No me ha entrado a primera escucha. No porque me parezca un mal disco (ni mucho menos), sino porque simplemente no conecto. Toda esa imaginería católica tan marca de la casa me deja fuera esta vez, creo que para hacer un álbum espiritual o introspectivo no hace falta tirar por ahí. En ese sentido, Anela de Belén Aguilera, con una inspiración parecida, me parece que está mejor resuelto, además de tener mejor ritmo, una narrativa más clara y mejores letras.
Y sin entrar en comparaciones, me da pena que la mejor canción del disco (Berghain) ya la conociéramos. Porque no hay más sorpresas. Recuerdo escuchar MOTOMAMI por primera vez y sentir ese sube y baja de emociones, esa sensación de tan pronto estar con el moco tendido como al minuto con un beat brasileño con el subidón... y todas las canciones eran algo. Aquí, en cambio, todo suena demasiado parecido, sin ese riesgo ni esa chispa. Cuando vuelve a explotar sus raíces flamencas, parece más un recurso que una reinvención. Y si vas a volver a eso, hazlo mejor de lo que ya hiciste…