Revelación o timo: Bicimad en la práctica

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Revelación o timo: Bicimad en la práctica

bicimad-anabotellaDespués de todas las frustraciones que supone para una persona de mi edad haber vivido toda su juventud (íntegra, enterita) bajo el mandato del PP en la ciudad de Madrid, con constantes cierres de locales y distintos cercos al ocio nocturno y juvenil, voy a permitirme unas palabras sobre la nueva idea de nuestros gobernantes, Bicimad, aprovechando que es raro que se ofrezca algo de lo que me sienta «target». Desde hace unas semanas, este servicio de autoalquiler de bicicletas de Madrid, es una realidad. Se trata de unas bicicletas no pensadas para el paseo sino para acercarte a lugares de destino común como el trabajo, gimnasio, clase o un concierto y por eso la primera media hora de uso es más barata que las demás (aunque no gratis como en Barcelona). Están colocadas en tótems por todas partes. Durante los primeros días se sucedieron los problemas técnicos de todo tipo, resultando el más común la imposibilidad de extraer las bicis -personalmente jamás recibí el mail de confirmación de registro hasta que llamé por teléfono-. El ayuntamiento argumentó razones de colapso, si bien el número de personas registradas se movía en la primera semana en torno a 4.000 (¿cuántas esperaban en una ciudad de 3 millones de habitantes? ¿cuatro?).

Pero en cualquier caso, y dejando de lado los problemas informáticos de seguridad que hasta permitieron a un hacker colocar un ya mítico pene en todas las pantallas del servicio, en unos días Bicimad pasó a poder usarse con normalidad. Al fin éramos europeos. Porque una de las mayores preocupaciones de los madrileños para circular en bici por la ciudad eran las enormes cuestas que hay en el distrito Latina y en casi cualquiera, empezando por la mismísima Gran Vía. ¿Merece la pena usar una bici para necesitar una ducha en tu lugar de destino? Pero no: con estas bicis no se suda ni un poquito porque tienen todas motor a tres velocidades (que además puedes apagar si quieres hacer deporte). ¡Bicimad era lo mejor que le pasaba a Madrid desde que los Smiths vinieron por San Isidro! ¿Qué digo los Smiths? ¡Los Beatles en el 65!

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Pero no, amigos, la realidad se está tornando otra. Si bien hay que elogiar la ausencia de incidentes y el civismo de los conductores de coches e incluso de aquellos por los que no dábamos ni un duro -me refiero, obviamente, a los taxistas-, poco a poco la decepción se está apoderando de nosotros después de un par de semanas utilizando el servicio todos los días. Empecemos por el principio. Por el centro más céntrico. Allí nos encontramos un carril bici que parte de Sol para dirigirse teóricamente a Madrid Río, invitando a los ciclistas a circular por la calle Mayor, en dirección contraria al resto de vehículos. ¿Qué pasa en el día a día? En primer lugar que obviamente Madrid no es Londres: los peatones no miran hacia la izquierda antes de cruzar por cualquier lado y yo, el primer día que realicé este recorrido, atropellé a dos personas que, además, como Bicimad está tan bien promocionado, se disculparon conmigo. Desde entonces, por la calle Mayor he aprendido que hay que circular perennemente con una mano en el timbre. En segundo, que este simpático carril bici de repente acaba depositándote en la calle Bailén a través de una cosa que han tenido a bien llamar «ciclocarriles» (carriles normales para coches en los que se ha dibujado una bicicleta con una prohibición de circular para cualquier vehículo a más de 30 kilómetros por hora) y en la que se sugiere a los ciclistas con los huevos más gordos circular por el centro de la calzada (a veces no hay otra opción porque si no, te golpea toda la vegetación sin podar en la cara); y después, mi parte favorita: la nada. Si has de dirigirte hacia Princesa tienes dos opciones: o bien tirarte por un túnel donde los coches no van a verte porque «el ciclocarril» se ha desvanecido y la velocidad mínima sube a 40, o meterte en la Plaza de Oriente, una zona peatonal donde, al menos teóricamente según el folleto oficial de Bicimad, tienes que bajarte de la bici e ir con ella a rastras.

Y digo teóricamente porque nadie lo hace. Hasta que el afán recaudatorio se ponga a poner multas, claro. Porque aquí viene la otra cara del asunto. ¿Quién no ha sido atropellado en la calle Fuencarral por un ciclista imprudente a 30km/h? Si al menos los ciclistas pudiéramos ir sin el turbo puesto por las zonas peatonales, quizá podríamos pedalear por estos lugares, pero como esto es imposible, así no vamos a convencer a nadie. Guerra asegurada. Debates en la radio con la asociación A pie.

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La situación en estas calles céntricas sirve como metáfora de lo que ocurre en el resto de la ciudad. Una mala, pésima combinación entre carriles bici que desaparecen o que aparecen en lugares ridículos y casi inaccesibles (puestos como para que los vean los turistas), ciclocarriles que desaparecen y carreteras de velocidad considerable por las que ningún coche va a 40, completamente inseguras, en las que puedes incluso encontrarte carriles de incorporación con vehículos a gran velocidad a tu derecha (como sucede en la calle Ferraz). El sueño húmedo de todo aquel que no cuenta con retrovisores (que la gente rompería en las bicis que se alquilan en la calle, las 24 horas del día, por otro lado). Pero mi consejo favorito es el de «usar calles con pocos vehículos y zonas poco transitadas». Bicimad sólo existe de momento en el perímetro dentro de la M-30 y esto no es Ámsterdam. En el centro de esta ciudad, muchísimo más grande, por mucha calle alternativa que utilices sólo puedes terminar en dos sitios: en una calle peatonal como Fuencarral o Montera en la que circular a 1 por hora por la cantidad de gente que hay o con la bici a cuestas, o bien en una casi avenida tamaño Sagasta o incluso -otra vez- Gran Vía, que desde este invento dejará para siempre de ser una de tus calles favoritas del mundo. Puedo certificar que en algún caso, la toma de vías alternativas y el chocho de calles arriba y abajo para evitar peatonales y principales ha significado que he tardado lo mismo en realizar mi tramo que… ¡caminando!

He sido ciudadano berlinés durante casi un año y, ni recorriendo la ciudad de este a oeste, de día o completamente a oscuras de madrugada, jamás tuve la más mínima duda de por dónde tenía que circular. Aquí, y por mucho que te esfuerces, te encontrarás como ciclista abusando de las zonas peatonales o arriesgando tu vida en medio de autobuses de la EMT, turísticos, furgonetas, por supuesto motos, etc, porque el servicio está en prueba y las instalaciones sólo se ampliarán si el servicio tiene éxito. En resumidas cuentas como ciclista te encontrarás a veces ejerciendo las veces de coche, de ciclista o de peatón, sin que el centro de la ciudad termine de ser apto para ninguno de los tres y molesto para todos. Era muy camp esto de las bicis. Verano azul. Yo ya me estoy planteando si prefiero el Metro, que en Madrid vuela. Oh, wait!

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