El melocotón es mi fruta favorita. Me gusta pelada, sin pelar, en almíbar, en yogur, en zumo, en helado y en todas sus formas. Así que es una pena que de Peaches, la cantante, sólo pueda aprovechar la cáscara.
Hace un par de semanas, en Siglo XXI, Tomás Fernando Flores, que mira que critica pocas cosas de las que pone, comentaba que había mucha gente a la que le podría parecer que esta continua provocación buscada mediante el sexo y la polémica iba a escandalizar ya a poca gente. En entrevista con ella, la revista Shangay insistía en la misma idea. La respuesta de Peaches era que la mujer sigue estando relegada sexualmente, teoría que convence a los chicos de Pitchforkmedia, cuando afirman que sus performances (consoladores, bragas, esas cosas) seguirían escandalizando al americano medio (si las conocieran, claro). Dos formas por tanto de acercarse a su «arte»: la infra-exposición en los medios generalistas, que ni siquiera la conocen; y la sobre-exposición en los especializados, curados de espanto y que comprobamos, disco a disco, que Peaches no es para tanto.
Esté pasado de rosca o no su discurso, ‘Impeach my bush’, sin ser tan electrorallante como su predecesor, el insoportable e insufrible ‘Fatherfucker’, que todavía me pongo malo cuando lo veo dando vueltas por casa, no está fatal. El título del álbum sienta como un guante a la filosofía de Peaches, ya que puede traducirse bien por ‘Culpa a mi Bush’ o bien por ‘Pasa de mi coño’. Manteniendo el mismo estilo, esa especie de Joan Jett con sonidos electrofunks, aguantan el tipo el single ‘Downtown’, tan old-skool como el ‘Slow’ de Kylie, y ‘Two guys (for every girl)’, una crítica a esos chicos que sólo quieren hacer un trío con dos chicas y no al revés. En cualquier caso, en estos años, cada vez que he oído su nombre, no he conseguido quitarme de la cabeza el hit menor ‘Peaches’, que no es de Peaches sino de los Presidents of the USA. Y eso es muy mala señal. 5.