Javier Corcobado, el cantautor maldito

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Javier Corcobado, el cantautor maldito

Aulló, se tiró al suelo, gritó, tocó el saxo, se fumó un piti, maltrató el micrófono y lloró. Y, en esta ocasión, hasta habló. Javier Corcobado actuó anoche en el Auditorio del Conde Duque en Madrid con motivo de la presentación de su nuevo álbum -esta vez de versiones- ‘Luna que se quiebra sobre la tiniebla de mi soledad’. Muy bien acompañado por lo que él mismo definió como su «pequeña orquesta», entre los que destacaban viejos conocidos como Fino Oyonarte al bajo o Susana Cáncer al piano, Corcobado planteó un recital a su medida, más allá de una mera presentación de canciones.

De esa manera se alternaban algunos de sus temas más históricos (abrió directamente con el bolerazo ‘Desde tu herida’) y una selección de los mejores cortes de su ya penúltimo disco (‘La canción del viento’, ‘Soy un niño’ o la inconmensurable ‘A nadie’) junto a interpretaciones de composiciones de otros autores. Entre estas últimas cabe destacar la versión de ‘Le poinçonneur des Lilas’, fiel a la original de Gainsbourg y especialmente cargada de arrojo, o su recreación -y, pese a las apariencias, más cercana a la de Bambino que a la de Raphael- del ‘Te estoy queriendo tanto’ de Manuel Alejandro.

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Con un sentido escénico a medio camino entre un Alan Vega y un Jacques Brel, Corcobado repasó también canciones de corte más tropical y -en inicio- relajado, como ‘The Shadow of Your Smile’, ‘Carioca’ o ‘Coraçao vagabundo’, así como hasta dos rancheras de Jose Alfredo Jiménez (finalizó con ‘El Rey’). Entre medias, ráfagas de distorsión e incluso una versión de Spacemen 3. Especialmente memorable fue su ‘Noche de Ronda’, el tema de Agustín Lara del que toma prestado el título del nuevo disco, a solas con Susana Cáncer al inicio del bis.

En definitiva, un espectáculo heterogéneo y singular, tan repleto de exceso y drama como individualista y falto de prejuicios musicales, al que sólo se podría achacar una iluminación criminal, un sonido mejorable y unas sillas casi tan incómodas como los demonios que deben inspirar al propio Corcobado. 8.

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