Neil Young & Crazy Horse / Psychedelic Pill

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Neil Young & Crazy Horse / Psychedelic Pill

Si la noticia de la reunión de Neil Young con Crazy Horse ya era para lanzar gritos de júbilo, el hecho de que Young, Sampedro, Talbot y Molina nos regalen no uno, sino dos discos en cosa de cuatro meses, es como para no creérselo. Pero sí, al frotarnos los ojos nos damos cuenta de que así es. Que quisieran repasar el cancionero tradicional en ‘Americana‘ fue una idea bienvenida y con un notable resultado, pero un disco de estudio con canciones propias son palabras mayores. En solitario, Neil tiene en su haber grandísimos álbumes que de sobra conocemos, pero, a juicio del que escribe, cuando ha alcanzado las cotas más altas de magia ha sido a lomos del caballo loco: desde ‘Everybody Knows This Is Nowhere’ (1969, cuando el malogrado Danny Whitten era el guitarrista de CH) hasta ‘Ragged Glory’ (1990), el torbellino eléctrico que han generado, y que también recordaremos por discos en directo como ‘Live Rust’ (1979) o ‘Weld’ (1991), es algo asombroso. Con tan pocos elementos como dos guitarras con la ganancia a tope (y especialmente cerdas en el mencionado ‘Weld’, lo cual evidenciaba que el mal llamado grunge no había descubierto nada nuevo) y una sección rítmica tan simple pero tan completa a la vez, han creado un universo propio que es un gustazo poder volver a degustar en ‘Psychedelic Pill’.

Parece que el cuarteto tenía ganas de verse las caras, porque han facturado un disco de nada menos que hora y media de duración. Siempre se han movido entre canciones de tamaño estándar y otras más dilatadas, pero nada hacía presagiar que fueran a comenzar con ‘Driftin’ Back’, un mastodóntico corte de, ojo, media hora. Relacionada con su reciente autobiografía, ‘Waging Heavy Peace’, la letra hace constante referencia a recuerdos del pasado lejano y reciente y, de hecho el comienzo acústico que se fusiona con la entrada de la banda al completo parece como un flashback. En sus partes principales, suena brillante, y mantener la atención durante tanto tiempo es una cualidad que pocos tienen: a modo de mantra, Neil va recordando distintos aspectos de su vida, pero hay momentos, especialmente pasado el primer cuarto de hora, en las que parece que tocan por tocar, sin ninguna improvisación especialmente válida que justifique tal minutaje. Tal vez recortada a la mitad lograrían llegar a buen puerto al 100%, quedando como una muy buena idea llevada más lejos de lo deseado.

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En el resto del álbum parecen más concentrados. Tras el breve tema titular, donde la previa melancolía da paso a una mayor contundencia, dominada por un efecto phaser que aporta el aspecto psicodélico de la canción en sí (para quien no les guste, incluyen al final del disco la misma canción con una mezcla distinta, sin el efecto), vuelven a dejarse llevar con el cuarto de hora largo de ‘Ramada Inn’. Esta vez, al acortar la duración, consiguen transmitir al oyente sin que éste se pare a mirar el reloj. Los hipnóticos (y ya míticos) solos de guitarra de Young tienen mucho que ver en todo esto, se pueden alargar todo lo que él quiera sin llegar a parecer absurdamente repetitivos. En la risueña ‘Born In Ontario’, el frontman recuerda sus orígenes de una manera muy simple, a juzgar por la letra, otra especie de retrospectiva de su vida.

En la segunda parte de ‘Psychedelic Pill’ confirman que no se han juntado para recordar los viejos tiempos y poco más, probando la valía de este álbum con unos temas excepcionales, a los que da paso ‘Twisted Road’, otro recordatorio de momentos vividos. ‘She’s Always Dancing’ es la primera de éstos, con unas melodías y unas guitarras que erizan los pelos como ya hicieron ‘Cortez The Killer’ o ‘Like A Hurricane’. La sección rítmica y los coros redondean unos ocho minutos y medio apasionantes, de los que no sobra ni un segundo. La balada ‘For The Love Of Man’ es uno de los momentos más bonitos del disco y sirve como valle que bajar antes de la última cima, el colofón, que llega con ‘Walk Like A Giant’, otra bestia parda de más de quince minutos. Parece que, a lo largo del álbum han intentado dar con la clave a través de varios intentos, probando primero con ‘Driftin», refinando después con ‘Ramada’ y rematando la faena con ‘Giant’ y su riff hermanado con ‘Hey Hey, My My (Into The Black)’. Aquí todo encaja finalmente y cada paso, cada movimiento, cada silbido, es una celebración, un gozo al pensar que después de tantos años sigan teniendo algo que decir que suene tan fresco como décadas atrás. Habrá cosas que tendremos que perdonarles, porque su veteranía y constancia merecen el mayor de los respetos, pero si aquí se han vuelto a ganar los galones no es sólo por la reputación que les precede, sino porque no han intentado forzar nada con la intención de mantenerse en el candelero. Se nota que les apetecía juntarse y enchufar los instrumentos sin pretensión alguna. Al tener un talento natural para esto, todo lo demás ha salido solo.

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Calificación: 7,9/10
Lo mejor: ‘She’s Always Dancing’, ‘Walk Like A Giant’, ‘Psychedelic Pill’, ‘Ramada Inn’.
Te gustará si te gustan: Neil Young & Crazy Horse (evidentemente)
Escúchalo: Spotify

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