El otro día estaba viendo el reparto de galas de la gala 11 de Operación Triunfo y Claudia Arenas, la Latin Girl de Alicante, musitó, cuando le asignaron ‘Overjoyed’ (1985) de Stevie Wonder, esa palabra: «temardo». Y de repente no pude evitar preguntarme: ¿de dónde sale esta palabra y por qué la leo en todas partes?
No es ningún secreto que los jóvenes crean su propio lenguaje, echando mano de expresiones inventadas por ellos mismos y de neologismos. Soy una pringada es una gran «productora de lenguaje», como la describe Nerea Pérez de las Heras, y como lo es también su amigo y colaborador Junior Healy, quien se ha apropiado de la palabra «circo» como nadie. En 2013, el fan de Lady Gaga que le gritó «yas» en la cara estaba cambiando el mundo sin saberlo.
El origen de «temardo» no es fácilmente localizable, pero probablemente se populariza en algún rincón heteronormativo de internet, como Forocoches o ese sector de X-antes-Twitter que no sabe qué es PopCrave. En X es donde más veces he leído esta palabra, en tuits que buscaban expresar admiración hacia una canción de forma exagerada. «Temardo» es la alternativa gen Z a «temazo»; otras variaciones como «temarraco» o «temarraquen» siguen siendo usadas por personas como Noemí Galera, en el mismo vídeo citado arriba.
Sin embargo, el uso de la palabra «temardo» se ha popularizado y extendido, pues esta es la misma naturaleza del lenguaje. Aunque no estoy seguro de que el colectivo LGTBQ+ la haya aceptado, como mínimo hay que celebrar que los heteros devuelvan de alguna manera todo lo que toman prestados de nosotros. El popper, por ejemplo.
La propia morfología de la palabra «temardo» trae intrínseca cierto nivel de testosterona. Supuestamente es una mezcla de «temazo» y del sufijo «-ardo»; de la que nacen otros neologismos igual de forzados como «buenardo» o «malardo» que desconocía hasta la redacción de este artículo. Personalmente, no tengo pruebas pero tampoco dudas de que la palabra nace de la fusión de las palabras «temazo» y «gordo», ya que la expresión «temazo gordo» resume el significado de la palabra, que al fin al cabo busca expresar gusto por una canción de forma exagerada, un poco agresiva, y casi irónica.
Este tipo de neologismos surge de la necesidad -especialmente entre los jóvenes- de renovar el lenguaje, ya que ciertas palabras “altamente connotativas” van perdiendo «fuerza emocional con el uso y el paso del tiempo», como señala Ricardo Martínez, profesor de Literatura Creativa en la Universidad Diego Portales. Por ello se crean nuevas palabras para expresar sentimientos similares, pero adaptadas a la identidad de quienes las emplean -generalmente jóvenes- y a su contexto, en este caso, el de internet, los memes y las redes sociales.
Según un medio argentino, “los adolescentes y los jóvenes son los reyes de los neologismos: los más creativos y los más prolíficos”. Por supuesto, la industria musical no ha tardado en apropiarse de este y otros términos, y la playlist Temardos en Spotify cuenta ya con cerca de 450.000 seguidores. Es revelador que la playlist esté plagada de producciones exclusivamente de reggaeton y urbanas, ya que están diseñadas para producir un impacto inmediato y viralizarse, y sobre todo porque esta es la música que escucha actualmente la mayoría de jóvenes que han introducido esta palabra en su vocabulario, que son la mayoría de jóvenes en general.
Conviene detenerse en la carga irónica del término, que se distancia de expresiones demasiado sinceras como “temazo” o de fórmulas más formales del tipo “canción increíble”. «Temardo» no intenta transmitir una valoración musical fundada ni un análisis serio, sino justamente alejarse del academicismo y de la rigidez de una crítica publicada en un medio especializado. Decir «temardo» implica no seriedad, incluso la posibilidad de cambiar de opinión, de la misma manera que todo el contenido en internet, incluida la música, es volátil.
Sin embargo, que la palabra haya saltado de la red a la vida real produce situaciones como que Claudia Arenas tilde de «temardo» una canción remota, publicada hace 40 años, de Stevie Wonder, sugiriendo que ya cualquier música vale para usar esta expresión. A mí no me veréis empleándola, ya que prefiero temazo o bop, y francamente… «temardo» da un poco de «cringe». Como dice Ethel Cain, ya hay demasiada ironía en las redes: no necesitamos más.