Hace 5 singles Rigoberta Bandini nos asustó con ‘Si muriera mañana‘, un tema de 2 minutos que referenciaba a las personas a punto de fallecer. No, no era un hit del tamaño de ‘Perra’ ni lo pretendía. Ahora sabemos que no era más que la introducción a un disco doble, a la historia que esta vez quiere contarnos la artista Paula Ribó. Si nos retrotraemos aún más, recordaremos que el primer disco de Rigoberta Bandini era en verdad un «grandes éxitos» que incluía casi todos sus singles previos, aquellos hits que comenzaron siendo pequeños y terminaron haciéndose tan grandes que encabezaron festivales y congregaron un par de veces a 10.000 personas en el entonces llamado WiZink Center.
Por tanto, es normal que Ribó haya querido ofrecer algo diferente en su segundo álbum, precisamente porque es la primera vez que construye un disco desde cero. Con un título ambicioso, capaz de construir o destruir una campaña entera, ‘Jesucrista Superstar’ reúne todas sus inquietudes musicales y personales. Tratando temáticas como la obsesión con el físico, la dependencia de las redes, lo bueno y lo malo de la religión o la maternidad, tiene madera para ejercer de nuevo de portavoz generacional. También para elevar al cubo el «hate» de sus detractores: la intro del disco, hablada, contiene la palabra «caca». La bossa del álbum versa sobre unos «spaguettis» que te cambian la vida.
Lo peor que puede decirse de ‘Jesucrista Superstar’ es que no, no contiene hits tan directos como «In Spain», «Drugs» o ‘Ay mamá’. Lo mejor es que hay muchos «growers», también canciones muy bonitas y cotidianas, y que pocos artistas utilizan referencias pop como Rigoberta -de la Coca Cola a Greta Thunberg- e influencias tan queridas como Raffaella Carrá, Franco Battiato o ABBA. A estos últimos apuntan las voces dobladas o triplicadas de ‘Pamela Anderson’, al italiano títulos como ‘Busco un centro de gravedad permanente’ y a la italiana referencias tan campechanas como la de ‘Enamorados’ («la ciudad a punto de estallar, y ella oyendo a Maluma»). Todo ello pasado por supuesto por un filtro de modernidad, que puede devenir en pop electrónico o incluso en hit latino.
Este es el caso de algunas de las producciones más avanzadas del álbum, como «Club de Chavalas Tristes» o ‘JAJAJA’, ambas con la intervención de Alizzz. En ‘JAJAJA’, la percusión es playera, el beat se rompe y los efectos vocales representan el monstruo que llevamos dentro, llevándonos a la adicción al alcohol o a las drogas. Ese subidón, ese «colocón» es justo el lugar al que queríamos que apuntara la música de Rigoberta Bandini cuando decíamos hace unos años que su synth-pop no era lo suficientemente imaginativo. También crece mucho con las escuchas esa bobada coral llamada ‘Todas tienen ganas de jaleo’: las voces de Rigo y Juliana Gattas elogian a un hombre y a «su pito» («Todas tienen ganas de empotrarte, chico»), en este caso parece que con más sentido hedonista que irónico, aunque nunca se sabe.
Hay cierto exceso de canciones chanantes, como ‘La pulga en el sofá’, que habría encajado mejor en un disco de Memé, la prima de Rigoberta; ‘Simpática como problemática’, ¿pegadiza o simplemente irritante?; o ‘Cada día de la semana’, la canción con Rémi Fa, que empieza generando bastante intriga, pero, entre gritos y carcajadas «¡que se acabe el disco ya!», termina tirándose a sí misma por una ventana. Una ocasión perdida, pues las modestas composiciones subidas a plataformas por Rémi Fa han sido un descubrimiento (de Rigoberta Bandini).
Sin embargo, hay un sentido profundo en estas letras, muy evidente y comprensible por cualquiera. Una crisis de mediana edad materializada a través de lenguaje coloquial: ‘Soy mayor’, además de ese estribillo tan gráfico («Soy mayor, qué coñazo»), contiene la impotencia de quien ha pasado de usar pañales a cambiarlos, casi sin darse cuenta. ‘Busco un centro de gravedad permanente’ se desespera por agarrarse a algo en lo que creer o algo que nos equilibre. El dúo con Luz Casal, ‘Canciones alegres para días tristes’, es otro de los momentos más reflexivos del álbum, apegado a un bonito riff de guitarra acústica. «Es desolador: ya no conecto con mi alrededor», narra Rigoberta caminando por la Gran Vía. La frase «Me compro un iPhone para estar mejor» no es baladí, es lo que hacemos todos cuando nos sentimos mal: refugiarnos en la idiotez del consumismo.
Aunque muchas de estas composiciones resulten universales, no se puede pasar por alto que estén escritas por una mujer. La feminidad es protagonista absoluta de dos de los singles principales: ‘Pamela Anderson’, inspirado en un documental de la actriz, con la sílaba «PAM» como vítor inminente de la gira de arenas que aguarda; y ‘KAIMÁN‘, que apunta a ser el gran hit de esta era gracias a TikTok o más bien a su atinado dardo sobre la identidad y el síndrome del impostor en el estribillo: «dime si estoy guapa, si está todo OK (…) Dime si soy alguien o si soy solo un fake».
Todas las referencias en femenino de los textos, lo que incluye «tampax» y «ciclos menstruales», resuenan y dan sentido al título del disco, ‘Jesucrista superstar’, el cual nunca para de regodearse en su carácter musical, por ejemplo en los coros de ‘Amore Amore Amore’, en el giro en las melodías de ‘Aprenderás’ o en el paso de ‘Los milagros nunca ocurren al salir de un after’ a la muy Paloma San Basilio ‘Brindis!!!’. Una ida de olla como la de «Jesucristo superstar» solo se había consentido hasta ahora a un hombre. La visión de Rigoberta Bandini, como letrista, como madre que intenta conciliar, como objeto de críticas, era muy necesaria. Nos habla de «Paulas, y Laias, y Anas, y perras, y emperatrices». «Ni soy una inútil ni soy una crack», concluye en «Club de Xavalas Tristes». Ahora, a los hombres -también a los gays- nos toca escuchar.