Primera pregunta: ¿es el aburrimiento una categoría adecuada para juzgar una novela? En la mayoría de los casos no. No es más que un atajo, un “me gusta-no me gusta”, una convención impulsada por la pereza intelectual. Pero hay excepciones. La nueva novela de Tao Lin es una de ellas. Y muy grande. No existe un adjetivo mejor para definirla, una palabra más adecuada para catalogarla: A-BU-RRI-DA.
Segunda pregunta: ¿es necesario aburrir para reflejar el aburrimiento? Rotundamente no. Un buen ejemplo sería ‘El club de la lucha’ (libro y película). ‘Taipéi’ es un intento por plasmar el vacío existencial, la desorientación vital y la desafección emocional de un escritor veinteañero adicto a los fármacos, las fiestas y la comida basura. Tao Lin utiliza un estilo –minimalista, monocorde, aséptico, comatoso- que se adapta como un preservativo al contenido de la novela. Desde un punto de vista teórico, es coherente, incluso interesante. Desde uno práctico, soporífero, exasperante. Aburrido.
Tercera pregunta: ¿es ‘Taipéi’ una novela “puramente” generacional (y por eso no la “entiendo”)? Puede ser. Como ha pasado con la generación X, con Douglas Coupland o Bret Easton Ellis, el tiempo lo dirá. Quizá Tao Lin no escriba para todos. Quizá haya que tener veinte años -pertenecer a la generación millennials- para conectar con su estilo y con las inquietudes y problemas de sus personajes. Quizá. O quizá estemos ante un autor (una moda) con la fecha de caducidad más corta que una mayonesa casera. Si por lo menos murieran a los veintisiete…
Cuarta pregunta: ¿se puede disfrutar de una novela aburrida? Sí, como se disfruta, por ejemplo, y salvando (mucho) las distancias, de la “fuente” de Duchamp. Por lo que significa, por lo que sugiere, por lo que provoca. En ese sentido, ‘Taipéi’ recuerda a una videoinstalación, a un anti-filme warholiano: conceptualmente puede resultar atractivo y sugerente, pero no hay quien lo trague entero. 4.