El nuevo álbum de Dirty Projectors es un ciclo de canciones sobre el cambio climático. ‘Song of the Earth’ no es un disco de pop, sino una obra de estilo clásico pensada para ser tocada en concierto. La orquesta afincada en Berlín s t a r g a z e acompaña a Dirty Projectors en esta travesía de 24 piezas que se mimetizan con la naturaleza. Longstreth dice que la propuesta de ‘Song of the Earth’ es ofrecer una «música de paisaje, música que parece el mundo natural».
En el paisaje de ‘Song of the Earth’ conviven las voces de Dave y las de sus compañeras en Dirty Projectors, Maria Friedman, Felicia Douglass y Kirstin Slipp, siempre tan cristalinas; con un corpus orquestal que incluye cuerdas, flautas, vientos, metales y percusiones de todo tipo. Música y letras a veces pintan un mundo idílico y, otras, amenazante a causa del calentamiento global. Aunque en el álbum reina la paz, a veces demasiado.
En ‘Song of the Earth’, Longstreth pasa de bañarse en la «luz de verano», a despertar en la oscuridad. El músico de Brooklyn empezó a escribir el disco en 2020, durante los incendios de California, después de levantarse una mañana y observar el cielo cubierto de humo. Dave y su mujer, Teresa Eggers, entonces embarazada de tres meses, decidieron huir -en un avión vacío, era pandemia- a Juneau, Alaska, donde el paisaje era muy distinto: pura naturaleza viva. Pájaros y árboles por doquier.
A pesar de la urgencia del asunto, ‘Song of the Earth’ es un trabajo esquivo, pues las letras a veces eligen formas vagas y fragmentadas, y las composiciones pueden tomar formas breves y efímeras. Su intención no es la de «despertar» una conciencia sobre el cambio climático -Longstreth nunca haría algo tan obvio- sino conectar a la audiencia con la belleza de la naturaleza sin despistarla de las amenazas que acechan. Las canciones se funden unas con otras de manera deliberada y reposan tranquilamente en la vibrante instrumentación sin destacar unas por encima de otras. Dirty Projectors es un elemento más dentro de la orquesta. No obstante, el enfoque puede pasarse de academicista y, aunque (casi) cada pieza por separado tiene algo que ofrecer, en conjunto la escucha puede resultar tediosa y agotadora, como pasar demasiado rato observando el campo.
La influencia principal de ‘Song of the Earth’ es ‘Das Lied Von Der Erde‘, una obra de Gustav Mahler de 1908 de la que toma directamente su título, pero los arreglos también emiten ecos del trabajo de Igor Stravinsky o de ‘Quatuor pour la fin du temps‘ (1931) de Olivier Messiaen, pues Longstreth ha declarado que este es su «disco» favorito. Esta base académica convierte ‘Song of the Earth’ en un trabajo elegante, fino e intrigante en su complejidad, pero también emocionalmente frío y distante. Estoico. El ánimo de todo el concierto es contemplativo, pero esa contemplación se convierte en monotonía pasado un rato.
Hay algo irónico en escribir un disco sobre el cambio climático y que el enfoque sea prácticamente inaccesible. Algunas canciones, como la preciosamente arreglada ‘Circled in Purple’, que habla de cielos grises y naranjas, funcionan gracias al dramatismo del acompañamiento orquestal. Otras, como ‘Opposable Thumb’, logran animar el pulso con sus saltarinas percusiones y dinámico acompañamiento. A lo largo del álbum, el juego entre voces e instrumentos es constante y ninguna canción es la misma observada de cerca. La riqueza armónica, instrumental y de texturas de ‘Song of the Earth’ es su mejor faceta.
Aunque un «ciclo de canciones» debe analizarse en conjunto, algunas pistas de ‘Song of the Earth’ orientan mejor el trabajo que otras. ‘Gimme Bread’ es la composición más conseguida, pasando del barroco al rock psicodélico, aunque su letra «necesito pan para hacerme un bocadillo» no tiene mucha miga, irónicamente; y llegar a ‘Bank On’ muchas pistas después significa reencontrarse con esa primera canción, como llegar al hogar. Algunas composiciones son bonitas pero breves, como ‘Our Green Darden’ o esa pieza revestida de flautas que es ‘Armfuls of Flowers’, y otras recuerdan a los Dirty Projectors del pasado: la primera parte de ‘Bank On’ pide la voz de Solange Knowles, y ‘Blue of Dreaming’ es una preciosa nana que Longstreth escribió para su hijo antes incluso de saber si iba a ser padre.
Pero ‘Song of the Earth’, como decimos, es largo, y no todo el material contenido en este trabajo es igualmente acogedor. El primer adelanto, ‘Uninhabitable Earth, Paragraph One’, expone la temática de ‘Song of the Earth’ literalmente adaptando a música el primer párrafo de ‘El planeta inhóspito’, pero no sé en qué contexto le puede apetecer a alguien escuchar esta canción. La unión de texto y música suena forzada y no funciona. Otras composiciones parecen esbozadas: ‘Same River Twice’ ofrece poco más que una letra que repite la misma frase una y otra vez y es difícil no imaginar a Longstreth aburrido de sí mismo grabando ‘Spiderweb at Water’s Edge’, donde sobre una línea de teclado tararea perezosamente una melodía. Las pistas instrumentales de ‘Song of the Earth’ no son las más logradas, pero tampoco las colaboraciones de Mount Eerie y Steve Lacy aportan, sino que se pierden en el vasto paisaje de la música.
‘Song of the Earth’ es un esfuerzo encomiable y ambicioso de Dirty Projectors, pero seguro que en directo brilla más que grabado. Sin embargo, con sus luces y sus sombras, ‘Song of the Earth’ tiene el inmenso valor -tan importante en la era actual- de ser una obra tremendamente original porque es Dave Longstreth quien la escribe. Longstreth sigue siendo un compositor con una sensibilidad especial para escribir melodías -tanto vocales como corales- y, aunque la música de ‘Song of the Earth’ se funde con el «paisaje» en más de una ocasión -y parece la intención-, la naturaleza que se ve a través de su ventana es imposible de confundir con otra. Aunque el cielo azul se cubra de humo, sigue siendo el cielo de Dirty Projectors.