Había mucha expectación por ver (unas horas antes que el populacho, tampoco es que sea una gran primicia que digamos, porque se estrena hoy en toda España) lo último de Víctor Erice. José Coronado, futuro nominado al Goya a la interpretación de reparto, da vida a un actor llamado Julio Arenas (porque no podían llamarlo directamente Julio Iglesias, supongo) que desapareció hace 22 años durante el rodaje de una película. La desaparición del actor, investigada a modo de entrevistas y pequeños encuentros por parte de su mejor amigo y director de la película inacabada, es durante buena parte del metraje un McGuffin que le sirve a Erice para hablar de sí mismo, del paso del tiempo, de envejecer, de la memoria y el valor de los recuerdos, y por supuesto de su fascinación por el cine. Es una película de tono decididamente crepuscular y ritmo pausado (casi 3 horas de crepúsculo), con una tercera hora realmente bella que justifica hasta cierto punto las dos primeras, algo más problemáticas, que por momentos se sienten acartonadas y con un pulso narrativo un tanto ausente. No será la mejor película de Erice pero siempre es una buena noticia que esté de vuelta y me parece un interesante broche a su filmografía. Mencionar off topic que me ha hecho mucha ilusión ver a Ana Torrent en persona (en la película está maravillosa como siempre) después de todas las veces que hemos puesto su foto por aquí por los loles en referencia a ciertos ficheros de descargas ilegales.
"Mother, couch" es la historia de una madre octogenaria (Ellen Burstyn) que un día se sienta en un sofá de una tienda de muebles tipo IKEA y se niega a levantarse, para desconcierto de sus hijos (Ewan McGregor, Rhys Ifans y, redoble de tambor, Lara Flynn Boyle), que tienen que aceptar la nueva situación e instalarse allí para acompañarla durante las noches o visitarla durante el día. Aunque la sinopsis promete una divertida y alocada comedia absurda, las intenciones del director debutante son muy distintas. Su referente más claro sería el surrealismo de Charlie Kauffman de títulos como "Estoy pensando en dejarlo", con la tienda de muebles sirviendo de metáfora de un hospital con la familia reunida al final de la vida de los progenitores (y F. Murray Abraham encarnando a la sanidad privada americana), y en estilo visual parece que quiere beber de comedias tipo Punch Drunk Love o After Hours, por su estilización y en el caso de la última, su aire de pesadilla kafkiana. Vamos, que apunta muy alto, pero lamentablemente las pretensiones no se corresponden con los resultados: un caos sin gracia. En resumen, una película atípica y ambiciosa, pero fallida.