Un padre joven con un hijo adolescente, un barrio obrero inglés, temazo musical y toneladas de lirismo visual. Andrea Banjanin parece haber tomado buena nota del cine de Andrea Arnold. El cinematográfico videoclip de ‘Giving Up Air’ podría haberse extraído de alguna de las películas de la realizadora británica: desde ‘Fish Tank’ o ‘Bird’ (probemos a imaginar a Michael Fassbender o Barry Keoghan en el papel del padre), hasta ‘Red Road’ y sus icónicas torres de hormigón.
Uno de los elementos más destacados del vídeo es precisamente el protagonismo de una torre. La londinense Trellick Tower es una de esas moles de hormigón que en su momento provocaron el mismo espanto que la arquitectura de la Bucarest de Ceaușescu (“Tower of Terror”, la llamaban). Concebida como vivienda social en los años setenta, sus bajos llegaron a albergar más yonquis que Chueca en los ochenta. Hoy, sin embargo, se ha convertido en un icono de la arquitectura brutalista
más extrema.En el piso 23 de esa torre comienza la historia de ‘Giving Up Air’: un relato sobre el progresivo acercamiento entre un padre y un hijo distanciados por lo que, según ha explicado el vocalista Dougy Mandagi -“un momento que cambia la vida y el dolor inimaginable de perder a un ser querido en circunstancias trágicas”-, podría ser el fallecimiento de la madre.
Por medio de un montaje estructurado a través de una dialéctica visual padre-hijo, con planos de uno y otro en permanente dialogo, la narración va acercando poco a poco a los protagonistas hasta desembocar en un emotivo final: un reencuentro resuelto con un precioso baile catártico.