No tener nada que hacer en el trabajo es casi tan malo como tener demasiado. Aunque para alguien que llega cada día a casa deslomado o estresado tras una interminable jornada laboral pueda parecer un privilegio, pasarte las horas muertas sentado en tu puesto de trabajo esperando a que llegue la hora de salir resulta agotador: una auténtica tortura psicológica. Si además eres joven, con todo lo que ello implica de vitalidad, ilusión y ganas de “comerte el mundo”, de aprender, relacionarte y sentirte útil, el tormento es aún mayor. Como dice un conocido aforismo: “El aburrimiento es un veneno sutil: no mata de golpe, pero consume el alma poco a poco”.
Eso es lo que le ocurre a la protagonista de ‘Oposición’ (Anagrama): se aburre como una presidiaria en una celda de aislamiento. La “celda” es una mesa colocada “en mitad de la nada, en un lugar de paso, sin ventanas”. La “prisión” es un edificio de la administración pública donde la protagonista, una joven aspirante a funcionaria, ha conseguido un puesto de interina para cubrir una vacante. Sara -o Sada, como creen sus compañeros que se llama, porque no pronuncia bien la “ede” (la novela está llena de humor irónico y absurdo)- se pasa los días esperando a que alguien le diga lo que tiene que hacer. Y, cuando se lo dicen, no tiene mucho que hacer.
Sara Mesa, convertida en una de las novelistas más celebradas de la actualidad gracias a la repercusión de ‘Un amor’ (2020) y el éxito de la adaptación cinematográfica realizada por Isabel Coixet (está en marcha otra, ‘Un incendio invisible’, una de sus primeras novelas), saca muchísimo partido a esta premisa argumental. La historia de ‘Oposición’ transcurre casi por completo en una oficina; un lugar donde el tiempo avanza con ritmo burocrático, pero que la autora narra con un tempo casi de thriller. Habla de la monotonía sin ser monótona. Logra transformar un escenario gris y rutinario en un campo de batalla interno.
Aunque en esta ocasión no aparece esa turbiedad e incomodidad tan características de sus novelas, como sí ocurría en su anterior ‘La familia’ (2022) (algo que se echa un poco de menos), sí son muy reconocibles los ambientes opresivos, la riqueza psicológica de los personajes (en este caso de la protagonista, ya que está escrito en primera persona) y una prosa tan ágil y precisa que es fácil leérselo de una sentada sin darte cuenta.
El título ‘Oposición’ se puede leer de dos maneras: como conjunto de pruebas para acceder a un cargo público y como acto de resistencia. Sara Mesa juega con esa polisemia para ofrecer un relato sobre la administración pública desde dentro, vista como un lugar con reglas propias, la mayoría de las veces absurdas y desconectadas de la realidad (la parte dedicada al lenguaje burocrático es sensacional: “realizar era mejor que hacer y recepcionar mejor que recibir”), donde la protagonista se enfrena a un dilema que puede marcar el resto de su existencia: ¿luchar para conseguir un trabajo de oficina tedioso, frustrante y la mayoría de las veces inútil, pero seguro y cómodo, “para toda vida”; o salir a un mercado laboral lleno de precariedad, explotación e inestabilidad, pero cargado de posibilidades, estímulos y abierto a la creatividad y la iniciativa? ¿Cuánto de vocación e ilusión hay en una aspirante a funcionaria, y cuánto de miedo y renuncia?