La historia del nuevo disco de Florence + the Machine es gore, y desgraciadamente está basada en hechos reales. Durante su gira anterior, Welch sufrió un embarazo ectópico, implantado fuera del útero, y estuvo a punto de morir: su trompa de Falopio se rompió y la cantante llegó a almacenar en su abdomen la «cantidad de sangre equivalente a una lata de Coca-Cola». Que ‘Everybody Scream’ se publique exactamente el día de Halloween no es ninguna casualidad.
El dolor físico y psicológico de aquel acontecimiento inspira la composición de ‘Everybody Scream’, un trabajo que la artista afronta para recomponerse y sanar. El álbum es un estudio de la figura de Welch como cuerpo femenino sacrificado, por su público y por la fama, pero también atacado por fuerzas exteriores que amenazan con destruirlo, como la naturaleza o el machismo. La brujería funciona como marco simbólico para unas letras a la vez metafóricas y directas.
La preparación de Welch para escribir ‘Everybody Scream’ fue mental y física. Para volver a cantar con seguridad después del trauma, recuperó sus estudios de ópera, que la llevaron a empezar a cantar cuando tenía 11 años. En busca de un sonido salvaje y primario, explora influencias vocales, corales y rítmicas del medievo. Sumida en la oscuridad, recurre para inspirarse a la literatura gótica de Shelley -en concreto ‘Frankenstein’- y de las hermanas Brontë.
Son varias las referencias de ‘Everybody Scream’ a la propia carrera de Welch, empezando por el espectacular single principal, casi una resurrección: no está lista para morir porque se debe a su público. El tema es una fiesta de gritos y alaridos, con Welch convertida en diosa terrenal. En ‘The Old Religion’ alude a que este es su sexto disco, solo para retratarse como «sufrida heroína» que, en la «temporada seis», volverá a ser consumida en su peor momento.
La tribal ‘Sympathy Magic’ hace uso de demoledoras percusiones y teclados, pero duele más la exposición de su propia vulnerabilidad y de la ingratitud de su sacrificio, cuando relata que «ser buena persona no la ha protegido del mal». Ella misma se retrata como monstruo en la desafiante ‘Witch Dance’, de bajos inspirados en el punk. La soledad de la fama y su propia inseguridad convierten su amor en un arma letal que destruye a quienes lo prueban.
El cuerpo herido de Welch convive en ‘Everybody Scream’ con una psicología que también es puesta a prueba. Reveladoras son frases como “canto ante miles de personas, pero tú no puedes escribirme en tres días”, de ‘Buckle’. Welch trata de reconciliar la adoración masiva con la soledad de su propia vida y con la sensación de sentirse «indigna» como mujer y pareja. El trauma de la maternidad imposible se suma a la realidad del patriarcado: en ‘One of the Greats‘ y ‘Music By Men’, expone la manera en que su popularidad amenaza a los hombres, y lo hace sin renunciar al humor, cuestionando la aburrida música hecha por ellos y el propio canon masculino para, en la segunda canción, dar una oportunidad a una pieza de The 1975, a regañadientes.
Welch equilibra sus letras más confesionales con su inclinación por la poesía mágica y naturalista. De hecho, algunos de los momentos más logrados del álbum surgen precisamente de esa convivencia entre una lírica de ecos «rossettianos» y la cotidianidad de una mujer del siglo XXI. En ‘Perfume and Milk’ se retrata sola en casa, intentando recomponerse del dolor mientras descarga en el móvil las ‘Revelaciones del amor divino‘ de Julian of Norwich, un tratado de mística femenina del siglo XIV. La escena es casi autoparódica, pero funciona.
El peso de las letras de ‘Everybody Scream’ deja en segundo plano las canciones o su potencial pop. Muchos de estos textos parecen poemas musicados: composiciones como la balada de autocuidado ‘Perfume and Milk’ emplean estructuras libres, y las canciones del álbum no buscan el gancho fácil, sino que son principalmente vehículos para las historias de Welch y para su desfogue vocal. No es casualidad que Florence haya trabajado en el disco con el Deep Throat Choir y el Idrîsî Ensemble, ya que muchas de estas composiciones invocan un ritual pagano o exorcismo.
La paleta de sonidos es particularmente cruda y no admite tantos matices ni capas como podría. Las piezas rítmicas, como ‘Everybody Scream’ o ‘Sympathy Magic’, beben del propio imaginario de Florence + the Machine, sonando más rituales que cósmicas. La desnudez de las baladas, por otro lado, remite más que nunca a la obra de PJ Harvey y Nick Cave, por ejemplo en ‘One of the Greats’ o ‘You Can Have It All’, mientras ‘Buckle’ funciona como canción de hoguera.
Las nuevas composiciones de Welch no carecen de poder emotivo: ‘Everybody Scream’ es un single a la altura de sus clásicos, y Florence conmueve especialmente en baladas como ‘Perfume and Milk’ y ‘Music By Men’. Sin embargo, da la sensación de que falta algo, como si, a pesar de su pretendida grandiosidad, las canciones se hubieran quedado unos peldaños por detrás de lo necesario para ser verdaderamente grandes. Esto es evidente en piezas épicas como ‘Kraken’, ‘The Old Religion’ u otras que parecían centrales, como ‘You Can Have It All’, en la que Welch hace el luto por la pérdida de su bebé, encendiendo unas velas.
Puede ser esta la razón por la que ‘Everybody Scream’, el single, no ha conectado tanto como ‘What Kind of Man’, o por la que ‘One of the Greats’ no ha llegado al nivel de ‘What the Water Gave Me’. Welch no parece interesada en escribir hits de pop, algunos tan recientes como ‘Free‘, sino en canalizar su inmenso dolor en las letras e historias más vívidas que ha firmado jamás. Florence Welch nunca ha sido mejor narradora de historias ni mejor poeta que en este sexto disco.
