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‘Saltburn’: qué heavy eres, Juana

Es un punto común en las experiencias de muchas personas bisexuales el que, cuando a raíz de que les gusta una mujer (u hombre) concretos, empiezan a ver que también le gustan las mujeres (o los hombres), se pregunten “¿pero realmente me gusta? ¿Quiero ser como ella o quiero follar con ella?”.Y no solo en bisexuales; hablamos de una pregunta muy asociada al homoerotismo en general, una pregunta a la que, se supone, tienes que responder A o B. Pero, como en muchas otras cuestiones, la respuesta no es A ni es B. El protagonista de ‘Saltburn’, de hecho, respondería un contundente “AMBAS”.

Emerald Fennell ha dado un considerable salto de estatus en los últimos años. Como actriz no le iba mal, quizás la viste en ‘La chica danesa‘ o en ‘The Crown‘, pero el respeto se lo ha terminado ganando detrás de las cámaras, siendo el Oscar por el guión de ‘Una mujer prometedora‘ (su debut como directora) lo que le puso en el mapa definitivamente. ‘Una mujer prometedora’ era una película con una gran premisa, grandes escenas y muchos fallos, y su regreso con ‘Saltburn’, que Amazon Prime Video acaba de estrenar en nuestro país, vuelve a tener esas tres características.

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He leído estos días algo así como “qué pena que a la directora Emerald Fennell le haya vuelto a tocar trabajar con esa guionista llamada Emerald Fennell», y a la coña no le falta razón, por mucho que ese Oscar fuese a mejor guión. En esta ocasión, la inglesa nos cuenta la historia de Oliver, un chaval de clase baja que en la década de los 00 consigue estudiar en Oxford gracias a la combinación de una beca y cero vida social, y que allí se obsesiona con Felix, el guapísimo hijo de una familia asquerosamente rica. Fennell, de hecho, no se corta en mostrarnos lo asquerosamente ricos que son, y en esto ayuda la dirección de fotografía de Linus Sandgren (que en su haber tiene, entre otras, ‘La La Land‘): estamos tan abrumados como Oliver la primera vez que entra en la mansión. Pero “asquerosamente” no es un adverbio usado a la ligera: la directora habla de algo tan visceral como la envidia, y tan terrenal como el deseo… tan cercanos entre sí para Oliver.

Se ha dicho que ‘Saltburn’ es la película más guarra del año, o de los últimos años, e incluso hay gente diciendo que “nunca había visto nada como esto”, y ahí no estoy de acuerdo; de hecho, me parece uno de los puntos donde Fennell flojea. Como en aquel sketch de ‘Buenafuente‘ donde Malena Gracia decía “estoy buenísima, ay que se me ve jijiji, ¿..se me ve?”, ‘Saltburn’ está más preocupada de parecer guarra que de serlo. Claro que momentos como el de la bañera o el del vampiro son cerdos (el tercero que estáis pensando no creo que pretenda ser sexy sino turbio), pero me parece que influye más el panorama sex-negative del cine actual, en el que cualquier cosa que se salga de ahí llama poderosamente la atención. Por ello, ‘Saltburn’ llama la atención tanto en esos momentos más gráficos como en la construcción de una atmósfera erótica: hay más tensión sexual en la secuencia de Oliver y Felix fumados en la habitación que en las siete temporadas de ‘Élite‘.

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La cosa es que luego a ‘Saltburn’ le pasa con el deseo como con otros temas: destaca más por secuencias aisladas que por la historia en sí, que incluso por momentos carece de coherencia narrativa. Barry Keoghan está espectacular como Oliver, y debería ser un serio contendiente del Oscar al Mejor Actor, pero su mérito es aún mayor teniendo en cuenta lo desdibujado que a veces está el personaje. Rosamund Pike ha vuelto a enamorarnos como hizo en ‘Perdida‘ de Fincher; sin embargo, su personaje (que no su interpretación) está más basado en one-liners que en una consistencia, y algo parecido pasa con los de Alison Oliver, Archie Madekwe, Richard E. Grant y la aparición de Carey Mulligan. Lo simple del de Jacob Elordi tiene más excusa, porque podemos entenderlo dentro de la sexualización 24/7 que pretende hacerle Fennell, En general, hay un tono raro entre la parodia (desde muy temprano, recordemos esa tutoría con el profesor), el thriller erótico noventero y el intento de hacer una crítica social con ‘Retorno a Brideshead’, ‘El talento de Mr. Ripley’ e incluso ‘Teorema’ entre sus referentes, pero el conjunto queda bastante vacío.

‘Saltburn’ es muy vistosa y entretenida, y su banda sonora hará las delicias de cualquier melómano: además de los temas originales de Anthony Willis y del gag con ‘Common People’, en la peli suenan Arcade Fire, MGMT, Ladytron, The Killers, Bloc Party, Cold War Kids y, por supuesto, ESE final con Sophie Ellis-Bextor. Pero no puedes evitar tener la sensación de que, cuando la fiesta se acaba, hay poco que rascar, pese a todo el despliegue visual que hemos visto, y todo el ruido respecto a lo heavy que era esta película. Si recordáis, cuando Verónica Forqué decía “qué heavy eres” en la secuencia de ‘Kika‘ a la que pertenece este titular, Rossy de Palma le respondía “soy auténtica, señora”. Y no sé si ‘Saltburn’ puede decir lo mismo: hay ideas muy buenas, hay planos que son la hostia, hay un protagonista completamente entregado y, sí, hay provocaciones. Pero no parece que haya un fondo detrás de todas esas cosas aisladas, y muchas se pierden por el camino.

Es un punto común en las experiencias de muchas personas bisexuales el que, cuando a raíz de que les gusta una mujer (u hombre) concretos, empiezan a ver que también le gustan las mujeres (o los hombres), se pregunten “¿pero realmente me gusta? ¿Quiero...'Saltburn': qué heavy eres, Juana