Un buen día, paseando por el centro de Madrid, ciudad en la que vive desde hace 20 años, Ibon Errazkin quedó prendado del jardín vertical del CaixaForum. Al que es uno de los grandes músicos de culto de nuestro país tras su paso por Aventuras de Kirlian, Le Mans y Single, le encandiló la percepción de que en tal jardín vertical «no hay orden» y de que sus elementos «no conducen a ningún sitio». Desde entonces, siempre se detiene a contemplarlo.
Una idea parecida ha inspirado el jardín que encontramos en la portada de su nuevo disco en solitario, ‘Claros del bosque’, de la que se ha encargado una vez más su colega Javier Aramburu. Bajo la premisa de que estas 10 canciones, como siempre instrumentales, sean «jardines por donde pasear», divagaciones sin orden que «no conducen a ningún sitio», la única forma que alcanzan es la del rostro del propio Ibon.
El álbum original que hizo en principio Errazkin era una pieza de una hora de duración. Se publicará en febrero bajo un nombre parecido, ‘Nubes y claros’. Este ‘Claros del bosque’, editado a finales de 2024, puede considerarse un anticipo de ese otro álbum que será más largo, pues incluye fragmentos de la misma música, junto a dos piezas que no estarán en ‘Nubes y claros’: ‘El río’ y ‘La vía láctea’.
En general, Ibon ha querido que las 8 piezas que se verán reproducidas en el siguiente álbum floten aquí sin rumbo, «como un pensamiento». Se han grabado sin claqueta, evitando estrofas, estribillos y todo leit motiv. Las canciones van de un lado a otro sin miedo a resultar obtusas, quizá porque ‘Claros del bosque’ toma su nombre de un denso ensayo filosófico de María Zambrano, que el mismo Ibon Errazkin a ratos no entiende muy bien, aunque sí incluye pasajes que le fascinan. Como ese en el que se habla de un «claro del bosque» como «un lugar intacto que parece haberse abierto en ese solo instante y que nunca más se dará así». Algo parecido sucede con esta obra.
Evitando repeticiones, disfrutando de los silencios, sin ningún tipo de percusión a la que agarrarse -al igual que el último disco hasta la fecha de Single-, las canciones, si se identifican, es por un arreglo de melódica puntual, como ‘Telón’; o de piano. En cuanto a este último instrumento, ‘Sonetos del amor oscuro’ de Amancio Prada ha sido la referencia; mientras que en cuanto a guitarras, las de Maurice Deebank para el segundo disco de Felt han servido de inspiración. De ‘A Preacher in New England’ a ‘Lamento’.
‘El río’ y ‘La vía láctea’ sí se han grabado con claqueta, con una intencionalidad ligeramente más pop: la segunda podría haber sido una melodía de Magnetic Fields. En el minuto 1.23 encontramos uno de los pasajes más recordables de un disco que no teme ser olvidado. Más bien quiere representar un refugio en el que perderte del griterío que nos rodea, cuando lo necesites. Satisfecho con su trabajo de traductor, pues pocos se atreven a preguntarle por Single, y ahora Errazkin vive de traducir libros de gente como Lawrence -menuda fantasía-, Ibon hace los discos que le apetece, por verdadero amor al arte. En los videoclips grabados en Tánger por el director Antonio Morales, inspirados en el cineasta malayo Tsai Ming-Liang, Errazkin se desplaza a cámara lenta, mucho más despacio que el resto de la ciudad. 100% a su ritmo. No quedan muchos ejemplos.