Se acabaron las predicciones, el tratar de adivinar quiénes serán las agradables sorpresas y quiénes las ausencias más significativas que se producen en todas las ediciones. Este año no es una excepción, ya que nos ha traído bastante de ambas, pero sobre todo y desgraciadamente, de lo segundo.
¿Acaso no es igual de difícil hacer una película muy buena que una rematadamente mala? ¿No son las dos experiencias igual de inolvidables para el espectador?