).
A pesar de ello, y atravesando todos los vicios del cine comercial contemporáneo, puede vislumbrarse cierto encanto en ‘Wicked’. Los intérpretes son quien mejor parecen haber entendido el espíritu de la obra, siendo ellos realmente el alma de la película. Cynthia Erivo compone una Elphaba, quizá demasiado intensa y seria, pero solvente. Se puede apreciar el esfuerzo y esmero que la actriz británica ha puesto en dar vida a su personaje. En un registro más desenfadado está Ariana Grande, en uno de esos papeles que pueden darle muchas alegrías en la temporada de premios. Su vis cómica es evidente en un personaje que ofrece a la cinta sus mejores momentos.
‘Wicked’ es una superproducción diseñada para arrebatar los corazones y vaciar los bolsillos de los espectadores. Atendiendo a las cifras que ha obtenido y la reacción del público, el objetivo está más que conseguido. Sin embargo, hay motivos para pedir mucho más, particularmente en el ámbito cinematográfico. Rascando entre todas esas capas de CGI y purpurina, no hay ni una idea visual, ni una escena, ni nada que le haga a uno pensar que esta película vaya a ser relevante en el futuro. Ni siquiera el día de después de que se den los Oscar.