En mi primer piso tenía un fantasma en mi habitación al que llamé Ernesto.
Le puse Ernesto porque tenía un dibujo del Che que me tiraba constantemente, supuse que no era comunista, así que por fastidiarle le llamaba así.
Mi fantasma era muy guasón. Gustaba de mantenerme la habitación helada mientras el resto de la casa estaba a temperatura ambiente. En verano era genial, en invierno podía ver mi aliento y se me helaba la nariz al dormir.
Sabía que era hombre porque me quitaba el nórdico mientras dormía. Quien duerme conmigo sabe que me tapo hasta arriba y apenas me muevo. Un poco movido, bueno. Como si lo hubieran lanzado al otro lado, y varias veces, pues que estaba muy salido.
Mi compi manchega un día en el salón se reía de mi, y se metió con Ernesto. La puerta de mi habitación, que estaba cerrada, se abrió poco a poco totalmente.
Y para estar cagada, pues le puse nombre y hablaba con el a veces cuando me aburría de estudiar o estaba sola.
Lo curioso vino al año siguiente que nos cambiamos las habitaciones y el frio se vino a mi nuevo cuarto.
Y esa es mi historia, Ana Germain.